Qué difícil es encontrar a veces el justo equilibrio entre el continente y el contenido, sobre todo cuando se piensa que lo grande es lo mejor. ‘The bigger the better’ fue un aforismo acuñado por los planificadores norteamericanos para las conurbaciones de nueva creación en tan extenso país, que nada tienen que ver con las ciudades europeas modeladas por ricas historias en la que dialogan construcciones que se remontan a periodos desde la antigüedad clásica hasta el creativo modernismo.

Incluir una torre de viviendas en un barrio tradicional de casas matas es tergiversar la proporcionalidad necesaria para que puedan respirar unas construcciones y otras, y en especial que sus habitantes no se vean asfixiados por tan fuertes contradicciones. La importancia de la distribución de las justas dimensiones en las ciudades es determinante de sus desarrollos. Cada vez leemos más titulares que comienzan con la aseveración de que ‘Málaga contará con el mayor …’, para luego subrayar la comparativa que va desde la provincia al continente, y es posible que en un futuro cercano esa comparación alcance el nivel global.

Por oposición a aquella propuesta americana, la respuesta europea fue insistir en que lo pequeño es hermoso. ‘Small is beautiful’ es el título de un magnífico ensayo del economista alemán E. F. Schumacher, que tras dos puntos aclara que el objeto del mismo es reflexionar ‘como si la gente importara’. Reconceptualizar el minimalismo es básico para crear las coordenadas de la sostenibilidad, que es lograr ese equilibrio entre nuestra forma de vida mediterránea, concentrándonos en lo esencial en aquellas cuestiones más importantes, con mayor capacidad de trascendencia.

Sin dudar del valor de los hitos arquitectónicos e ingenieriles para distinguir las ciudades, en especial de la construcción de formas ciclópeas que sirvan de admiración, pero serán mostrencas si no están vinculadas con la gracia artística y además identificada con la idiosincrasia de sus habitantes. Como bien sabemos en esta tierra lo mejor a veces es el peor enemigo de lo bueno.