Adriana corretea por la casa con su espada de juguete en la mano, lo normal a sus tres años. Tiene el pelo muy rizado, una risa pilla y unos gigantescos ojos azules que buscan enseguida complicidad en los de su madre, Patri, que solo tiene 22 y está sentada en la cocina junto a la abuela de Adriana, Ely, que tiene 38. Ely y Patri se llevan tan poco tiempo y se parecen tanto que parecen hermanas en vez de madre e hija. Ambas esperan a que María José, de 90, termine de acicalarse para la entrevista. Ella es la tatarabuela de la pequeña. Mientras tanto, Sorec, la bisabuela, que tiene 67, duerme al pequeño Eidan, al tío de Adriana, que apenas tiene un mes de vida. Aunque pueda parecer difícil de entender y haya que sacar bolígrafo y papel para imaginarse el árbol genealógico de esta familia, no son más que cinco mujeres guerreras -qué irónico el uso de la espada de Adriana- que comparten los mismos genes, incluido el del amor por la crianza.
La matriarca es María José, que a sus casi 90 años solo sufre unos leves achaques a la hora de caminar y escuchar. Conserva a la perfección su memoria y su genio. "Aunque ya no vivo allí, yo soy de El Perchel", subraya. Igual que gran parte de la población va al gimnasio para trabajar sus músculos a diario, ella trabaja el cerebro bebiéndose los libros uno tras otro a través de sus gafas moradas, que le hacen más grandes los ojos por el aumento. Apoyada en su andador, muestra con orgullo su amplia librería donde hay ejemplares muy antiguos, pero también muy actuales como El día que se perdió el amor, del malagueño Javier Castillo. "Ahora leo Un millón de gotas, de Víctor del Árbol. Ya llevo la mitad y lo empecé ayer", dice con orgullo. "Cualquiera tiene en esta casa una falta de ortografía. Con el carácter que tiene, nos comemos el libro", bromea su nieta, Ely. Compagina la lectura con el visionado de concursos como Saber y ganar o Pasapalabra, dos citas que no faltan en su día a día.
María José se casó con Francisco, quien le regalaba flores casi a diario. "Muchas veces le regañaba porque tenía el anterior ramo nuevo", matiza. Hace siete años que él se marchó y reconoce que fue un "gran marido" porque siempre la dejó ser quien ella quisiera ser pese a los años que corrían entonces. "No era lo normal. Él nos hacía sentir a todas las mujeres de la familia su ojito derecho, desde mi madre hasta Ely o sus niñas", cuenta con orgullo Sorec, su hija, quien asegura que "jamás han vivido el machismo en casa". María José tuvo un total de ocho hijos con Francisco, cuatro hombres y cuatro mujeres, así como un aborto que ella considera como un parto más. Los tuvo a todos en cuestión de diez años. "En mi casa todos trabajaban por igual. Daba igual que fueran hombre o mujer. Todos hacían la cama antes de irse de la casa. Era lo que yo les pedía siempre. También les enseñé a hacer de comer, no por librarme yo de ello, sino por el hecho de que supieran valerse por ellos mismos cuando yo faltara", cuenta.
Sorec, una de sus hijas, tiene 67 años y nació en Marruecos, donde sus padres vivieron una temporada por motivos laborales, pero más allá de lo que indique su DNI, ella se siente malagueña, puesto que lleva desde los cinco años residiendo en la capital. En un primer momento, trabajó como telefonista en hoteles, después fue la propietaria de la cafetería del instituto Gaona y por último se dedicó al mundo de la estética y abrió su propio negocio, en el que acabó jubilándose. "Además de todo eso hay que sumar que soy ama de casa, madre, abuela y bisabuela. Quién me lo iba a decir", asevera. En su caso, ella tuvo tres hijos, dos mujeres y un varón. Se casó con 22 años -la edad actual de su nieta mayor- y un año y cinco días después ya daba a luz al primero de sus tres retoños.
Se ríe al recordar cuando su hija Ely le contó que estaba embarazada con apenas 16 años. "¿Has comido? Pues siéntate, que te voy a dar el postre", le planteó la joven. Le impactó muchísimo, no esperaba ser abuela tan pronto, pero la acompañó en el proceso desde el minuto uno "sin dejar de pensar que era una niña" y que pese a que trajera una vida al mundo seguiría viviendo en su casa y estudiando, al igual que su novio podía ir a casa siempre que quisiera y sin ningún tipo de prohibición. "Tendría que ver a su niña a cualquier hora, aunque saliera de trabajar tarde, ¿no?", añade.
