El pasado 8 de febrero, el Ministerio para la Transformación Digital y de la Función Pública, a través de la secretaria de estado de telecomunicaciones, María González Veracruz presentó el resultado provisional del programa “Cátedras chip” en el marco del PERTE Chip con el propósito de conceder ayudas de más de 45 millones de euros a 17 iniciativas presentadas en las que participan 80 empresas para el establecimiento de cátedras universidad-empresa en el área de la microelectrónica. AMETIC dinamizó el Grupo de Trabajo ACADEMIA-INDUSTRIA que elaboró el documento de “Propuesta de Formación para el PERTE Chip” en el que participaron 23 Universidades y Centros de FP.



Cuando arrancamos la Fundación Ricardo Valle, uno de los objetivos que nos proponíamos era mejorar la posición de la UMA en los ránquines. Ningún territorio es verdaderamente competitivo de manera sostenible sin una universidad de máximo nivel. Era una ambición interesada.

Sabíamos que el Global Innovation Index, en el que España está en a la posición 29, en lugar de la que por su PIB le correspondía (en torno a la 9), la relación entre empresas y universidad era un factor muy importante y que los primeros países en el ranking, con Suiza, Alemania, Suecia, Reino Unido, Dinamarca, siempre entre los primeros, mostraba que los países más innovadores tenían menos titulados universitarios que España pero el nivel de colaboración entre universidades y empresas era muy superior al nuestro. Nos lastra el nivel educativo del informe PISA (29), la ratio alumnos/ profesor en universidad (46), la movilidad inter-universidades (57), el gasto en I+D+I de solo el 1.4% del PIB (30), y otros, pero, lo más sangrante en la innovación en España es que estamos en la posición 70 en la colaboración Universidad - Empresas. Una posición bajísima comparados con Suiza (3) o Suecia (11). La República de Tanzania (37), Uruguay (67) o Uzbekistán (32) son algunos de los que también nos superan.

Conseguimos que el rector Narváez nos juntara a las empresas con todos sus Vice rectores, el resultado no fue el que yo esperaba. Un Vicerrector me recordó que ni la UMA era Stanford ni el Málaga Tech Park Sillicon Valley. Seguro que me equivoqué compartiendo mis sueños de que tal vez un día, la UMA pudiera dar un premio Nobel y aspirando a una mayor colaboración entre empresas y Universidad, como veo en tantos sitios en los que tenemos actividad empresarial y son lideres en innovación. Nuestra posición debería ser la 9, no la 70. Hice mi crónica en octubre del 22 en University of California in Málaga, en esta columna dominical. Retomo un párrafo de aquella publicación de nuevo: “Para ser justos, quizá el académico que me echó el jarro de agua fría se refirió a que Stanford tiene un presupuesto de 8.150 millones de dólares de los que 1.319 millones (el 16%) provienen de las aportaciones de las empresas a programas de investigación. Las empresas en Málaga tenemos que aportar del orden de 45 millones de euros a nuestra Universidad. Aún falta mucho”.

Los EE. UU. son los segundos del mundo en colaboración universidad empresa según el GII 23. Yo quería decir que deberíamos aspirar, las dos partes, a eso.

La iniciativa y propuesta de que en un programa para el impulso de la industria de semiconductores en España hubiera recursos para la formación, el diseño, la fabricación y la comercialización de semiconductores fue impulsada y defendida desde varios frentes, habiendo Ametic tomado, de nuevo, un papel líder junto al director del Barcelona Supercomputer Center, que acuñó el lema de “sin Universidad no hay Chips” y lo lanzó en la UIMP de Santander, entre otros significados científicos, académicos y expertos del sector. Ya han impreso sus agendas en las que pone “Mare Nostrum 6 with European processors”. El supercomputador que acaban de inaugurar, el 5, no ha podido tener procesadores europeos porque no hay.

El profesor emérito Dr. Gonzalo León de la UPM coordinó una iniciativa que recogía las competencias, contenidos y programas comunes que una cátedra debería incorporar. Nos agrupamos más de 50 empresas y entidades en el grupo de semiconductores de Ametic para, primero hacer un mapeo del ecosistema español de la microelectrónica y, luego, para coordinar y proponer un programa de contenidos para la formación universitaria en microelectrónica y semiconductores.

Tuve la oportunidad de trabajar con el profesor León en la redacción de un trabajo sobre soberanía tecnológica liderado por el Foro de Empresas Innovadoras y el IND+I. En aquel momento, estuvimos implicados en un proyecto colaborativo que llevó miles de respiradores a los hospitales y nos abrió los ojos. España nadaba sin ropa de baño en un momento en que bajaba la marea y nos quedamos con las vergüenzas al aire. Nuestros supuestos aliados y socios comerciales se quedaron los respiradores para ellos, lógicamente. El país se dio cuenta de que comprar ciertas tecnologías afuera sin tener unas mínimas capacidades en casa podría ser muy peligroso y costar muchas vidas.

