Tú, sí, justamente tú. ¿Recuerdas qué sentías cuando, hace unos años, pasabas por tu tienda de golosinas favorita, estampabas tu diminuta cabeza contra el escaparate y te quedabas mirando las chuches que desde dentro te gritaban “AUXILIO”? Esa sensación de excitación cuando tu madre o tu padre te decía “va, entra y coge algo”. De tus manos brotaba un manantial y tus papilas gustativas se semejaban a los perros del experimento Pavlov. ¿Recuerdas esa sensación? Pues es la misma que sienten cada día las personas que pasan por el escaparate del salón Nails Lorens y deciden adentrarse en este espacio perfumado a base de acetona y pintauñas.
Las diez menos diez minutos de la mañana. Ding-Dong. Suena el timbre. La clienta intenta abrir la puerta pero no puede. Esta es una de las que se abren solo desde dentro. Lorena y Norle están acomodando las sillas, sus ojos conectan. Estupefactas. «Qúe puntual», dice Lorena Herrera —la dueña del negocio — que se apresura y abre la puerta. Aunque el local te da la bienvenida a las 10:00 horas de la mañana, las manicuristas entran justo diez minutos antes. No pienses que el salón está “sucio". No. La realidad es que todas las noches, tras decirle «Adiós» a su último cliente, están dos horas limpiando su lugar de trabajo y dejándolo todo listo para la siguiente mañana.
La primera clienta del día se sienta, su manicurista es Norleannys Bello, pero ella responde también por Norle. Mide un metro cincuenta, tiene el pelo negro, largo y sujetado en una coleta. Ahora lo tiene liso pero su naturaleza es indomable. Tiene las uñas de forma almendrada. Las uñas de este estilo, como dice el propio nombre, tienen forma de almendra. Si tienes hambre, no le metas un ‘bocado’ al dedo de Norle. Son redondeadas y anchas en la base y solo un poco más angostas en el borde, el cual termina en una punta bastante suave y poco angulosa. Estas en particular son largas y en la punta, recuerdan a la dentadura de Drácula. Son de gel. De un tono rosa palo. Y por si lo estás dudando, sí, ella misma se hizo estas uñas. ¿Qué clase de manicurista sería si no se hace sus propias uñas?
—Te han crecido mucho las uñas —
—Sí, y esta se me partió en el trabajo — la clienta señala el dedo pulgar de la mano derecha
Empieza la hora de la verdad. Lima en mano, la manicurista comienza quitándole a su musa la capa de pinturas de la anterior sesión. Fue hace tres semanas, unas uñas almendradas de color rosa. Hoy quiere unas francesas. Vio el diseño en Pinterest, el Santo Grial para las adolescentes obsesionadas con esta moda Aesthetic girl. Con una pequeña brocha azul cian retira con delicadeza el polvo creado del gel.
Las uñas francesas —ya sabes el origen— consisten en pintar la base de la uña con un tono rosa natural y las puntas de blanco.
Proceso de la manicura
El proceso de Norle para esta manicura es el siguiente; comienza cortando las uñas y les proporciona una forma cuadrada. Esto se lleva a cabo con un torno eléctrico, es similar a una lima eléctrica. El siguiente paso es el corte de las cutículas. Se quitan con un pequeño aparato parecido a un alicate, pero se llama sencillamente corta cutículas. Tras esto, a la uña se le añade una capa de premier, para nivelar el pH y que esté bien hidratada. Lo siguiente es colocar el molde para medir y esculpir la uña con gel. Es uno blanco y con rayas rosas. Mientras Norle está aplicando el molde, la clienta le muestra unas manchas blancas en la uña. Existe la teoría de falta de calcio, pero la manicurista revela que esta mancha se produce por los golpes que sufren las uñas. Se llama leuconiquia y es como “el moretón” o el desgaste de la capa de la uña. «De pequeña creía que a las personas que se les aparecía la mancha en las uñas era porque mentían.» Este es el Pinocho de Norle.
— ¡Ay tan linda yo y se me olvidó un paso! —
Al gel se le coloca una base previa. El acrílico va directamente sobre la uña después de realizar su preparación previa. Este es el pequeño pero esencial paso que, una vez Norle se ha dado cuenta del fallo, ha corregido. Se introduce el dedo en la lámpara ultravioleta de 72W y después se aplica una capa de refuerzo, así la uña dura más tiempo. Tras esto, se le pinta la base de rosa y la punta de blanco con un pincel muy fino.
Norle nota el cambio. Calor. Se desprende de su sudadera gris con la misma intensidad que tú cuando vas a la malagueta en pleno agosto y te quitas la ropa a la velocidad de la luz para tirarte al agua. Se queda con una camiseta negra. En el centro del pecho tiene una inscripción “MINIMALIST”, casualmente es la misma estética del local.
