Eran las cuatro de la tarde de un día entre semana de invierno y Pepa ya estaba a punto de dar de mano cuando llegaron dos hombres, uno de ellos de rasgos extranjeros, "alto y orejón como el que iba por los pueblos vendiendo ajos". Pepa Baeza, dueña y responsable de la ahora celebérrima fonda que lleva su nombre en Carratraca, Casa Pepa, los atendió con la amabilidad y la sencillez que la caracterizan, al tiempo que les comentaba que, a esa hora tan tardía, sólo podía ofrecerles un pucherito de primero y magro con tomate de segundo, porque no tenía otra cosa y, bueno, aquí no hay cartas ni menú: te sirven lo que ese día hayan hecho en la cocina. Ni tan mal, vamos.
Ni cortos ni perezosos, los dos visitantes no pusieron demasiadas pegas y procedieron a dar buena cuenta, en silencio, moviendo el bigote, de un almuerzo tan casero como reparador. De un almuerzo, como se vio, digno de un rey.
Tras el postre y el café, cuando ya se marchaban, y ante la aparente indiferencia de Pepa, uno de los comensales le dijo: "Pero ¿acaso usted no sabe a quién acaba de servirle la comida? ¡Este hombre es el príncipe Carlos! ¡El príncipe de Gales, hijo de Isabel II y futuro rey de Inglaterra!". Sea por el cansancio, la sorpresa o la incredulidad, Pepa, como Josep Lluís Trapero, sólo atinó a decir, recuerda su hija Dori Sánchez: "Pues muy bien."
Sin embargo, con el paso del tiempo Pepa ha sido consciente de un encuentro que le ha reportado una de las anécdotas más jugosas de la provincia.
Y pagó lo mismo que todos
Pepa Baeza cuenta hoy con 89 primaveras en su haber y, aunque ya no carga sobre sus hombros con la responsabilidad de sacar adelante la fonda que hace más de medio siglo levantó con esfuerzo, sigue ayudando en la cocina a su hija que es quien nos relata este recuerdo cuya imagen puede que sólo permanezca en la memoria de tres personas.
Porque la mesa donde comió el príncipe Carlos, a pesar de que todavía está en la fonda, no puede hablar (por lo que sabemos), ni rememorar el instante en el que el ahora Carlos III de Inglaterra se sentó a ella. Ni la mesa, ni las fotos familiares ni los aperos que adornan las paredes de Casa Pepa.
Claro, el problema es que no hay fotos. "El príncipe Carlos vino a la casa de mi madre hace muchos años, era muy joven y todavía no se había casado con Lady Di; ahora sólo tenemos que echar mano al bolsillo para sacar una cámara, pero entonces creo que mis padres ni siquiera tenían una". Por supuesto que, si llega a saber la repercusión que aquello habría de tener, seguro que Pepa se las habría ingeniado para tomarse una instantánea junto al príncipe de Gales.
Porque hay quien no la cree. Los pueblos son como son. Pero, según Dori, "un primo policía que trabajaba en Málaga, cuando mi madre contó lo que le había pasado, le aseguró que sí, que no la habían engañado, que tenía que ser Carlos de Inglaterra, ya que estaba realizando una visita de incógnito por la provincia, y que incluso había ido a El Chorro y a Teba".
Lo de Teba proporciona un halo de verosimilitud al asunto porque en aquella localidad tuvo lugar uno de los hechos históricos más curiosos de la provincia y del que ya escribimos aquí en EL ESPAÑOL de Málaga: la historia del castillo de la Estrella, que fue el epicentro de una batalla que trajo las Cruzadas a Europa de manos del conde escocés sir James Douglas, apodado Black Douglas, y que luchó por la independencia de Escocia.
Carlos III dijo una vez: "soy una persona normal colocada en una posición extraordinaria". Algo que Pepa Baeza también podría haber dicho sin ningún problema.
En la soledad del interior de la provincia
El encuentro con el futuro rey pilló a Pepa sola, "aunque estaba con una tía mía, ésta no salió de la cocina y no lo vio". "Era invierno y la cantidad de gente que venía entonces entre semana no era tan elevada como ahora, había menos tránsito y menos comensales, y estaban a punto de cerrar". Carratraca es un pueblo que apenas alcanza el millar de vecinos, por lo que nos podemos hacer una idea de su ajetreo aquella jornada.
No obstante, la localidad, durante algún tiempo después, gracias a su balneario, sí vivió una época de bonanza, con numerosos visitantes que llegaban para disfrutar de sus aguas. Sin embargo, los baños, que están justo enfrente de Casa Pepa, fueron transformados en un hotel de cinco estrellas, que sumó exclusividad y restó turistas al municipio. Un Villa Padierna que ahora está cerrado, sin fecha de apertura prevista.
Así que a Carratraca, que es un pueblo cargado de historia y que merece mucho la pena visitar, cada vez llegan menos foráneos. Y los que llegan lo hacen atraídos en gran medida para disfrutar de la cocina tradicional, la que se basa en los productos de temporada, de Casa Pepa, disfrutando así de un buen almuerzo en un lugar repleto de encanto.
Y aunque Pepa ya no es quien lleva la voz cantante frente a los fogones, todavía puede decir con orgullo que seguro que su magro con tomate es mejor que el que le servía Isabel II a su hijo Carlos, si es que la reina madre cocinó alguna vez en su vida.