Le encanta la charla, aunque prefiere que su nieta Maite esté al lado de ella por si le cuesta entender algo de la conversación. Se llama Josefa Anguita y, a sus 99 años, las canas se han hecho con su pelo y sus ojos y su sonrisa esconden grandes historias. Pocos le echarían la edad que tiene, y muchos firmarían estar así a su edad. Se quedó viuda muy joven, a los 55, pero ha aprendido a disfrutar de la vida segundo a segundo.
Aunque pueda parecer de otro planeta, las únicas "goteras" que tiene Pepita, como muchos la llaman con cariño, están en la pierna, pero hace poco fue a un doctor en Fuengirola y la dejó como nueva. "Encima me cobró menos porque le caí bien, o eso creo yo. Nos hicimos hasta amigos", dice con una gran sonrisa.
No piensa demasiado en los cien años que hará el próximo mes de julio, pero piensa cumplirlos. "No me gusta nada celebrar mis cumpleaños. Si alguien me felicita me suelo enfadar con esa persona. Me pasa igual que con el Día de la Madre o el de San Valentín. No hay que celebrar solo un día, la verdadera fiesta es que nos levantemos diariamente", reivindica la anciana.
No sabe cuál es el truco concreto para llegar a los 99 con su agilidad mental y física."Lo que sí es primordial es mirarte al espejo cada mañana y decirte lo guapa que estás. Si no te lo dices tú, ¿quién te lo va a decir?", espeta sonriendo. Su lema es que "no hay nadie mejor con quien hablar que tu yo interior".
Así, otro de los consejos de vida de Pepita es que se ha de comer sano y "productos de toda la vida". Y con ello se refiere a "un buen plato de puchero, con condimento" o "un arroz blanco con huevo frito".
"Yo no tengo nada en contra de la comida de ahora, pero sí que es verdad que los refrescos jamás los he tomado, ni he abusado de la harina. No soy de pizzas y hamburguesas, me sale hasta más barato comer bien", argumenta. Así, reconoce que, al menos, una vez al día le gusta tomar un vaso de agua con limón. Nadie se lo ha dicho, lo hace "porque me gusta y porque sé que me sienta bien".
El deporte es otra de sus grandes pasiones, aunque a veces Pepita tenga que levantarse de la cama con una voz interna que diga "¡Vamos Pepa, que al final tu cuerpo lo va a agradecer!" y la pereza intente ganarle.
Los lunes y los miércoles suele acudir al polideportivo de su distrito, Puerto de la Torre, a practicar ejercicio con sus amigas. A día de hoy, es la usuaria más mayor de los servicios deportivos del Ayuntamiento de Málaga y, de hecho, por este motivo, el pasado mes de diciembre fue homenajeada por el Área de Cultura y Deporte.
"A mí me encanta. Me lo paso fenomenal y es bueno para la salud. También me gustaba mucho dar mis paseos de un lado para otro, pero es cierto que le he cogido miedo un poco a la calle por el tema de la pandemia. Antes salía mucho más", explica.
Recuerda con angustia el momento en el que sufrió un ataque de ansiedad tras ver durante muchos días cómo sus nietas pasaban por su casa y la saludaban a distancia. "Es difícil de entender a mi edad. Yo quería abrazarlas. Me puse a llorar muchísimo y me agobié", relata.
Uno de los pilares fundamentales en la vida de Pepita es la familia. Siempre está rodeada de ella. No cambia por nada una tarde con sus nietas. "Conmigo, con la edad que tengo, se lo pasan mejor a veces que con algunas de sus amigas jóvenes, nos pasamos el rato a carcajadas. A mí la risa es algo que no se me va. Hay que tener sentido del humor, si no, estamos perdidos", reconoce.
La política le repatea y es muy crítica con ella. "No hay ningún político al que se le muevan las tripas por lo que estamos pasando", encaja. Le gusta estar enterada del mundo que le rodea y sigue la actualidad diariamente a través de la televisión, que le entretiene mucho. Aparte de las noticias también ve a Juan y Medio. "¡Pero yo no busco novio ni tengo interés en encontrar a nadie, que quede claro! Siendo independiente se vive muy bien", exclama a carcajadas.
"Cuando veo el programa también me da mucha rabia escuchar cómo hay personas mayores a las que sus familias descuidan. No entiendo cómo alguien no puede cuidar de su madre, que le trajo al mundo. Es imposible entenderlo, me da mucha rabia. Muchos tienen cuatro hijos y me extraña que ninguno sea capaz de hacer algo por su madre", añade.
Pepita perdió muy pronto a su marido Alfonso, militar en el ejército del aire. Se casó cuando era una niña, a los 21. Es de Jaén, pero ya se considera malagueña de adopción en el Puerto de la Torre. Se trasladó a Málaga porque le recomendaron la ciudad para uno de sus hijos, que estaba enfermo. "Para mí el Puerto de la Torre lo tiene todo, de aquí no me he movido al final. Me encanta mi zona porque lo tengo todo a mano y la gente es estupenda. Es una zona muy sana", dice a carcajadas.
Le gusta leer y escribir, pero "lo hago muy mal porque no aprendí de pequeña como la gente de mi edad, a los que no nos enseñaron nunca". Cuando se pone delante de un libro, trata de repetir en voz alta esa frase que le ha gustado tanto y que tiene poder de reflexión y la comparte con su familia.
A su sentido del humor se suma su gran sinceridad. A sus 99 años se ha dado cuenta que es mejor decir la verdad y hacer daño, que soltar una mentira. "Muchos no lo entenderán, pero cuando lleguen a mi edad me darán la razón. Te pelearás por el camino con mucha gente por ser sincera, pero al final es lo mejor. Yo no me arrepiento a mi edad de nada de lo que he hecho", relata.
De hecho, en un momento de la entrevista, Anguita hace un llamamiento a la sociedad sobre algo que no le gusta absolutamente nada y que "merece una reivindicación". "Voy a aprovechar para pedir que hagan algo más bonito que el andador para las personas mayores. Yo lo llamo 'el antipático'. ¿A quién le va a gustar eso?", se pregunta indignada. "Lo mismo la gente se cree que estoy chiflada, pero a mí siendo así me va divinamente. No pienso cambiar a estas alturas por nada ni nadie, porque yo soy muy feliz", zanja.