El local de Nails Lorens
Tienes que entrar, como es lógico, por la puerta principal y justo a la izquierda está el salón. Nada más entrar, delante está la zona de la pedicura, es un podio de madera. Unos 70 centímetros de alto y 1,5 metros de largo. Encima hay dos sillas verdes de terciopelo y detrás de estas hay un pequeño sofá, también del mismo color. A la derecha destaca una pared de cristal transparente para ver la calle y a la izquierda del podio está el resto del salón. Frente al podio a la izquierda encuentras una cómoda donde se muestran los diferentes tonos de uñas. En total son cinco muestras, dos de ellas sobre uñas y las tres restantes sobre unas láminas de New Beautiful Color, 60-30-120 colores. De Marca AS (Anothersexy). Si el arcoiris tiene siete colores, las manicuristas viven en una galaxia de 120 tonos.
La disposición del salón es minimalista, ordenada. Está compuesto por cuatro mesas para hacer las uñas. Las mesas son blancas, igual que las dos sillas, una enfrente de la otra, y al lado de la silla que está para la clienta, hay un pequeño taburete de terciopelo verde, que combina con las plantas que están colocadas en las paredes. Hay tres macetas pequeñas en el muro derecho y en el lado izquierdo una maceta de bambú y tréboles en la misma pared. En la pared del fondo observas un trozo de paneles de planta artificial con inscripciones “Nails Lorens” en neón. Es el nombre del local.
—No me gusta cocinar y tampoco me gusta la comida que yo preparo—, Ali es una clienta que está sentada en la cuarta mesa. Si conoces la canción La Ramona, podrás hacerte una idea de su complexión.
—La comida hay que hacerla con amor —,dice Grenn tras soltar una carcajada delicada. Se detiene para no afectar su trabajo. Es la manicurista.
Veinte minutos después, Grenn termina su trabajo y junto a Dalia, otra manicurista, salen del salón. En el mismo momento que ambas salen entra un señor. Este se coloca en el podio. Tiene cita con Lorena. Ya sabes que en el podio es donde se hace la pedicura. Es calvo y de tez tostada. Vestido de camisa blanca, jersey de cuadros tonos militares y pantalones jeans azules remangados por los tobillos del revés. No se te pasará desapercibido. Es el único varón del salón y, a pesar de este factor, está con una naturalidad como el resto de las clientas. Tras la pedicura , que acaba con un suave masaje de parte de Lorena, se coloca en la segunda mesa para hacerse la manicura.
«Él es chef, por eso hace mantenimientos de uñas» aclara Lorena. Omar y ella se conocen desde la pandemia. Antes de tener su local, la manicurista hacía domicilios, esto quiere decir, hacer las uñas en el hogar del cliente. Ella trabajaba las uñas a toda la familia de cinco miembros. «La esposa y las niñas vienen los sábados a hacerse las uñas». Y Omar viene cada tres semanas para la manicura y la pedicura. Contando con Omar, el salón tiene tres clientes varones fijos. David y Luis. Normalmente son esposos o parejas de las clientas.
—Utiliza vaselina para hidratar las manos antes de dormir—
—Okay. Hasta luego Lore —
Buen amiente de trabajo
Son las 13.58. Huele a pollo. Dos manicuristas —Grenn y Dalia— están en su hora de descanso. El contraste de aromas, el fuerte olor del quitaesmalte y el delicioso olor a pollo batallan por ser el predominante en el ambiente. Para las personas golosas, con el olfato en una tercera dimensión, es una batalla vencida. Este lugar no solo llena el sentido del olfato sino también el oído. Durante toda la jornada, el ambiente está cargado de música, que se funde con el ruido de las limas, las voces, los aparatos eléctricos del lugar. Alexa es la DJ personal de Nails Lorens. Sale barata y nunca llega tarde. Aunque como cualquier DJ a veces decepciona a su público.
«¡ALEXA CAMBIA ESA CANCIÓN!» La potencia de la voz de Dalia hubiese sido perfecta para la película Alaridos. En seguida Alexa obedeció y comenzó a sonar Corazón Vacío de Maria Becerra, canción poco acertada para este lugar. Aquí solo hay corazones llenos de alegría por el trato que les proporcionan sus manicuristas.
«Es importante amar lo que haces», dice Norle mientras le retira las capas de gel a una nueva cliente. Hace esto con la precisión de un geólogo que está excavando en un yacimiento arqueológico de un fósil ya casi hecho polvo. La manicurista es originaria de Venezuela, hace un año vino a España, vivió en Madrid en 2023 y trabajó durante tres meses en un salón cuyo propietarios eran chinos. «Tenía solo un día de descanso y no era fijo». Las condiciones laborales eran pésimas, iba de 10.00 hasta las 21.00 horas. «Llegué a aborrecer mi trabajo». Cuenta que aquí en Nails Lorens se siente apreciada, tanto por sus compañeras como por las clientas. Lo más importante es que disfruta de lo que hace. «Es un arte».
