Si algo tienen en común las norias, esas gigantes estructuras que dominan ferias y parques, es que giran, giran y vuelven a girar, algo parecido al famoso villancico que en breve cantaremos de “beben y beben y vuelven a beber” pero esta vez girando.
No importa cuántas vueltas den, siempre regresan al mismo punto. Y así parece que estamos nosotros, los ciudadanos/usuarios, subidos a una noria política que no para de girar, mareándonos con cada vuelta. ¿La diferencia? Que esta noria no es para disfrutar de las vistas, sino para intentar no perder el norte mientras nos bombardean con información, desinformación y noticias que duran lo que un caramelo en la puerta de un colegio.
Vivimos en una era en la que la información nos llega a todas horas y desde todos los ángulos. Redes sociales, periódicos, telediarios, notificaciones en el móvil… ¡ni siquiera hace falta buscarla! Pero con tanta información, también viene la manipulación. Y lo peor: ya no sabemos qué es real y qué no. Cada noticia parece tener una agenda oculta, una intención, un objetivo que no es simplemente informar.
Veréis, cuando hice mi primer máster de Marketing digital, me dijeron una frase que es lapidaria y que no debíamos olvidar según el profesor: “Tened siempre presente que el usuario es tonto”, y cuánta razón tenía ese profesor, o ¿no?
Pongamos un ejemplo cercano: la DANA que arrasó mi preciosa Valencia. A todos nos impresionaron las imágenes de calles convertidas en ríos y de gente luchando por salvar sus casas y sus vidas, que por cierto aún continúan.. Sin embargo, apenas se habló de soluciones reales, de qué hacer para que no se repita, de cómo proteger a las personas más vulnerables ante estos fenómenos. No, la conversación se perdió en titulares sensacionalistas y en el típico "y tú más" entre partidos políticos. ¿Quién se preocupa realmente de lo importante? Porque parece que, más que resolver los problemas, están más interesados en ganar la batalla del trending topic.
Otra curiosidad de esta noria política es cómo una noticia tapa a otra, es decir noticias que duran menos que una saliva en una plancha. Hoy estamos escandalizados por algo y, antes de que podamos procesarlo, ya hay otro tema que ocupa las portadas. ¿Os habéis dado cuenta de cómo funciona? Es como si alguien supiera perfectamente cómo distraernos. Nos lanzan una crisis, un debate o una polémica nueva para que olvidemos la anterior. Y nosotros, como buenos pasajeros, seguimos el ritmo, girando y girando sin cuestionarnos demasiado.
Y aquí llega la Navidad, esa época del año donde parece que todo se calma. Entre villancicos, luces y compras compulsivas, es como si el mundo se pusiera en pausa. Los problemas pasan a un segundo plano porque, total, "es Navidad y ya si eso lo retomamos en enero". Una estrategia perfecta para los que mandan: dejan que el tiempo haga su trabajo y que el hartazgo haga que olvidemos las promesas incumplidas o las cagadas más recientes.
Me pregunto ¿Quién nos protege? Antonio Machado dijo que 'Es propio de aquellos con mentes estrechas embestir contra todo aquello que no les cabe en la cabeza'.
La pregunta que flota en el aire es esta: ¿quién vela realmente por nosotros? Porque, seamos sinceros, no parece que sean los políticos. Deberían estar ahí para servir al pueblo, para protegernos, para asegurarse de que vivimos en un país más justo y más seguro. Pero a veces da la sensación de que se olvidan de algo muy básico: ellos están ahí porque nosotros queremos. Su sueldo, sus privilegios, su posición, todo eso se lo pagamos nosotros. No es un regalo, no es un premio divino, pero sobre todo es una responsabilidad.
Y claro, cuando uno se siente mareado en esta noria, empieza a preguntarse: ¿qué lugar ocupamos realmente en la sociedad los ciudadanos/usuarios? Porque cada vez parece más evidente que estamos al final de la lista de prioridades. Da igual cuántos problemas reales tengamos: la vivienda, la salud, la educación, los sueldos, no llegar a fin de mes, los alquileres, el cambio climático. Todo queda relegado a un segundo plano mientras ellos se pelean entre sí, más preocupados por sus titulares y sus redes sociales que por lo que de verdad importa.
No todo va a ser quejas y lamentos. Pero ¿Y ahora qué? Pues aquí estamos, en esta noria, con dos opciones: seguir mareándonos o empezar a cuestionar. Tenemos más poder del que creemos, pero parece que nos han convencido de que no es así. Nos han vendido la idea de que somos simples espectadores, cuando en realidad somos los que ponemos las fichas en el tablero. Sin nosotros, no hay juego. Sin nuestros votos, no hay políticos. Sin nuestra implicación, no hay sociedad.
Quizá sea el momento de empezar a pedir cuentas, de exigir responsabilidad. No desde el odio ni desde la polarización, porque eso es justo lo que quieren. Nos necesitan divididos, enfrentados, confundidos. Pero ¿y si empezamos a unirnos? ¿Y si dejamos claro que queremos algo más que promesas vacías y peleas de patio de colegio? Puede que sea un sueño ambicioso, pero ¿qué otra opción tenemos? Seguir girando y girando en esta noria sin fin no parece muy atractivo y además terminaremos vomitando.
Un poquito de por favor señorías. Sepan ustedes que, pesar de todo, nosotros no vamos a perder la fe en que las cosas pueden cambiar. Al fin y al cabo, somos nosotros los que sostenemos este sistema. Si empezamos a exigir, si empezamos a hablar alto y claro, quizá logremos que esta noria empiece a girar en otra dirección. Una en la que las prioridades sean las personas, los problemas reales y las soluciones tangibles.
Y mientras tanto, no nos olvidemos de algo fundamental: la vida sigue fuera de la noria. Porque sí, los políticos están ahí y sí, las noticias nos bombardean. Pero nuestra vida, nuestras relaciones, nuestras pequeñas y grandes luchas, eso también importa. Quizá la clave esté en no dejarnos absorber por el mareo y en recordar que, al final, somos mucho más que pasajeros en esta gran noria política.
Así que: Yo me bajo en la próxima, ¿Y usted?