La filoxera en Málaga: la plaga que devoró La Rioja del sur
Entre las grandes desgracias que han arrasado a lo largo de los siglos la provincia malagueña destaca el azote del insecto que acabó con las vides de una industria que en el XIX parecía imparable.
19 febrero, 2022 05:00Noticias relacionadas
Una de las elucubraciones con la que los jóvenes estudiantes más disfrutan perdiendo el tiempo en las clases de Historia es qué hubiera pasado en el pasado si en realidad no hubiese pasado lo que pasó. Fantasías del tipo "¿y si Colón no llega a descubrir América?", ¿y si los nazis hubieran vencido en la II Guerra Mundial?" o, como explora el escritor Kim Stanley Robinson en su novela Tiempos de arroz y sal, "¿y si la peste negra hubiera acabado con la población europea en el siglo XIV?". Preguntas ociosas e imposibles que suelen exasperar a los profesores, pero que proporcionan impulso a las "ucronías", esos tesoros de la imaginación explorados sobre todo en el género literario que usted conoce como ciencia ficción.
Estas historias contrafactuales encierran un momento, el llamado punto Jonbar, que es la piedra clave del "What if…?"; esto es, ese instante en el que todo hubiese sido distinto si en lugar de aquello hubiera sucedido aquello otro.
Y, como siempre, ¿a qué demonios viene este rollo? Pues esta larga exposición nos sirve de excusa para hablar esta semana del pujante pasado vinícola de Málaga que se vio abruptamente truncado por la filoxera a finales del siglo XIX, en una de las épocas más florecientes de nuestra provincia. Un crecimiento que abarcó los terrenos social, cultural político y económico, con un aumento de la industrialización y la agricultura, siendo el elemento central el cultivo de la vid.
Pero ¿y si el dañino insecto no hubiera llegado a Moclinejo para acabar con este pujante comercio? ¿La fama de los caldos malagueños seguiría por delante del reconocimiento de los de La Rioja? ¿Sería hoy Málaga La Rioja del sur? O, más bien, ¿sería hoy La Rioja la Málaga del norte? ¡Ah, tantas y tantas aristas por explorar y tan poco tiempo! Por ello dejamos estas cuestiones en las capaces manos de los escritores de ciencia ficción locales.
Tiempos de vino y aceite
La llegada de los fenicios a Málaga antes de que este terruño recibiera este nombre es otro punto Jonbar por escudriñar ("¿y si nunca hubieran pasado por aquí?"… bueno, ya basta de supuestos ucrónicos). Porque los fenicios introdujeron todo tipo de cultivos en estos lares: desde almendros a olivos, pasando, cómo no, por las vides.
Un cultivo que mantuvieron las culturas romana, bizantina, visigoda e incluso musulmana, y que en tiempos de los Reyes Católicos se protegió con una cédula especial referente al comercio del vino de Málaga. La cosa funcionaba desde antiguo, con unos Montes de Málaga perfilados por centenares de lagares, y la germinación de gremios como la Hermandad de Viñeros o el Montepío de Socorro de Viñeros y Cosecheros. El crecimiento fue tal que en el siglo XVIII el ‘jarabe malagueño’ ya había alcanzado fama mundial, siendo Catalina la Grande, la mismísima zarina de Rusia, su mejor embajadora.
Con estos mimbres, durante el primer tercio del siglo XIX casi toda nuestra provincia basó su economía alrededor de la uva, sector que no paraba de crecer y que impulsó otras industrias. De hecho, fue clave después de que se superaran graves crisis acaecidas por las consecuencias de la Guerra de Independencia americana, la pérdida de las colonias y la lucha contra los franceses. Pero a pesar de este movidito siglo, se calcula que en 1877 había cerca de 120.000 hectáreas en Málaga dedicadas al cultivo de la uva, moscatel principalmente.
Diario del año de la plaga
Y al año siguiente, el mazazo. Como recuerda el estudioso Miguel Torres López de Uralde, aunque ya antes se habían registrado algunos casos, la expansión de la filoxera por Andalucía comienza en 1878, siendo el epicentro el lagar La Indiana de Moclinejo, propiedad de Eugenio Molina. No es el único foco de la plaga en España, también llega por Oporto y Gerona, y, de hecho, el de Málaga sorprende porque no responde a la esperable expansión natural del insecto por Europa.
Es, por tanto, un fenómeno de importación de un bicho que vive de las vides y las consume poco a poco, matándolas en tan sólo cuatro años, y que se cree que llegó en plantas americanas infestadas procedentes de Burdeos.
El avance progresivo de la filoxera encontró un aliado en que la mayoría de los agricultores pensó que la larga sequía que se venía padeciendo era la causa de la pérdida de las cepas. Mientras, el insecto se extendía por toda la provincia, saltando de la Axarquía al litoral de Vélez-Málaga, la Vega del Guadalhorce, Coín, Ronda, Setenil, Estepona, Manilva… Estamos saliendo de una pandemia, sabemos cómo funciona la cosa.