"Yo estoy súper orgullosa de mi hija Ely desde siempre. Todo lo que se ha propuesto en la vida, lo ha hecho, a pesar de que con veinticinco años ya tenía a tres hijas [Patri, Andrea y Raquel]", reconoce. De hecho, recuerda emocionada una de las visitas al pediatra con Patri; ella acompañó a su hija. El doctor, viendo la edad de Ely, solo se dirigía a ella para contarle cómo se encontraba la pequeña: "Mi hija se levantó y le dijo que la madre de la niña era ella, no yo. El hombre me dio la enhorabuena por la hija que tenía, porque no todas las madres jóvenes como ella tienen esa valía".
Ely y su abuela sonríen al escucharla. "En mi primer cumpleaños siendo madre, todo el mundo me regaló cosas para el bebé, pero nadie tuvo un detalle para mí. Como una niña que era, me puse a llorar. Fue mi abuela la que fue a comprarme un regalo y me lo trajo. No se me olvidará en la vida", relata. Ely ha sido siempre una buscavidas. "Era de las que iba de allá para acá, vendiendo con carros o depilando cejas a domicilio, hasta que pude abrir mi primer local de estética en 2010. Mientras tanto, también hacía algunos servicios en el salón donde trabajaba mi madre. Mira cómo son las cosas que ahora tengo una fusión de todo, tenemos dos locales en la familia, uno de estética y peluquería, y otro de moda. En mis negocios he criado a mis tres niñas y ahora a Eidan", dice.
Llama la atención el contraste que hay entre cómo anunció Ely su embarazo a Sorec a cómo le anunció Patri a Ely el suyo. Una tenía 16 y otra 19, pero la principal diferencia es que el de Patri está publicado en YouTube y tiene más de tres millones de reproducciones. En Hermanas Fernández y mami, el canal que tiene Ely con sus hijas en YouTube, la familia acumula más de 500.000 suscriptores -a los que hay que sumar los de los canales individuales y los seguidores de TikTok e Instagram-. En el vídeo se puede observar la llamativa reacción de Ely, que en un principio cree que todo se trata de una broma para un vídeo viral -fue abuela con solo 35 años-.
En el vídeo, Patri lo dice claro: "Voy a tenerlo y pa'lante". Ahora es mamá de una niña de tres años que ha sido para todas "la alegría de la casa". Junto a su madre, ambas forman un tándem perfecto para organizarse en el trabajo y en casa.
Patri, en algún momento de la conversación, se queda boquiabierta escuchando a su bisabuela, quien siendo una niña, con apenas tres años, vivió la guerra en sus propias carnes. Aún recuerda el trauma que le causaba el ruido de los aviones. "Yo no he vivido algo así y me da miedo pensarlo, pero reconozco que aunque tenemos cientos de facilidades, también tenemos cientos de complicaciones. Nuestra generación no puede independizarse. Yo lo veo muy lejano, de hecho. ¿Me meto en un alquiler de 700 euros? No tiene sentido. Mi niña está muy bien criada y tiene muy buena vida, pero me da pena que no tenga ese espacio porque no pueda permitírmelo tal y como están las cosas", apunta la joven.
Su abuela Sorec asiente con la cabeza. "Los jóvenes no pueden comprarse ni una casa ni un coche. Yo antes iba con 5.000 pesetas al supermercado y podía hacer una compra en condiciones. ¿Qué hace la pobre con 30 euros ahora? Nada", lamenta.
A Sorec le hace mucha ilusión el éxito que sus hijas y nietas han tenido en redes sociales: "A mí me encanta que me paren hasta en el gimnasio para decirme que las siguen porque son muy sencillas, muy normales". Patri, Ely, Raquel y Andrea lo dicen en cada vídeo, no son una familia usual, pero "es lo que hay". "Mi madre y mi padre no están juntos, pero todos hemos vivido en la misma casa hasta que ha nacido Eidan, que es de otra pareja. Nos hemos ido de vacaciones juntos y hasta trabajamos con él. Para mí es mucho mejor, los disfruto a los dos", manifiesta Patri.
Sus seguidores han vivido incluso el parto de Adriana y la angustia de Patri y su familia durante el confinamiento. Como su hija nació el 29 de febrero de 2020, no pudo tener esos primeros días "idílicos" que desea cualquier madre primeriza. Pese a ello, la vestían con trajes nuevos cada día, aunque fuera para que la pequeña tomara el sol en la terraza y viera a los vecinos aplaudir a los sanitarios. "Tuvimos que estar muy pendientes de Patri, fue algo muy duro y difícil, pero bueno, ahora estamos súper felices con nuestra bebé", dice Ely, refiriéndose a Adriana, que fue toda una revolución para ellas.
