Confinados en la pandemia recibí un mensaje de la primera teniente de alcalde de Málaga. Era responsable de Innovación, entre muchas otras cosas. Creo que fue un viernes y el sábado hablamos por primera vez. La conversación duró dos horas, hasta que tuve que colgar para acabar de fregar el suelo de casa. Susana Carillo, Dra. Ingeniera Industrial, vino, en cuanto nos lo permitieron, a nuestra empresa, le enseñamos lo que hacíamos con ilusión. Desde entonces no me llama por mi nombre, cuando me escribe me llama "ingeniero".

Llevo dentro de mí más a un soñador, un inventor, un cronista, un poeta, un empresario o un escritor que un ingeniero. Desde que en 2008 Mar Galtés me retrató como un becario creo que eso es lo que mejor me define.

El año pasado el Colegio de Ingenieros Aeronáuticos nombró a mi admirado colega de la Fundación Ricardo Valle, Antonio Gómez- Guillamón, Ingeniero del año. Me pareció acertado, oportuno, y merecidísimo.

Debo reconocer que la familia, la educación, al menos para mí, debió ser crucial y pienso que para nuestro Ingeniero también. Se iba a Madrid pero, un malagueño, un tal Ricardo Valle, al que conoció pronto, llegaba desde allí para montar la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Telecomunicaciones en la Universitat Politécnica de Catalunya. Su padre le dijo que las primeras promociones de las carreras son, por algún motivo, excelentes y allí se quedó a comenzar su carrera académica y posteriormente empresarial.

Si los ingenieros romanos fueron durante siglos el exponente de una civilización superior en su época y entorno, con el descubrimiento de la producción de morteros y cemento, construyendo caminos, acueductos, alcantarillas, anfiteatros, murallas, baños públicos. El mayor palacio romano de justicia estaba en Londres y la calle más ancha, en Sevilla en Itálica. Fueron los ingenieros de telecomunicaciones los que pusieron, sustentados en la electrónica, el electromagnetismo y la óptica, las bases de la sociedad de la información. Los romanos proclamaban orgullosos, nacieran donde nacieran, como miembros de ese imperio de ingenieros y soldados “Civis romanus sum”, hasta el mismísimo Pablo de Tarso lo proclamó orgulloso.

Estos ingenieros proclaman orgullosos: “yo soy Teleco”. Hoy, en la era de post Openheimer, todos recordamos que los imperios y las grandes civilizaciones no lo hubieran sido sin excelentes ingenieros. En EEUU, 600.000 puentes han hecho más por la unión que todos los generales vencedores en la guerra de Secesión. Solo hay que irse a Nueva York y Manhattan con el de Brooklin (1883), el de G. Washington (1931), o el de las 7 millas (1912) que conecta Florida con los cayos, el de Haspesfield de 1868 que cruza el río Ohio y es el primero de hormigón armado de la historia.

Los puentes hoy en la era digital son de fibra óptica o radio enlaces. El ingeniero se adelantó a su tiempo en la Politécnica, pensó en un sistema de radio difusión de señal para televisión y radio por satélite en su grupo de investigación. Aún era un joven profesor, pero no iba desencaminado ya que su padre y su tío habían obtenido la licencia para España de antenas y equipos de radiodifusión de la alemana Fuba.

Las instituciones se parecen a la eternidad”. Con esa frase en 1876, Agustín Pascual, figura clave de la ingeniería de montes, toma posesión en la Real Academia. Y así, en continuidad con el trabajo que unos cuantos arrancaron en Barcelona hace ahora 50 años, entre los que estaba el padre del ingeniero, el fundador de Piher que acabó incidiendo en la creación de Cecelsa y luego Indra, o el fundador de Premo, arrancaron, con el mejor espíritu de colaboración, de hacer piña, sentimiento de gremio, Aniel, que hoy es Ametic. Muchos años después, fallecido el longevo patriarca, entre sus notas, el ingeniero encontró una síntesis de lo que es la responsabilidad social corporativa y personal: “No basta con no hacer el mal. Hay que hacer el bien”.

Nicolás García Tapia clasifica a los ingenieros españoles del siglo XVI, momento en el que posiblemente dispusiéramos de la mejor ingeniería del mundo, en teóricos, artistas, soldados y ejercientes. Entre los primeros, que eran aproximadamente un 10%, había matemáticos, cosmógrafos, científicos humanistas y profesionales de gabinete. Los llamados artistas, que sería más apropiado llamarlos artífices, eran el 25% del total. Estos conjugaban belleza y utilidad. Hoy los llamaríamos “practitioners” o “doers”. Tengo yo a nuestro ingeniero por uno de este segundo grupo. Pronto abandona la academia para, con unos cuantos colegas, arrancar su garaje de Hewlett y Packard, en sociedad, pero independiente del negocio de la familia. Mirando desde muy pronto los satélites, al espacio, a las comunicaciones en milimétricas, frecuencias muy elevadas que requerían la mejor tecnología y la mayor experiencia, guías de onda, microstrips, cavidades resonantes, microondas. Una pata en los sistemas de comunicaciones embarcados en satélites y otra en la amplificación de sistemas de radio difusión. Pioneros en la difusión de radio y televisión digital terrestre y satelital.

