Estamos asistiendo, en Málaga y en otras ciudades con indudable atractivo para los visitantes, a un constante debate sobre los perjuicios y los beneficios generados por el turismo y cómo gestionarlos. Es un debate imprescindible porque no solo entran en liza aspectos como los modelos de ciudad o el puramente económico del país, sino que también se trata de un debate altamente politizado y donde el posicionamiento interesado de los distintos agentes genera el riesgo de desenfocarlo.

El impacto que en el mercado de la vivienda está teniendo la creciente cantidad de viviendas turísticas, la legislación sobre estas en cada una de las ciudades, las implicaciones en el descanso de los vecinos, el efecto económico en la hostelería, la implantación de impuestos y tasas, son argumentos recurrentes en el debate. Como en tantas ocasiones parece obligado posicionarse a favor o en contra, blanco o negro, todo o nada, turismofilia o turismofobia. Obviar los matices parece una enfermedad sin cura. Olvidar que tener espíritu crítico consiste en generar criterio propio y no en adscribirse a algún bando y criticar al contrario, un hecho. La polarización en cualquiera de los asuntos de los que se trate. Como si para que cualquier solución que se implante sea sostenible no deba partir del equilibrio entre todos los concernidos.

En el debate también está presente una disyuntiva que se presenta como absoluta: calidad o cantidad. Poco menos que afirmar que si vienen muchos tendremos un “turismo de borrachera” y si el turismo es de calidad será elitista. No parecen incompatibles, sin embargo. El desarrollo de la oferta hotelera y gastronómica de calidad o de los proyectos vinculados al turismo cultural en la propia Málaga permiten afirmar que cuanto más se apuesta por la calidad más aumenta el atractivo de una ciudad para todos.

Hay, sin embargo, una condición para garantizar un turismo de calidad que a mi juicio es irrenunciable: la oferta sanitaria de calidad. En una doble vertiente. Que entienda las necesidades específicas de un paciente cuando está desplazado, y que sea capaz de atraer pacientes en origen para realizarse tratamientos en destino. Puede parecer lo mismo, pero no lo es.

Atender a un turista no es lo mismo que el denominado “Turismo de Salud”. Este, que me parece el interesante para generar una oferta turística de calidad, exige la decisión de un paciente de viajar a otro país para recibir un servicio. Insisto, la atención a las necesidades de salud de un turista, generalmente urgentes, no es lo mismo que ofertar servicios de salud suficientemente atractivos, incluido el paquete turístico, para que un paciente decida desplazarse buscando un mejor servicio que el que recibiría en su lugar de origen.

España, y Málaga en particular, a pesar de los excelentes servicios sanitarios y turísticos de los que dispone, no ha sido capaz de pasar de la atención médica a turistas al mencionado turismo sanitario como un sector relevante para la generación de turismo de calidad. En esta categoría sorprende vernos por detrás de países con muchas menos garantías sanitarias y oferta turística de menos calidad.

Utilizar el ejemplo de Turquía y sus tratamientos para la calvicie es suficientemente ilustrativo, pero no único. Baste decir que países como México, Filipinas o Jordania también reciben más turistas de salud que España. En 2013 el Ministerio de industria, Energía y Turismo publicó su informe “Turismo de Salud en España” tratando de que este nuevo modelo turístico se convirtiese en un sector estratégico de desarrollo de país.

Han sido también abundantes las iniciativas nacionales, regionales y locales para generar captación de turistas de salud. Algunas han conseguido algún nivel de desarrollo y creciente volumen de negocio. La mayoría han fracasado. Tanto de las que han resultado limitadamente exitosas, como de las que no, deberíamos aprender. La única respuesta que no nos deberíamos permitir es renunciar a un sector que claramente puede aportar beneficios. Ya lo dijo un renombrado abogado de la noche marbellí: «Hay dos cosas por las que a la mayoría de la gente no le importa rascarse la cartera: su libertad y su salud».

La salud precisa de la gestión de talento, y es por ello por lo que es irrenunciable en cualquier proyecto de futuro de ciudades, regiones o países. El desarrollo viene de la mano del talento. Sin duda, no sólo en lo que se refiere al Turismo de Salud. En todo lo que tiene que ver con la salud debemos desarrollar políticas que atraigan talento. Pero las acciones orientadas a desarrollar el Turismo de Salud atraerán turistas de calidad y habitantes con talento.

Aterrizado en Málaga y en la Costa del Sol, por qué no pretender que sepamos cuidar a los de dentro y a los de fuera. Me declaro “turismofílico” del Turismo de Salud.