Valoro mucho a quienes son capaces de escribir con periodicidad y aún más a aquellos que son capaces de despertar el interés cada vez que lo hacen. Ser columnista me parece una tarea admirable. Verme ahora en esa tesitura despierta un vértigo que espero superar en atención a la amabilidad de EL ESPAÑOL de Málaga que me brinda su espacio, y a la de los lectores que me dedican generosamente su tiempo.
Procuraré desde estas líneas ofrecer una visión de la salud y de la sanidad poco dogmática y muy orientada a generar reflexión. El exceso de dogmas y la ausencia de reflexión me parece uno de los males de nuestro tiempo y una dificultad notable para el progreso.
Vamos pues a la tarea.
Hace unas semanas en su columna Taburiente de este mismo medio, Francisco Cabrera reflexionaba sobre la educación. Ha coincidido en el tiempo con una vuelta a la actualidad de una vieja reflexión sobre los condicionantes sociales de la salud. Yo mismo tengo escrito algún post sobre el tema.
El resumen de estos análisis es que el nivel de salud de una población tiene más que ver con las condiciones de vida generales (transporte, agua potable, saneamientos, educación…) que con los servicios sanitarios disponibles. Siendo muy gráficos: la salud depende más del código postal que de la disponibilidad de servicios sanitarios.
El ejemplo de Málaga podría servir para confirmar esta afirmación. La provincia no destaca por el nivel de camas hospitalarias instaladas, pero sin embargo los indicadores de salud de la población no son peores que provincias con muchos más recursos.
El análisis detallado de todas las circunstancias que relacionan en uno y otro sentido los condicionantes sociales de la salud con el nivel de la misma, requieren mucha más extensión y precisión que la del espacio propio de una columna. Pero quiero ligar con la idea que el citado Francisco Cabrera presentaba sobre la relevancia de la educación, en este caso, también para mejorar nuestra salud.
No son pocas las veces que observo confusión entre educación y enseñanza. Mientras en la primera la incorporación de valores es la parte más relevante, en la segunda el objeto es incorporar conocimientos. No siempre están vinculadas. Lamentablemente.
El cuidado de la vida es un valor esencial y la adquisición de hábitos de vida saludables (higiene, alimentación, educación vial, práctica del ejercicio…) se tornan como factores imprescindibles en cualquier plan de educación que se precie. El objeto es pues garantizar una población más sana. En resumen: mejor educación es mejor salud.