“No tengo energía ni motivación para volver”, afirma María (nombre ficticio), un día antes de poner punto y final a sus vacaciones de verano. Septiembre es para muchos el verdadero comienzo de año: hay algunos que se embarcan en una nueva aventura profesional, otros que comienzan un nuevo curso y son mayoría quienes llenan el calendario de objetivos y nuevos propósitos.
Analizado fríamente, el punto positivo de esta época es que la mayoría de personas vuelven a sus rutinas y afrontan estas avalanchas de retos tras unas semanas de descanso en las que, se presupone, han recargado la pilas para volver renovado. Sin embargo, hay algunos a los que le ocurre todo lo contrario.
“Después de dos semanas sin preocupaciones, disfrutando al máximo de todo, ahora me veo en la oficina atrapado”, asegura Juan (nombre ficticio), un joven de 27 años que trabaja como auditor contable. “He pasado de tener todo el tiempo para mí, para hacer las cosas que realmente me gustan, a la misma rutina de siempre e, inexplicablemente, me siento cansado constantemente”, añade.
Según un informe de Adecco, él encajaría en ese 37% los 20,4 millones de personas activas profesionalmente en España que se incorporará estas semanas al trabajo después de las vacaciones y que sufre o sufrirá el llamado "síndrome posvacacional".
“Los humanos somos muy adaptables, pero nos amoldamos a las nuevas situaciones de forma progresiva. Del mismo modo que necesitamos tiempo para superar un duelo o la adolescencia para dejar de ser niños, no podemos pretender que nuestro estilo de vida en un período vacacional pueda cambiarse de forma brusca en cuestión de 24 horas", explica Enric Soler, profesor colaborador de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
Por eso, muchas personas sentirán en estas semanas apatía, cansancio, falta de energía, dificultad para concentrarse, trastornos del sueño, nerviosismo, estrés o, incluso, tristeza. Esto, incluso, puede esconder un problema mayor que la adaptación a los cambios.
"Cuando el regreso al trabajo surge de una motivación interior (ilusión, propósito vital, vocación o autorrealización), es algo esperado y sin mucha reticencia, por lo que la adaptación es rápida", indica Mireia Cabero, también profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC. "Sin embargo, cuando surge por una motivación externa (necesidad económica y obligación), puede generar rechazo, incluso depresión reactiva”, añade.
Esto se puede ver acentuado en los casos en los que no hay un buen clima laboral, el trabajador tiene poca capacidad para afrontar con madurez la incomodidad de regresar al trabajo o hay obstáculos para la conciliación, apunta esta experta.
Aunque hay diferentes grados de intensidad, esta depresión posvacacional no debe confundirse con una depresión, calificada como una enfermedad grave, y lo más común es que pase en pocos días. Para afrontarla, estos expertos aportan estas claves:
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Vivir el aquí y el ahora. Obsesionarse con anticipar la vuelta al trabajo para que la transición sea más llevadera, roba tiempo a las vacaciones. "Debemos asumir que no podemos planificarlo todo y confiar en nuestras propias herramientas para afrontar los cambios cuando se produzcan. Ya nos preocuparemos cuando sepamos de qué tenemos que preocuparnos".
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Confiar en la capacidad de adaptación. Seguramente este año no es el primero que se experimenta esta vuelta al trabajo tras las vacaciones "y, si lo es, no será el último". "No es una causa de muerte reconocida científicamente, así que sobra convertirlo en un drama. Confiar en la propia capacidad de adaptación es buena idea".
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Seguir disfrutando del ocio y del tiempo para uno mismo. Que la conciliación permita durante el año poder vivir la vida que se quiera al mismo tiempo que se trabaja es una necesidad que no debe pasarse por alto. "De no ser así, la renuncia es excesiva e impacta en nuestra satisfacción, equilibrio y desmotivación, pudiéndose generar cuadros de depresión reactiva, ansiedad generalizada, desgaste profesional y estrés".
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Huir de los cambios bruscos del día a día. "Si son inevitables, como un desfase horario, date un tiempo para adaptarte. Si son evitables, está en tu mano elegirlos o no".
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No olvidar que los periodos de descanso forman parte de la actividad laboral. "Cuando has estado de vacaciones, has estado trabajando para ofrecer la mejor versión de tu faceta profesional a la vuelta a la productividad. No por estar de vacaciones dejas de ser quien eres profesionalmente. Es imprescindible descansar para hacer bien nuestro trabajo".
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Hacer el propósito de no desaprovechar las próximas vacaciones, es decir, el fin de semana siguiente a la reincorporación, y los sucesivos. "Los fines de semana no son solo para poner la lavadora, y en las vacaciones de verano no es obligatorio gastar un pastizal en un viaje".
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Si agobia volver al trabajo, hay que plantearse un cambio. Disfrutar de la profesión no debería ser un lujo. Un trabajo es gratificante en la medida que gusta y se disfruta. "Si hace semanas que no lo practicas, lo vas a echar de menos y cuando puedas volver a ejercer tu profesión, matarás el gusanillo de no haberla ejercido durante un tiempo significativo. Si no tienes ilusión por volver al trabajo después de las vacaciones, plantéate si ese trabajo te gusta".
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Si no se sigue un estilo de vida saludable, conviene intentar cambiarlo, pero de forma progresiva. Los cambios importantes, mejor que no coincidan.