Reconozco que cada día que pasa miro las cosas con más profundidad, con más calma y estoy más convencida de que en las palabras están todas las claves. Como decía mi amiga Amparo Baró cuando grabábamos En plena forma y viajábamos juntas camino del set para Antena 3: “Yo miro todos los días, miro sí, simplemente miro”. Qué maravilla, cuanto en tan pocas palabras ¿no creen? Y es que, en el espeso océano de la comunicación humana, la mirada y, sobre todo, las palabras podrían ser las velas que nos van guiando, las brújulas que nos orientan y los faros que iluminan nuestros caminos. Desde tiempos remotos, hemos reconocido el poder esencial de la palabra, su capacidad para construir puentes o levantar muros, para sanar heridas o infligir dolor. En este artículo, exploraremos la clave de la palabra, destripando sus misterios y desvelando su profundo significado en nuestras vidas cotidianas.
Desde Aristóteles hasta Shakespeare, desde Platón hasta García Márquez, las mentes más brillantes de la humanidad han reflexionado sobre el poder de la palabra. Me fascina esta frase de Michel de Montaigne (filosofo, escritor y humanista francés del siglo XV): "La palabra es mitad de quien la pronuncia, mitad de quien la escucha", lo dijo capturando la repetición aglomerada de este arte milenario. Las palabras no son meros instrumentos de comunicación, sino artefactos cargados de significado, capaces de transmitir emociones, ideas y verdades universales.
En nuestras interacciones diarias, y digo interacciónes ya que estamos en la era digital, a menudo subestimamos el impacto que nuestras palabras pueden tener en los demás. Una palabra amable puede iluminar el día de alguien, mientras que una crítica hiriente puede dejar cicatrices invisibles en el alma. Como escribió el poeta Khalil Gibran: "Las palabras son como flechas. Una vez lanzadas, no se pueden retirar", es decir, no es un whatsapp que en estos tiempos podemos editar antes de que nos lean o acompañarlos de un emoji para rebajar la carga. Tampoco se las lleva realmente el viento, de ahí que reconocer el poder transformador de nuestras palabras es el primer paso hacia una comunicación más consciente y empática.
Mi socia y amiga Alicia Ors, ya que hablamos de Whatsapp, tiene en su estado: “La palabra es clave”, pero lo cierto es que, al reflexionar sobre la clave de la palabra, es fundamental reconocer la responsabilidad que conlleva el poder de las mismas. En un mundo donde la información se propaga a la velocidad del rayo, nuestras palabras pueden influir en la opinión pública, dar forma a las políticas y cambiar el curso de la historia. Por lo tanto, deben saber que es preciso que elijamos nuestras palabras con cuidado, conscientes del impacto que pueden tener en los demás y en el mundo que nos rodea.
En última instancia, la clave de la palabra reside en nuestro compromiso de usar nuestras palabras para construir, en lugar de destruir; para inspirar, en lugar de desanimar; y para conectar, en lugar de dividir, algo que por cierto en el panorama actual algunos deberían tomar buena nota de esto. Ya lo decía Mahatma Gandhi: "La felicidad es cuando lo que piensas, lo que dices y lo que haces están en armonía". ¿Cuántas veces no hemos sido esclavos de nuestras palabras? Seguramente demasiadas, ¿verdad? No sé si tiene todo esto que les cuento algún sentido, o quizás piensen que me he liado en un juego de palabras, pero créanme que estoy convencida de lo que digo. Hay una frase que también me gustaría sacar aunque sea dentro de otro concepto, y es la de “ser una persona de palabra”.
Creo que nuestras palabras deben reflejar la luz de la verdad, la bondad y también la compasión, e iluminar así el camino hacia un mundo más justo y compasivo para todos.