Pronto vimos que las consecuencias del COVID tenían una larga cola. La primera es que sólo el primer año post Covid se dejaron de fabricar en el mundo 11 millones de vehículos por falta de chips. La región más impactada fue Europa y su industria automotriz evidenció una debilidad mortal.

En la misma época, el profesor León había presentado un documento de investigación a petición del Instituto Español de Estudios Estratégicos y el Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional sobre los “Desafíos para la Unión Europea en las redes de innovación y producción de comunicaciones móviles, semiconductores e inteligencia artificial.”

Se habló de “guerra fría tecnológica”.

En las conclusiones los autores manifestaban: “Las previsiones indican que los desarrollos en comunicaciones móviles, circuitos integrados avanzados de la mano de la nanoelectrónica y la inteligencia artificial serán parte de un conjunto más amplio de sectores que transformarán el patrón de las operaciones de los sectores público y privado. Por ello, aunque estas tecnologías poseen características individuales, su carácter transversal configura su mayor potencialidad en tanto todas son tecnologías habilitadoras. Dicho de otra manera, no son los atributos de cada una en sí misma sino su combinación para modernizar la economía lo que proyecta sus rasgos innovadores con mayor impacto. Esto no comprende únicamente la tecnología básica sino también los activos complementarios -habilidades, datos, diseño de productos y capital organizativo-.”

“…En este panorama la UE debe realizar un esfuerzo para lograr un grado de soberanía tecnológica suficiente que le permita reequilibrar sus relaciones tecnológicas con otros países en un contexto de interdependencia, y disponer, asimismo, de una reserva estratégica de capacidades, recursos y mercados que le permita, si fuera necesario, incrementar su posición a corto plazo. Las tecnologías emergentes prometen avances significativos en un amplio abanico de áreas. Con todo, la constante competición por mantenerse en la vanguardia respecto a las tecnologías de interés de la defensa y seguridad solo es posible a partir de una estructura científica-tecnológica-productiva capaz de sostener los procesos inherentes durante periodos prolongados…”

Mientras tanto, la UE también se daba cuenta de la enorme debilidad que décadas de “lessaiz faire” en políticas comerciales y la ausencia de estrategias industriales habían supuesto. En septiembre de 2020 se presentaba el documento del parlamento europeo, “Strategic sovereignty for Europe” casi a la vez que los dos anteriores citados.

Desde entonces, las iniciativas en EE. UU., en la UE y en España en relación con los semiconductores han ido en la línea estratégica de reducir las dependencias y desarrollar capacidades propias en uno de los campos tecnológicamente más complejos del mundo.

Antes de esto, el 12 de Junio de 2020, a petición del Alcalde de Málaga, lanzamos nuestra propuesta de que Málaga, en la senda del camino recorrido durante más de 30 años, fuera un gran polo mundial de innovación con los semiconductores, ese activo imprescindible en la digitalización y causa de la guerra fría tecnológica, en una de sus líneas estratégicas.

La propuesta tenía tres ejes (formación, innovación y emprendimiento colaborativo) y un instrumento, el Instituto Ricardo Valle de Innovación (Innova IRV) que se puso de largo con el apoyo de Ametic, Málaga Tech Park, Universidad, Ayuntamiento, la Secretaria General de Innovación Teresa Riesgo y la Junta de Andalucía el 14 de abril del 2021, presentado por el propio presidente de la Junta en el foro Transfiere.

La formación y las universidades eran clave en la estrategia que planteamos.

En enero de 2022 se constituía el instituto, con Sando, Myramar y Mayoral por la parte privada. En abril recibíamos la aprobación formal del protectorado de Fundaciones y comenzamos la casa por los cimientos: incorporar a nuestras Universidades y a expertos internacionales en el campo de los semiconductores y la arquitectura de computadores. Mario Nemirovsky fue el primero y clave en construir una colaboración con la universidad que impulsara el laboratorio de co- innovación de las escuelas superiores de ingeniería de Telecomunicaciones, Industriales e informática. El actual Vicerrector Enrique Márquez no estaba en el equipo de gobierno del Rector Narváez. Llamadle suerte o casualidad, yo prefiero pensar que ha sido un acierto del nuevo rector Teodomiro López, que en el último Consejo Social reconoció el trabajo realizado y expresó su compromiso de continuarlo y apoyarlo.