Conocí al ingeniero hace unos 20 años en la patronal, en Madrid, allí acudía la industria periférica, de Cataluña, Valencia, País Vasco y Galicia, en el campo de la radiodifusión y allí le vi trabajar codo con codo con sus competidores para conseguir que hubiera un estándar de ICT y que España adoptara pronto la TDT de manera que creando pioneros en su industria pudiera luego tener las economías de escala para ir a exportar a los países que la adoptaran más tardíamente. Así fue, gracias al trabajo de todos los fabricantes y a la buena receptividad de un Ministerio de Industria atento y una Secretaría de Estado de Telecomunicaciones que vio como con el DNI electrónico o la creación de Red.es, la oportunidad de que nuestra sociedad se modernizara y nuestra industria avanzara. Por cierto, aquel secretario de estado de telecomunicaciones, de Lorca, sobrino de un brillante matemático en Granada, también fue becado por Ricardo Valle para doctorarse en los EEUU.

Y al mayor fabricante de satélites de comunicación de EEUU acabó montando miles de sistemas desarrollados y fabricados en La Garriga por el equipo del Ingeniero.

Aprendí con él muchas cosas, el espíritu de gremio, pero también la asertividad. Muchas veces vi como defendía la industria española y el modelo de radiodifusión que llevaba a los hogares una oferta variada y de calidad de televisión y radio gratuita y a todos los rincones. Otros, ya habían pensado en cobrar 60 o 100 euritos a todos los españoles para que, si querían ver la tele o contenidos audiovisuales, les compraran su banda ancha. Un modelo de servicio público frente a un negocio multimillonario. Siempre defendió la industria, a todas las empresas, pero en especial a las empresas españolas de España, con la convicción de que es muy importante el lugar en el que se toman las decisiones estratégicas.

Cuando formas parte de una familia con 8 hermanos, tan catalana como asturiana, con esa visión hispanoamericana y atlántica que te lleva a EEUU y en donde sus antepasados trabajaron en el tabaco en Florida o tu hermana vive en México, con un hermano letrado del Consejo de Europa, un Vicepresidente de Danone, un Director de la Sociedad de desarrollo del Principado de Asturias, una médico, o una directora general de educación de la Generalitat, piensas para ti que esa casa, construida por un hombre hecho a sí mismo desde la Guerra Civil, debía ser un lugar especial. Muchos valores y mucha piña en la casa del ingeniero.

Este verano, por fin, estuve en San Luis Obispo. Allí un profesor catalán empezó con la idea de hacer un satélite de bolsillo con propósitos educativos y de ahí hoy los nano satélites y los cube sats. El ingeniero siempre hablaba de él. Su admiración por el espacio y los satélites, su entrada en proyectos importantísimos con la ESA, en los que desarrollaron ASICs de Nitruro y Arseniuro de Galio, siempre la usó como un gran motivador para jóvenes talentos. El espacio es sexy. Los ingenieros quieren trabajar en proyectos de espacio. Confieso que mi alma industrial e industrialista, mi vocación de fabricar muchos componentes iguales siempre me alejó de una industria de volúmenes muy pequeños y periodos de maduración extraordinariamente largos. Creo que hasta la llegada del New Space, los Cube Sats y empresas como Starlink, el Espacio era más una enorme red de laboratorios e ingenierías que una industria de producción masiva. Hoy puede que la experiencia acumulada en el sector de la electrónica profesional y la automoción pueda cambiar este sector que empieza a usar miles de elementos iguales.

El ingeniero siempre defendió el propósito, la misión compartida en las empresas, la implicación de todos y con todos los “estakeholders”. La capacidad para atraer a los mejores, la innovación, la multiculturalidad, la internacionalización y la creación de valor sostenido, no especulativo.

Estuvo en AENTEQ, en Pro-Espacio, en la génesis de la Fundación Ricardo Valle, y en muchas otras iniciativas colectivas. Ha trabajado en transformar una Ametic condenada a muerte por los que querían una dictadura de los operadores en una asociación que agrupa a las mayores empresas del mundo y de España en Tecnología con potentes iniciativas en Talento, IA, Turismo digital, Innovación, un Grupo de Reflexión sobre tecnología y sociedad y ha transformado las Jornadas de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo en el lugar imprescindible para encontrarse y pensar. Ideador e impulsor de los Macroproyectos Tractores, y la innovación por misiones, promotor de grandes pactos de estado, defensor de la Educación como primer pilar de toda política industrial, de innovación y social y firme convencido de las capacidades de los muchos campeones ocultos de nuestro mittlestand, ha dedicado toda su vida y en especial los últimos 7 años como presidente de Ametic a este cometido.

Escéptico con el destrozo que los fondos de Private Equity han hecho en España cuando han hecho compras apalancadas de empresas que han puesto en manos de financieros que, en la búsqueda del máximo Ebitda las han dejado sin alma, sin liderazgo y sin propuesta estratégica de valor. El valor se construye mirando al futuro, tomando las oportunidades con decisión, innovando y emprendiendo, con vocación siempre de crecer y sumar.

Le ha entregado la Medalla de Oro de nuestro sector a muchos, excelentes, casi todos ingenieros, desde Felipe Romera, a Carlos Vivas y Joan Majó. La próxima semana el Colegio de Ingenieros de Telecomunicaciones nombrará a Pedro Mier Ingeniero del Año. Para nosotros, los que hemos trabajado y colaborado con él, ingeniero de nuestra vida porque sin duda nos ha ayudado siempre a nosotros y a nuestras empresas a ser mejores haciendo muchas veces las preguntas incómodas y difíciles que solo a un amigo le contestas. Su labor y contribución trasciende su entorno, su empresa y Ametic, su huella profunda. Enhorabuena.