Teodoro León Gross (Málaga, 1966) es uno de los periodistas con más solera de esta ciudad. Licenciado en Filosofía y Letras, el doctor en Periodismo toma el pulso a la actividad política en Andalucía cada semana en el programa matinal Mesa de análisis de Canal Sur.
Autor de ensayos como El periodismo débil, León Gross colabora con medios como El País, Cadena Ser y las cabeceras de Grupo Joly; y ha dado clases en la Facultad de Periodismo de la Universidad de Málaga.
Es también patrono de la Fundación Manuel Alcántara, que trata de divulgar la obra literaria y periodística del escritor malagueño que definió el martini como "un cuchillo disuelto en agua" (además de maestro y querido amigo de León Gross).
En su biografía de Twitter ya da cuenta de su ácido humor y mirada descreída del mundo: "Esto van a ser dos gotas", dijo alguien el día que empezó el diluvio universal. Siempre fue más fácil predecir el pasado".
¿Cuál es tu primer recuerdo de verano en Málaga?
En el viejo Torremolinos, la familia tenía una pequeña propiedad colgada sobre el acantilado, una piscina y una edificación sencilla para acompañar los días de verano. Nos reuníamos decenas de Bevan, Huelin, Gross, Price y adláteres. Allí me tiraron los primos al agua para aprender a nadar por el método salvaje, y vi los domingos temprano salir corriendo a suecas desnudas que habían compartido juerga con los veinteañeros que trasnochaban, allí vi sacar con pinzas las púas de los erizos de la planta del pie con prodgiosa velocidad, allí vi a mi padre salvar a una niña alemana que se ahogaba, a Salvador Moreno Peralta tocar la guitarra, timbas de póker y conversaciones literarias.
¿Y tu primer concierto?
No lo recuerdo, nunca mitifiqué los conciertos. Recuerdo con cariño ver a mi hermano tocar en el parque con un grupo celta llamado Champiñón, y también recuerdo lo de Dire Straits en Marbella a principio de los noventa, porque me quedé profundamente dormido, para estupor de quienes me acompañaban. Yo era fan, pero siempre he sido ante todo fatigable.
¿Recuerdas algún amor de moraga? ¿Qué le dirías ahora?
Vagamente, pero sí: "Qué cierto es eso de que hay que tener muy buena memoria para saber olvidar un número de teléfono".
¿A qué político, a qué famoso y a qué deportista invitarías a una moraga en el Peñón del Cuervo?
¿No se puede ir simplemente con amigos? De los políticos me separa la cosa profesional, de los famosos casi todo, y de los deportistas su vida sana. En todo caso, al portugués Paulo Portas, ¿vale Escohotado como famoso?, y a Valentino Rossi.
¿Cómo es la moraga perfecta? ¿Sardinas, pinchitos o sólo de copas?
Qué insistencia en las moragas. Debo decir que nunca me gustaron. Amo las sardinas sobre todas las cosas, pero me gustan más en la silla de un chiringuito, esos templos populares de la mediterraneidad.
¿Cuál es la peor resaca veraniega que recuerdas?
Muchas fueron la peor, si es que la última no es siempre la peor. Quizá una capea muy calurosa con trece años, junto a mi amigo Miguel Dorronsoro, donde pagué la inexperiencia arreándome una cerveza tras otra. Tuvo todo lo que hace aun peor una mala resaca, desde el autobús detenido en el arcén y un montón de caras estupefactas siguiendo mi agonía hasta las explicaciones en casa.
¿Qué plan no puede faltar en tus veranos?
Amigos, sardinas, tomate y vino, combinados de casi cualquier forma, en condición de local o visitante, mejor descalzo y con los pies en la arena.
¿Cuál ha sido tu feria más recordada? ¿Y esa en la que tienes más lagunas
Apenas tengo ferias en el recuerdo. Desde luego aquella vez en que una novia reciente me arrastró al centro, un tipo se malencaró con ella porque en el maremagnum se le derramó parte de la copa, y mi intervención acabó con un crochet suyo, eso sí, instantes antes de que mi novia, una vascomalagueña de gran carácter, le respondiera con un derechazo definitivo. Lo noqueó. Ella ganó el combate y yo la convicción de un futuro matrimonio. No volví, salvo compromiso inevitable, hasta el día de la despedida de soltero del amigo citado antes. Me quedaron lagunas de esa noche, sí.
La ola del Melillero… ¿cuántas toallas te ha mojado?
Ninguna.
¿Cuál fue tu primer trabajo de verano? Ya sabes, ese al que te metes para ganarte unas pelas y poder salir con tus amigos…
Entre COU y tercero de carrera, dando clases particulares de Lengua para mantener un ritmo elevado de compra de libros... Y de copazos en Lemon.
¿Cuál es tu heladería favorita malagueña?
Ignacio Mira. Pistacho y chocolate o After eight y limón. Como díría Pedro Sánchez, eso es imbatible.
¿Porra, gazpacho o ajoblanco?
Ajoblanco. Pero, como le gustaba decir a mi querido Manolo Alcántara, no hay que limitar la misericordia divina. Todos a su casa vienen.
¿Cuál es ese chiringuito que no falta en tus planes de verano?
Ha habido tres o cuatro chiringuitos, pero sin duda El Lirio. Mis recuerdos por supuesto alcanzan al Pedregalejo anterior al paseo marítimo y las playas de las Acacias, cuando se levantaban los pies en las mesas al llegar una ola, y perduran hasta el cierre del local, donde disfruté de algunas de las comidas más felices en los últimos años. Algunos amigos denominamos Comando Lirio a nuestro grupo de Whatsapp.
¿Dónde te llevarías a tu mejor amigo a comerse un campero? ¿Y a tu peor enemigo?.
¿Qué es un campero? Bueno, creo que tengo una idea aproximada. Debí de probar alguno en la adolescencia, pero me dejó un recuerdo borrable. Se lo recomendaría a todos mis enemigos, pero en principio a ningún amigo.
¿Cuál es tu playa favorita de la provincia?
Sin duda, la cala del Barranco de Maro. Fue el escenario de las mejores excursiones de verano a los catorce o quince años. Allí, con un par de amigos, disfruté de maravillosas experiencias iniciáticas. Especialmente memorable fue el encuentro de tres días con unas peluqueras inglesas que cayeron por allí. Después llegó a ser popular y perdió encanto. Eso sí, cuando he regresado después, siempre ha sido estupendo. También tengo grandes recuerdos de madurez.