El día después de la investidura de Felipe Romera como Dr. honoris causa aún llovía barro a raudales. El rector Narváez y el Vicerrector Javier López habían convocado a los grupos de investigación de la UMA para presentar el proyecto de trabajo conjunto de la UMA en Innova a través de los excelentes equipos investigadores con los que contamos. Se trataba de explicar el proyecto y de pedir manifestaciones de interés. Con la que caía, cuando llegamos a duras penas al paraninfo, pensaba que no habría nadie, pero el lleno era total, más de 80 grupos de investigación querían sumarse a trabajar colaborativamente en Innova IRV a través de la participación de la UMA en la Fundación.

La experiencia docente de Mario como profesor en la Universidad de Santa Bárbara en California y luego en la UPC y el Barcelona Supercomputer Center con una beca ICREA ayudó mucho a establecer los puentes entre la academia y las empresas. Todo fluyó bien.

Lo de las becas ICREA, un invento de Andreu Mas Collell, creador de la Universitat Pompeu Fabra -y una eminencia en microeconomía en Harvard- en la que tuve el honor de participar tanto como docente de la Barcelona School Of Management como en su Consejo Social, es algo que aun no entiendo cómo no se ha adoptado masivamente en todas las Comunidades Autónomas. ¿Por qué nos resistimos a copiar sin rubor todo lo que los demás hacen mejor que nosotros? ¿Es torpeza, terquedad, falta de humildad, de ambición? No lo sé, pero en cuanto pude contárselo primero al Consejero Velasco y luego a su actual sucesor Villamandos lo hicimos pidiendo presupuesto para atraer a sabios de fuera para cada una de las áreas de innovación de nuestra Fundación. Y no me cansaré de pedirlo. Esto va de personas que saben y que enseñan generosamente a personas curiosas y humildes con muchas ganas de aprender y mejorar. Es así de simple. Cambiamos los Egosistemas por Ecosistemas. Tuve la oportunidad de compartir frustraciones con el Dr. Juan Manuel García-Ruiz de la Universidad de Granada, premio Maimónides y Medalla de honor al fomento de la Invención, uno de esos grandísimos genios andaluces, poquísimo conocidos en esta tierra nuestra, que también se desgañitó explicando lo de las becas ICREA a autoridades nada atentas a lo verdaderamente importante. Como muestra un botón en el BSC hay una aportación de 14 catedráticos de la UPC y cuentan con una docena de sabios internacionales del programa ICREA. Mario fue uno de ellos.

Solo faltaba que el 24 de mayo del 22 el Gobierno aprobara un Perte de microelectrónica y semiconductores para movilizar 12.500 millones de euros en el sector y “situar a España como un país de referencia en el diseño y fabricación de chips”.

Empezar la casa por el tejado era que España aspirara a tener solo una foundry (la fábrica de chips) sin tener las partes más jugosas y de mayor valor añadido de la cadena de valor, el diseño y la comercialización. Para empezarla por los cimientos, era fundamental que se dedicaran recursos finalistas a que las universidades formen expertos en microelectrónica. La convocatoria, como suele pasar, salió con “estivalidad y alevosía”, en plenas vacaciones de verano y casi sin plazo. La carrera del equipo de Innova IRV dirigido por el VP Javier López, Enrique Márquez y los líderes de los grupos de investigación en la UMA con el CTO Nemirovsky y el COO Oscar Chabrera fue ímproba. La propuesta preparada incluía universidades de otros países además de varias universidades andaluzas, más de 10 empresas comprometidas en cofinanciar durante 5 años la formación de doctores en campos del máximo interés incluyendo la fotónica, el RISCV (para el no experto se trata de un conjunto de instrucciones abierto y compartido que permite acceder de manera mucho más económica y colaborativa al diseño de microprocesadores) y semiconductores analógicos.

En la competición ha habido muchas universidades que cuentan con más tradición, medios técnicos, recursos económicos y académicos, más investigadores con elevados índices H (publicaciones científicas, recordad “Méteme en tu paper quillo”). Esta vez, sólo la UMA estaba en un ecosistema formalmente vertebrado con las empresas a través de la Fundación Ricardo Valle. No me cansaré de poner en valor la aportación clave de Unicaja. La convocatoria exigía que hubiera un compromiso firme de coinversión de las empresas en los programas de formación de doctores.

El resultado ha sido que la UMA será la Universidad de España que más fondos recibirá (5.7 millones) para que, con la llegada de IMEC, el desarrollo de proyecto DULKPIOT, RISCOM y otras iniciativas en curso, Málaga se convierta en aquello que muchos soñamos en pleno confinamiento. Un polo tecnológico de referencia y de prosperidad compartida. Esta vez sí. Hemos quedado los primeros. Nuestra fortaleza: la colaboración y un ecosistema vertebrado. Ahora hay muchísimo trabajo por delante. Sin aquellos que se quedaron sin vacaciones y trabajaron contrarreloj y el compromiso de las empresas con Unicaja a la cabeza no lo hubiéramos conseguido. Gracias.