La Colección del Museo Ruso ha presentado este jueves la exposición 'Miradas cruzadas', que confronta el trabajo fotográfico de Elena Anosova y Javier Arboledas, y donde muestran su visión de dos lugares con tensiones geográficas, urbanas y sociales. El objetivo es acercar la realidad de las personas que viven en esos espacios al espectador y permitirle añadir su propia mirada a ese juego de espejos y lentes.
Walter Benjamin fue uno de los primeros en "imaginar" la ciudad y establecer una dialéctica entre el pasado y el presente, la memoria y la realidad. Así surgió la figura del paseante-testigo, que observa el entorno geográfico y urbano de manera singular e introspectiva.
En el siglo XX, el situacionismo y más concretamente el letrismo a través de las psicogeografías de Guy Debord o su concepto de deriva, establecieron la idea de que la mirada de cada individuo puede captar una realidad más allá de lo subjetivo.
Lo que nos rodea, ya sea el entramado urbano o el espacio geográfico que transitamos, es una convención colectiva formada por nuestras propias experiencias, recuerdos y emociones al habitar esos lugares a lo largo del tiempo.
Elena Anosova, nacida en la Región de Baikal, Rusia, enfoca su objetivo en los inhóspitos e inaccesibles paisajes de la Rusia septentrional, donde su familia ha vivido aislada durante muchas generaciones.
Preocupada por las fronteras, tanto las geográficas como las personales, a través de su cámara, Anosova reflexiona sobre la soledad, el aislamiento, la identidad y la memoria colectiva. Su técnica depurada y particular la ha convertido en una figura emergente en la fotografía documental en los últimos años.
Por su parte, el jiennense Javier Arboledas, presenta su trabajo fotográfico sobre Sosnovy Bor, una de las ciudades secretas y fallidas de la antigua Unión Soviética. Este proyecto, premiado en el II Certamen Nacional para la Nueva Creación Fotográfica Expositivos 2022, abarca temas como la memoria y la utopía, mostrando la maestría que el autor ha adquirido a través de su larga trayectoria de aprendizaje y experimentación en el ámbito del fotoperiodismo.
Arboledas se sumerge en este trampantojo urbano, que nació en los años 50 del siglo XX como pantalla de un reactor nuclear y de un tiempo que ya no existe, pero que aún marca la vida de sus habitantes.
La coincidencia de estas dos miradas diferentes en la Colección del Museo Ruso genera un diálogo que invita a los visitantes a reflexionar en profundidad. Ambos fotógrafos ofrecen su propia visión de dos realidades aleatorias unidas por un contexto geográfico común, pero separadas por diferencias insuperables.
Es en este cruce de miradas donde el espacio museístico busca promover el encuentro entre el arte, la cultura y la vida, dándole sentido a la reflexión creativa propuesta.