Hoy es 19 de octubre, Día Mundial de la Lucha contra el Cáncer de Mama. A lo largo del día vas a ver escaparates de centros comerciales y edificios institucionales teñidos de color rosa, también a algún político con un lazo rosa en la solapa de su americana... Pero por mucho que se empeñen, ya le digo yo que el cáncer de mama no es de color rosa, sino un pedazo de marrón para todas las pacientes a las que se lo diagnostican.

El cáncer de mama también es blanco, como las paredes de hospital donde estas mujeres viven sus ingresos. Es morado, como las ojeras de sus familiares, que pasan noches en vela a su lado, sobre todo cada vez que reciben una quimio o llegan las malas noticias en forma de recaída. También es amarillento, tan pálido como la tez de una mujer que tiene que mirar a los ojos día a día a sus tratamientos y a los efectos secundarios de este. 

Es el negro del vestido de otra mujer enterrando a su madre por esta maldita enfermedad o el verde de un ramo de flores que otras pacientes mandan a la sala del tanatorio donde se vela a esa amiga con la que siempre coincidían en el hospital. 

El rosa es un color tan bonito que lleva el nombre de una flor que se regala en los momentos más especiales y románticos. Es el color del algodón de azúcar, dulce como él solo. Es el color de la barra de labios favorita de muchas de nuestras madres y de ese pichi que tan bien le queda a tu nieta o a tu hija. Pero no de algo tan monstruoso como el cáncer.

El cáncer de mama supone hoy en día la primera causa de muerte por cáncer en España y se estima que en 2023 murieron 6.759 mujeres a causa de esta enfermedad. Esa cifra supone cerca del 15% de todos los fallecimientos por cáncer en la mujer en nuestro país. El año pasado, sin ir más lejos, 1.259 mujeres fueron detectadas con cáncer de mama en Málaga.

¿De verdad se cree que estos números son de color rosa? A lo largo de la historia, miles de investigadores han puesto el foco sobre la enfermedad, siendo los últimos treinta años fundamentales gracias a los avances tecnológicos. De hecho, nos encontramos en un punto muy importante gracias a la inteligencia artificial y el big data. Pero como todo en la vida, para lograr hitos, se necesita dinero.

Por ello, el 19 de octubre ha de ser un día de reivindicación. Sí, para dar visibilidad a la enfermedad, pero sobre todo para pedir más investigación. Si acaso puede ser un día de celebración para todas las que tienen que enfrentarse a la enfermedad a diario, aunque si tienes a alguna cerca sabrás que para ellas un nuevo amanecer y un nuevo beso a los suyos son ya sinónimo de festejo. No hacen falta globos ni cintas rosas. Ellas solo quieren seguir viviendo.

No son 'luchadoras' ni 'gladiadoras', como dicen en los anuncios que estos días se ven en prensa o televisión. La vida les ha echado este marrón encima quisieran o no pelearlo. No tenían otra opción. A alguna incluso les toca afrontarlo dos veces. O tres. Si no son más. Y tienen todo el derecho del mundo a elegir ellas solas cómo quieren afrontar su enfermedad de la mano de sus oncólogos. Nadie más puede opinar al respecto, ni mucho menos juzgarlas. Solo acompañarlas.

En lo que no puede convertirse el 19 de octubre es en la estrategia de marketing más despreciable y mugrienta que existe. Como familiar de una paciente de cáncer de mama fallecida tras luchar durante más de treinta años contra la enfermedad, empiezo a estar cansada de esas empresas que ofrecen 10 o 15 miseros céntimos por cada producto vendido para la investigación solo porque lo han pintado de rosa. Querido empresario, si no lo hubieras pintado de rosa, no lo venderías y bien sabes que tus porcentajes son calderilla.

Por no hablar de políticos que abrazan a víctimas del cáncer de mama con un lazo rosa bien colocado para la fotografía que prometen la luna solo por cazar un voto. Sin embargo, a la hora de la verdad, a la hora de tratar que se apruebe la llegada de un medicamento a España que mejoraría el día a día de las pacientes de cáncer de mama, son ellas mismas las que tienen que verse obligadas a recoger firmas y hacer ruido en la puerta del Ministerio de Sanidad.

Solo para conseguir un simple "sí" que les dé ese rayito de esperanza que se traduce en un leve alivio de los dolores que sufren a diario y alargar su esperanza de vida. Así fue como el pasado mes de septiembre lograron que la Seguridad Social financiara Enhertu y Trodelvy, dos medicamentos que han demostrado un promedio de 23 meses de supervivencia, tras llevar su petición al Senado.

Así que déjense de tanto lazo rosa y de tanto edificio iluminado y luchen por una mayor inversión en la sanidad pública, más detección temprana y una disminución de la edad de cribado, porque aunque son pocas, en España hay jóvenes de 20 y 30 años con cáncer de mama. Con algunas no se llega a tiempo.

Mejorar en estos aspectos nuestra sanidad, sí que nos daría visibilidad a nivel mundial. Es fundamental retener a los talentos científicos de nuestra tierra y dotarlos de recursos para investigar. Gracias a su esfuerzo han logrado grandes logros, sobre todo, tratamientos menos invasivos que se centran en el bienestar de las pacientes. Pero la realidad es que aún queda mucho camino por recorrer. 

En el próximo año, se estima que en España habrá 36.395 nuevos casos, según la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), una cifra que irá en aumento, convirtiéndose en una auténtica pandemia, si no se prioriza la investigación. Así lo dicen los expertos.

Por todo ello y más: no se empeñen, el cáncer de mama no es rosa. Es un marrón. Un auténtico marrón.