Los expertos no tardaron en llegar para estudiar el asunto con el fin de tratar de contener la plaga. Se pidieron ayudas económicas al Gobierno, que cayeron en saco roto, y se recurrió a la replantación con especies resistentes y al empleo de insecticidas para mantener las cepas originales, pero no funcionó.
Los augurios ya entonces cortaban el aliento: las predicciones, que se hicieron realidad, hablaban de la desaparición de los viñedos, que los Montes de Málaga y el resto de los parajes se desecarían y que el colapso económico lo arrastraría todo a su paso. Hay que recordar que el viñedo malagueño había pasado de ser un cultivo orientado al autoconsumo a ser una agricultura comercial altamente especializada, suponiendo una reordenación que configuraba la realidad del territorio.
Y, tras sólo una década, en la provincia de Málaga no quedaron vides de las dos variedades típicas de la región: la moscatel y la pedro ximénez.
Las uvas de la ira
Las consecuencias de la debacle económica sumieron a los malagueños en una época muy dura, marcada por intensas penalidades, pobreza y hambre, un caldo de cultivo que favoreció la conflictividad y las protestas. Los periódicos abundaban en llamamientos a la caridad para auxiliar a familias enteras que se morían de hambre y en 1889 se creó la Liga para el Socorro de Indigentes, lo que hoy equivaldría a los bancos de alimentos.
En una Málaga cada vez más hundida, algunos pueblos se transformaron en lugares donde malvivían desesperados que veían la emigración a América como la única salida posible. Zonas completas de la provincia perdieron su población ya que los jornaleros no tenían medio para subsistir. Y lo peor estaba todavía por llegar: la Guerra Civil.
El año de las lluvias torrenciales
Como escribimos, el paso de una agricultura tradicional a una moderna e intensiva había modificado también el paisaje. El proceso había sido lento y comenzó tras la Reconquista de Málaga. Lo que en un principio era un bosque de encinas, alcornoques y quejigos fue trasformado, en el siglo XV tras el reparto de las tierras por parte de los Reyes Católicos, en campos de viñedos, almendros y olivos, talándose para ello masivamente el bosque autóctono.
Por esto, el abandono del campo trajo la rápida desertización de los Montes de Málaga, lo que, sin duda, está detrás de las grandes inundaciones que sufrió la ciudad a principios del siglo XX. Los Montes estaban desnudos y las lluvias arrastraban las tierras: de aquellas tormentas, estos lodos.
Pero no hay mal que por bien no venga, o eso dicen, y en estas riadas podemos encontrar una de las semillas del Parque Natural de los Montes de Málaga: entre otras actuaciones, se construyó el embalse del Agujero, llave de paso del río Guadalmedina, y más tarde, en 1948, se procedería a la reforestación de su cuenca, cuando se comienzan a replantar los montes, con pinos carrasco por su rápido crecimiento y adaptación.
Y así, en 1989 la solución ante las inundaciones que azotaban a la ciudad se convirtió en un Parque Natural de más de 5.000 hectáreas que sigue configurando la realidad de la provincia. Pero ¿y si no se hubieran acometido estos proyectos? ¿Cómo sería el día a día de esa Málaga alternativa? ¡Otro punto Jonbar que desgranar por los amantes de los rompecabezas mentales!
Días de vino y rosas
En la actualidad los vinos de Málaga viven una recuperación muy dulce, nunca mejor dicho. A base de largos años de esfuerzo y empuje, la provincia cuenta con tres denominaciones distintas relacionadas con los viñedos y gestionadas por el consejo regulador.
Dichas denominaciones de origen protegida (DOP), que llegaron con el presente siglo, son las de "Málaga", "Sierras de Málaga" y "Pasas de Málaga", y cuyos fines principales son la representación, defensa y desarrollo tanto de los vinos como de las pasas malagueñas.
La DOP Málaga delimita una zona de producción compuesta por 67 municipios de cinco ámbitos geográficos: Axarquía, Montes de Málaga, Norte de Málaga, Manilva y Serranía de Ronda.
En cuanto a la DOP Sierras de Málaga, la producción se amplía al resto de la provincia, distribuyéndose todos sus municipios en siete unidades geográficas menores que la zona amparada: Axarquía, Costa Occidental, Manilva, Montes de Málaga, Norte de Málaga, Serranía de Ronda y Sierra de las Nieves.
Por último, la DOP Pasas de Málaga ampara las uvas pasas obtenidas mediante el secado al sol de frutos maduros de la variedad moscatel de Málaga o moscatel de Alejandría, cosechada y secada en la comarca de la Axarquía o en la subzona de Manilva.