Es Antonio Fernández Montoya y es El Farru, una persona que no puede deshacerse de su corazón artista ni de la sangre que corre por sus venas y que evocan a una saga de artistas sin la que no se puede entender el flamenco.
Dicen que heredó la luz para bailar de su abuelo Farruco, aunque él se plasma como una raíz de una gran familia en la que cada uno brilla a su manera.
Avanza que tienen un "ambicioso" proyecto entre manos que le "quita el sueño" y que lo llevará al escenario a hacer cosas que "nunca" antes ha hecho, pero antes, el próximo 28 de junio, subirá a las tablas del Teatro Soho CaixaBank para evocar el flamenco más visceral.
Llegas a Málaga con ‘Fiesta flamenca’, ¿de qué se trata?
‘Fiesta Flamenca’ nace de la naturalidad; de hecho, tiene más del 50% de improvisación. Es un pequeño guiño de las fiestas flamencas que fueron universidades de los antiguos flamencos, de esos momentos en los que se juntaban y compartían su arte. Ellos aprendieron compartiendo unos con otros en esas pequeñas reuniones donde saltaban chispas.
¿El flamenco es técnica o improvisación?
Yo creo que tiene más de improvisación que de técnica, aunque, por supuesto, para improvisar y para mostrar lo que se te ocurre tiene que haber una preparación y un conocimiento previo. Podemos decir que es más conocimiento que técnica. Yo creo que el flamenco es algo espontáneo, que tiene que ver con tu experiencia, con tu saber y con tu manera de expresarlo. Con la personalidad de cada uno, al fin y al cabo. Y la personalidad siempre ha salido de la improvisación y de lo que uno siente.
¿Cómo definirías tu personalidad, tu forma de sentir y expresar el flamenco?
No me hago nunca la pregunta de cómo expreso, siempre me dejo llevar, aprendo cada día. Siempre digo que, ante todo, soy aficionado al flamenco, me gusta cómo se vive y cómo se expresa. Y yo cada día lo puedo expresar diferente porque si no sería mentira: la verdad de uno puede ser verdad hoy y mentira mañana. Yo siempre intento expresar en mi flamenco la verdad de cada momento, de cómo me siento, del estado anímico que tengo y lo que haya aprendido de actuación en actuación.
"Siempre intento expresar en mi flamenco la verdad de cada momento"
Empezaste a bailar muy pequeño, ¿tu visión del flamenco ha cambiado?
Claro, también evoluciona. Con cuatro o cinco años, cuando empecé a bailar, no tenía la conciencia que tengo ahora. En ese momento lo vivía de otra manera, quizás más inocentemente, sin tanta responsabilidad y sin tanto compromiso. Con el paso del tiempo vas adquiriendo conocimiento, experiencia y eso te hace dependiente a la hora de expresarte. Ahora es distinto, no sé si mejor o peor, con más naturalidad o menos, pero no tiene nada que ver. Además, el propio flamenco no tiene nada de cómo yo lo conocí a cómo está ahora.
¿Has sentido la presión por haber nacido en la familia que naciste?
Sí, pero ha sido una presión positiva, le veo más pros que contras. Es verdad que siempre he estado en el punto de mira. Cuando presenté mi primer espectáculo, con 14 o 15 años, la gente no venía a ver a un niño, venía a ver al hermano de, al hijo de, al nieto de. Eso era una presión que costaba y que todavía cuesta, pero para mí siempre ha sido positiva porque llevar el nombre de Farruco para mí es tanto un orgullo como una responsabilidad. Te ves dentro de toda una saga de artista, pero precisamente a mí es eso lo que me ha ayudado a dar el 100%, a no relajarme nunca, a estar siempre ahí al pie del cañón.
¿Farru es la misma persona que Antonio Fernández Montoya?
Todos somos consecuentes de lo que somos personalmente. Separar a la persona del arte es muy difícil cuando tú concibes el arte como algo muy tuyo. Todos somos consecuentes de nuestro arte, de nuestra manera de expresarnos.
