La Ley 13/2005, de 1 de julio de 2005, cambió el paradigma de la sociedad española con unas pocas palabras. En concreto, con esta simple frase: “El matrimonio tendrá los mismos requisitos y efectos cuando ambos contrayentes sean del mismo o de diferente sexo”. “Un pequeño cambio en la letra”, en palabras del entonces presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, hizo realidad el sueño de miles de españoles de convivir dentro de la legalidad con sus parejas y formar una familia.
“El matrimonio igualitario no solamente permitió que las personas del mismo sexo tuviéramos el derecho que tenían todas las personas en España, el derecho a casarnos, sino que además nos dio más visibilidad y legitimó a las familias LGTBI”, resumen Charo Alises, presidenta de la asociación Ojalá Málaga.
Esta abogada recuerda que por entonces había gente incluso dentro del colectivo que veía innecesaria esta lucha porque el matrimonio no era un procedimiento que interesara especialmente. “No era fundamental en el sentido de que había gente que no se quería casar, pero sí lo era en cuanto a la visibilidad de todos, de quienes se querían casar y de quienes no”, apostilla ahora, 18 años después de ver cumplido ese derecho.
Desde entonces, en Málaga se han celebrado cerca de 3.000 matrimonios entre personas del mismo sexo. Precisamente, este pasado 2022 fue el año en el que más uniones se llevaron a cabo, con 253, según los últimos datos disponibles.
De esas 2.955 uniones que se han producido en los últimos 18 años, el 59% han sido entre dos hombres y otras 1.206 entre dos mujeres. En línea general, las uniones de ellos han predominado respecto a las de ellas desde que se aprobó la norma.
Las cifras muestran además que los matrimonios entre personas del mismo sexo siguen siendo una proporción nimia respecto a las uniones tradicionales entre un hombre y una mujer —2019 fue el año donde comparativamente fueron mayores y representaron un 4,9% del total—.
Alises apunta a que el colectivo LGTBI no es mayoritario en la sociedad. Según un estudio publicado hace unos días por Ipsos, el 14% de los españoles aseguran ser parte y el porcentaje disminuye con la edad: mientras que entre los más jóvenes (la Generación Z) el 18% confirma su orientación no normativa, en el resto de generaciones como los Millennials (10%), la Generación X (6%) y los Boomers (4%) el número es mucho menor.
Otra de las causas, según la activista, son los lastres que todavía encuentran estas personas para conseguir la visibilización. El matrimonio, sostiene, es un paso que no se puede dar sin que estos hombres y mujeres muestren en su entorno su orientación sexual, algo que en muchos casos todavía sigue siendo complicado, principalmente, por el miedo al rechazo.
“¿Cómo te enfrentas a la posibilidad de que tus padres o hermanos te repudien por el mero hecho de tener una pareja de tu mismo sexo? El miedo al rechazo paraliza”, asegura Alises.
Por eso, para ella la norma “no solamente nos dio el derecho a casarnos, sino también el derecho a no casarnos”. “Antes de la ley, las personas de LGTBI no nos casábamos porque lo teníamos prohibido o no lo teníamos permitido. No podíamos elegir. En el momento en el que se prueba la ley, tú eres libre, tienes la decisión”, explica.
En la misma línea, defiende la importancia que tuvo para legitimar a las familias, “que dejaron de ser un padre y una madre”. “Desde que se aprobó la norma, las familias son también dos padres o dos madres, un padre, una madre, dos abuelos, una abuela o dos tíos... Las familias son diversas y no podemos centrarnos solo en el modelo tradicional. Ese paso también lo abrió la ley del matrimonio”, apunta.