Cada vez son más los locales malagueños que recurren al arte urbano para decorar su interior y fachada. Se acabó la Málaga de las paredes blancas y los muros enladrillados para convertirse de la capital del arte urbano, de la explosión de color y la expresión.
El último local en unirse a esta tendencia, que llegó a Málaga hace algo más de una década, ha sido Carretería 111, una nueva taberna cofrade que ha contado con la experiencia de Jonathan Morillas, más conocido como Doger, para recrear en una de sus paredes a Nuestro Padre Jesús Cautivo.
La taberna, de temática cofrade como decíamos, barajaba varias opciones, pero finalmente se decantaron por el Cautivo "porque tuvimos claro que queríamos la figura de un Cristo y que tenía que ser él", asegura Morillas, el artista de murales, a este periódico.
De hecho, el pasado mes de marzo, cuando las calles del barrio de la Trinidad, en situación normal, se hubieran llenado hasta que no cupiera un alfiler para ver al Cautivo, pintó en un muro cercano a calle Mármoles la imagen del Señor "para recrear el ambiente de Semana Santa y hacer felices a las personas que se lo pidieron".
Desde el local están alucinados con el resultado y han expresado su gran agradecimiento al artista "por desprender arte, regalar cultura y dar color a Málaga". Además, no era la primera vez que los dueños contaban con el artista, ya que también lo habían hecho en sus locales El Pasaje y Frida Kahlo.
Ha tardado cuatro días en realizar esta obra, que ha dado la vuelta a la provincia a través de las redes sociales ya que muchos internautas se han quedado impactados con la obra al ser devotos de la Imagen.
Su carrera
Compró sus primeros botes de espray un poco antes de que llegara 1995. Como un niño, comenzó escribiendo su nombre en las paredes con amigos que también se iniciaban en el mundillo. "Mi primer graffiti sería sobre ese año también, cuando pude reunir un poco de dinero para tener más colores", recuerda el artista.
La banda sonora de sus comienzos en las calles de su barrio era el Hip Hop. Llevaba pantalones anchos, "el pelo a cacerola" y los skaters hacían acrobacias por las plazas. "De todas las culturas que había en ese momento, el hip hop fue la única que me atrajo. Dentro de esa cultura hice muchas cosas, bailé break, subí a algunos escenarios a rapear, grabé algunas canciones con amigos en viejas maquetas en cinta de casete y compuse mis canciones, pero, sobre todo, lo que más me gustaba en el mundo era pintar grafitis".
Su sueño era pintar con total libertad. Llegó a Málaga porque su hermana, que vivía aquí, se lo propuso hace doce años. Y aquí se vino. Reconoce que hubiera ido a cualquier ciudad a intentar cumplir su sueño, pero que cuando llegó a Málaga se dio cuenta de que era su sitio mucho más de lo que esperaba.
"El arte urbano enfocado al muralismo que yo hacía, no estaba demasiado visto a grandes rasgos en la ciudad, o esa era mi percepción. Me encontré un centro lleno de paredes vírgenes sin apenas murales y, tras pasar un año aquí, decidí animarme a pintarlos", dice.
Uno de sus sueños más deseados era tener un local con sus obras, ya que en su momento tuvo mucha demanda, pero le ha sido imposible. Sin embargo, vivir independiente comiendo del arte urbano es para él algo muy complicado. "Tienes que trabajar muy duro y la suerte ha de estar de tu lado para poder permitirte que los engranajes giren todos a la par para cumplir tus sueños", expresa.
"Soy muy inquieto y lamento mucho la nueva crisis en la que la pandemia nos ha conducido. Por ella, muchos de mis sueños se han visto directamente afectados, aplazados o directamente han muerto por falta de recursos". De hecho, ha tenido que combinar sus murales con su trabajo como extra de camarero los fines de semana. "A veces me he replanteado dejar de pintar murales para siempre o buscar nuevas vías. Nunca se sabe", lamenta.
¿Es fácil trabajar en Málaga?
El artista reconoce que no es fácil trabajar aquí por el simple hecho de que la gente "no valora el trabajo que haces ni aunque acepten tu propuesta". "Con los años, los artistas hemos ido concienciando a las personas de los precios, pero no es fácil", dice.
"Aquí se lleva mucho el 'todo gratis' o el '¡si tú lo haces muy fácil!'", dice con impotencia. Son frases que considera un insulto, pero por suerte, en sus propias palabras, "ya casi no quedan clientes así". Doger reconoce, además, que la gente quiere calidad, pero no la aceptan ni a la mitad de su valor real, algo que cree que se ha visto incrementado "quizás" por culpa de la crisis que ha dejado la pandemia.