No ha sido sencillo para él poder sacar un hueco para hablar. Acaba de terminar la Semana Santa, una de las épocas del año en la que más solicitado está, puesto que vende en la calle uno de los elementos más importantes de esta: el incienso.
Se llama Salahddin y es marroquí. Pocos saben su historia en Málaga, pero todos lo conocen. Lleva desde el año 1999 impregnando de ese peculiar olor a incienso la calle Nueva de la capital, con su humilde puesto de venta, situado frente a la Iglesia de la Concepción. Desde entonces, no se ha movido de allí "porque es el lugar adecuado donde le dejan vender sin problemas ni molestar a nadie".
Llegó desde Marruecos como estudiante. Salah, como le suelen llamar, estudió para ser capitán de barco, en la Marina. Sin embargo, tras acabar sus estudios, el tiempo le demostró que en España "al ser extranjero no me dejaban ejercer". Por ello, decidió dedicarse al mundo de la hostelería y al de la traducción para ganarse la vida.
"Trabajar para otro es muy complicado, y más en el mundo de la hostelería. Tienes que aguantar muchas cosas, así que decidí que vender incienso, algo que ya hacía en Marruecos, podía estar bien. Así trabajaba para mí mismo", cuenta Salah, que comparte el negocio con su hermano Nordin. Se reparten el trabajo en turnos de lunes a sábado de 10 a 14 horas y de 17 a 20 horas.
Su hermano Nordin también le ayuda a vender en la calle pero es una de las piezas fundamentales del negocio. Se encarga de ir a Marruecos a recoger la mercancía y los productos que venden. "Los recogemos en Marruecos, pero el material llega directamente de Omán", cuenta Salah. Omán es un país de Medio Oriente considerado como el principal productor del considerado como mejor incienso del mundo.
Cuando es cuestionado acerca de por qué no se fue cuando lo rechazaron como capitán, Salah reconoce que no lo hizo porque está "enamorado de Andalucía". "He viajado por otros países donde quizás podría cobrar más, pero valoro mucho mi calidad de vida y estoy enamorado de esta tierra, por eso me quedé", explica.
Compagina su trabajo como vendedor de incienso (antes de llegar a Málaga vendió en otras ciudades andaluzas como Huelva, Granada o Sevilla) con el de traductor en una empresa de Granada, Ofilingua. En ella, se dedica a traducir documentos para juzgados y comisarías.
"Vendo incienso porque es una de las cosas que dejaron los árabes en España. Es una de las cosas que tenemos en común. Se nota que los árabes estuvieron aquí cerca de ochocientos años", comenta Salah, que reconoce que vender en la calle tiene ventajas, pero también inconvenientes. "Normalmente no tengo problemas, pero sabes a lo que te enfrentas con determinados clientes que no respetan, otros vendedores... pero, en general, bien".
En cuanto a la Semana Santa, Salah explica que habitualmente suelen incrementarse las ventas, pero este año ha sido la excepción. "Hemos vendido menos. No ha tenido que ver el cambio de recorrido porque en calle Nueva ha habido tranquilidad a excepción del Domingo de Ramos y el Miércoles Santo, que tuvimos que recoger el puesto porque pasaban procesiones por allí. Otras pasaban por Especerías, pero no me supuso nada. El Jueves Santo fue el mejor día de ventas", declara.
Sin embargo, señala algo anecdótico, pero peculiar. "Vendí mucho más el año pasado. La gente tenía ganas de Semana Santa, pero como no hubo procesiones en la calle, lo compraban para llevar la Semana Santa a sus casas", dice.
"El incienso, o lo amas, o lo odias", espeta Salah en un momento de la conversación. Define a sus compradores como "amantes del incienso". No tienen un perfil concreto. Turistas tanto nacionales como internacionales, clientela local... "El verano creo que se presenta bien. Hay que ser positivos", expresa.
¿Y una persona que vende incienso todos los días pone incienso en casa? La respuesta es sí. "¡No me canso! A mí me encanta. No solo por el aroma, sino porque acaba con los insectos y los malos olores. Yo siempre lo recomiendo también por eso, es muy útil", aclara.
Y sobre el 2020 y el confinamiento, "mejor olvidar". "Fue horrible. Muy malo. Tuvimos deudas porque no entraban ingresos en casa, no recibimos ninguna ayuda, tampoco humanitaria, aunque lo intentamos en Cruz Roja. Lo poco que teníamos ahorrado se nos iba con el alquiler. La ayuda familiar fue clave: amigos, conocidos, familiares... y así hemos ido tirando, con positividad", zanja, aún resoplando ante esos difíciles momentos.