"Cuando presenté mi primer espectáculo, con 14 o 15 años, la gente no venía a ver a un niño, venía a ver al hermano de, al hijo de, al nieto de"
Decías antes que no tiene nada que ver el flamenco tal y como lo conociste de pequeño con cómo se expresa ahora. En los últimos años, se habla mucho de un nuevo flamenco, de artistas con vocación de reinterpretar el género.
Cada uno tiene un punto de vista sobre el arte y el lícito. Mi hermano Farruquito y yo, aunque vengamos de la misma a escuela, expresamos y sentimos el baile de una manera distinta y creo que ahí está la grandeza de este arte. La grandeza del arte es que cada uno lo ve de una manera y lo expresa de una manera.
Al margen de esto, no soy yo quien puede decir qué es flamenco o qué no. Mi flamenco viene avalado por mi familia, pero ¿quién tiene el criterio suficiente para decir tú haces nuevo flamenco o tú haces antiguo flamenco? No lo sé. Siempre pienso que el que lo haga desde el respeto, desde el conocimiento, puede innovar porque van a tener fundamento. La historia viene cuando las personas hacen o creen que están haciendo algo nuevo, un nuevo flamenco, cuando no se han enterado bien de qué es el flamenco en sí, no lo han estudiado ni lo han experimentado. Toda innovación que carezca de fundamento, al final, se desvanece.
Hay ejemplos como Camarón de la Isla o Paco de Lucía, que primero fueron flamencos ortodoxos, que lo sabían todo o casi todo el flamenco, que lo estudiaron, que lo vivieron, que lo respetaron y luego se atrevieron a hacer una innovación y dieron luz a un nuevo flamenco con fundamento, con conocimiento y con sentimiento.
¿Qué te diferencia de tu familia?
En mi casa siempre se ha entendido el flamenco desde la ortodoxia, desde lo más puro. La gente muchas veces confunde lo puro con lo ortodoxo, pero se puede ser muy moderno y muy puro y se puede ser muy ortodoxo y no ser tan puro. Yo siempre he sido un espíritu más inquieto en cuanto a compartir con otro tipo de música, a conocer otras maneras de concebir el arte flamenco. Quizás pueda ser uno de los más atrevidos a la hora de expresarme, de dar un paso adelante para compartir con otros músicos, con otros bailadores. Me cuesta autodefinirme cada vez más.
¿Qué tipo de público ves cuando estás montado en el escenario?
Puedo decir que en mi show puedes encontrar a cualquier público, desde gente mayor, hasta gente joven, gente de todas partes del mundo y de otros tipos de música. Es un público muy diverso y la verdad es que ha sido un poco intencionado y fruto del trabajo y del esfuerzo por compartir con otras músicas, de darle al público no solamente lo que ya saben de mi familia, sino algo más mío, un sello farruco, pero de la manera en que yo lo veo.
¿Sobrevivirá el flamenco 100 a la industria y a los nuevos géneros?
Estoy seguro de que sí. El flamenco nunca ha sido una moda. Las tendencias lo son un periodo de tiempo, pero el flamenco es un arte tan profundo que es infinito, aunque vengan tiempos tan confusos. Es algo que va más allá de un género, es una cultura, una manera de ser, una manera de vivir. Siempre habrá por ahí flamencos que estén dispuestos a emocionar.
Hace pocas semanas se celebró a las puertas del Parlamento andaluz la aprobación de la nueva Ley del Flamenco. Ha sido criticada de por tener escaso desarrollo y carecer de presupuesto. ¿Crees que medidas como esta sirven de algo?
Yo creo que deberíamos de apoyar más algo que es embajador de España en el mundo en tema, incluso antes de ser declarado patrimonio inmaterial de la humanidad. Deberíamos tomárnoslo más en serio, presumir de que el arte que tenemos en España es autóctono y es más importante de lo que muchas veces creemos.