Para la tatarabuela María José, lo que Ely y sus hijas hacen forma parte de "la otra televisión" y ella siempre las incita a hacer "lo que quieran". "Abuela, ¿a que tú sabes que somos famosas?", le dice Ely entre risas, añadiendo que tiene más que asumido que si su abuelo Francisco estuviese vivo "sería influencer" como ellas. Como hiciera el recientemente desaparecido Carlos Saura, Francisco siempre iba con su cámara a todas partes. "Grabó todo el proceso del embarazo de Patri. Me grababa dando vueltas cada mes para que se viera la evolución de la barriga, como ahora se hace en Tik Tok. ¡Siempre fue moderno!", bromea.
Machismo generacional
Como todas las mujeres del mundo, reconocen que les preocupa a diario cómo el machismo sigue siendo una de las mayores lacras de la sociedad actual. Menos María José, la más mayor, que no recuerda haber sufrido ninguna actitud machista, Ely, Patri y Sorec tienen más de una anécdota en la cabeza. Las de Ely y Patri vienen sobre todo de las redes sociales, mientras que las de Sorec siempre se han producido físicamente.
Ely y Patri aseguran que siempre que reciben comentarios negativos, principalmente en sus cuentas de Instagram, normalmente, estos vienen firmados por mujeres. "Los ataques siempre suelen ser femeninos. Eso también es machismo. La mayoría de los mensajes de ese estilo llegan por el tema de la lactancia materna. Patri sigue dándole el pecho a Adriana a sus tres años porque quiere, pues la juzgan por ello. También amamanta, cuando yo no puedo, a su hermano Eidan. ¿Por qué es malo eso? ¿Porque ellas lo digan? A mí me hace un favor, me ayuda cuando tengo que ir a comprar o al gimnasio y ella se queda cuidándolo. Si tiene hambre, le da el pecho y punto", expresa indignada.
También reciben comentarios sobre el aspecto físico de ambas. En alguna ocasión, tras publicar alguna fotografía o vídeo en su cuenta de Instagram, a Patri le han preguntado si estaba embarazada. "Tengo que ponerme a aclarar algo tan sencillo como que a una mujer se le hincha la barriga cuando va a ponerse mala con la regla o cuando está ya en sus días", dice. Así, Ely lamenta que cuando sube ella una foto en ropa interior, la "veneran", mientras que si lo hace su hija es todo lo contrario: "Lo hace igual que su madre, por ser joven no cambia nada". Madre e hija reconocen que la sororidad debe ser primordial en la sociedad actual y su familia es sinónimo de ella. "Nos ayudamos todas unas a las otras, por eso podemos tener la familia tan grande y bonita que tenemos", sostiene Patri.
Sorec tiene otra visión diferente. Recuerda que hace ya bastantes años mandó a su único hijo varón a comprar al supermercado. "Una vecina me dijo que por qué iba él y no mis hijas. ¿No tienen las mismas manos mis hijos que mis hijas?", se pregunta. Así, también recuerda cómo en su juventud la sociedad le decía cuál era la longitud adecuada que tenía que llevar en su falda. "Cuando tenía 19 años, recuerdo que iba por la Alameda comiéndome un helado con mis amigas. Un hombre me dijo que iba a chuparme mis partes como yo estaba chupando el helado. No se me olvidará en la vida. Le aplasté el helado en la cara y salimos todas corriendo para coger el primer autobús que pasaba por allí. Estaba asustada, pero orgullosa de lo que hice en el fondo", confiesa.
"Yo a todas esas personas les diría: '¿Envidia o caridad?'", espeta la tatarabuela, interrumpiendo la conversación, y demostrando que ella es la raíz de la planta de la que todas las flores beben. "Que esta familia tenga cinco generaciones es el orgullo más grande que una pueda tener. Si nunca pensé que podría pasar 60 años de casada con mi marido, porque creía que alguno de los dos nos iríamos antes, mucho menos pensaba que iba a ver cómo se formaba esta bonita familia. Mi pena es que Francisco no haya podido conocer a los más pequeños, como a Adriana", zanja. Allá donde esté, su marido estará tranquilo, porque María José tiene el mejor ramo de flores que ha podido tener nunca.