Las clientas no vienen solo a hacerse las uñas. «Es importante establecer una conexión con la clienta» confiesa Norle. La relación de una manicurista y su clienta es algo personal.
Equivale a estar con una amiga y una psicóloga a la vez. Como dice Norle, este es un momento especial para las mujeres. —Es un tiempo donde una sabe que es importante y se merece sentirse importante—. Tan esencial es hacerse las uñas que en tiempo de pandemia las manicuristas tenían permitido trabajar. —A mi me dicen las clientas, 'yo cuando vengo aquí, voy a terapia’ —, Lorena apoya así a Norle. No tiene ningún cliente hasta dentro de media hora, así que aprovecha para hacer gestiones en la app Booksy donde se solicitan las citas.
—Buenas, feliz año nuevo —
—Feliz año chicas —
Acaban de entrar al salón Mar y Sonia, son amigas y vienen a hacerse las uñas juntas. Mar se sienta con Grenn y Sonia está en manos, literalmente, de Dalia. Una hora y media más tarde ambas terminan, tal como llegaron, al unísono. Se han hecho uñas de gel cortas y cuadradas. De un tono rosa, pero no tono Barbie más bien un Pantera Rosa.
—LORENA, ¿TIENES CINCO ? — brama Dalia. Ella habla normal pero hoy le ha dado por alzar ligeramente la voz
—No, hay diez— dice Lorena girándose ligeramente para intentar ver a Dalia, algo imposible ya que una está en la caja registradora y la otra está dentro del salón haciendo una pedicura.
Al ritmo de Karol G trabajan Lorena y Grenn . Lorena de forma inconsciente está limando las uñas a Marta siguiendo el tempo de la música. Grenn en cambio — ella es la que más pone en funcionamiento sus cuerdas vocales en el salón — lima con pausas, ya que está hablando con la clienta y tiene que estar atenta a las uñas.
— Mi novio trabajó en Año Nuevo en el Scandalo — dice una clienta
—¿De guardia? —
— Sí,sí,sí… Jajaja —, la risa incómoda de la clienta se mezcla con la risa de Green.
Elipsis de palabras. Es la manicurista quien decide retomar la conversación.
—Yo tenía clientas que tenían su casa, cada una su habitación y allí trabajaban—
Ambas se miran, no quieren utilizar la terminología que tú sabes y que tampoco quieres emplear.
Ding-Dong, suena el timbre y Norle abre la puerta. Sabe que es una clienta para ella. «¿Estáis bien?» La clienta está muy alterada, ha tenido un accidente con un patinete. Iban dos “niñatas” que pasaron sin respetar el paso de cebra. Ella ha recibido un golpe, su hija está bien. Ahora están sentadas frente a Norle, la niña en una mini butaca negra plegable al lado de su madre. Lleva un conjunto de chandal rosa chicle. La madre le ha dado el teléfono y ella se entretiene con un dibujo de ajedrez. En un momento, la progenitora ha mirado la pantalla para asegurarse del contenido que su hija estaba viendo.
Fuera suena una ambulancia. Dentro, Lola Índigo.
—Lorena, ¿tienes 20? —
—No —
— ¿Tú tienes 20? —
—No, sólo tengo cinco —
—Grenn pregúntale al chino —
Según Lorena los dependientes de esta tienda de alimentación nunca tienen cambio, pero cuando compras algo de un euro, aunque tengas un billete de 50, de repente ya te pueden dar la vuelta sin ningún problema. «Ahora somos amigos» dice la manicurista sin apartar la vista de las cutículas de su clienta, la cual se está quedando ligeramente dormida. De una forma u otra, el que te estén tocando las manos da una sensación de tranquilidad, una se siente como pez dentro del agua y deja su cuerpo y su mente relajarse, y cuando menos se lo espere, ruidos guturales salen de lo más profundo de tu ser y por la comisura derecha de la boca empieza a asomarse lo que vendrían a ser babas.
Lorena estudió enfermería en Venezuela. Ella es enfermera. Empezó en el mundo de las uñas a los 14 años, un pequeño Hobby que se ha convertido en su gran pasión y en su vida. Cuando ella trabajaba como enfermera, tenía amor a su trabajo, pero siempre le faltaba algo.
«Cuando pasaba por locales, negocios, me quedaba mirando así como una niña mirando una golosina», dice la manicurista con una sonrisa en el rostro. Confiesa que la enfermería le ayudó en cuanto a la anatomía y la psicología, aspectos que aplica en el trato de la clientela. Habla con los brazos cruzados en los pechos balanceándose ligeramente, se nota cómoda. A las 17:30 tenía una cita pero está cancelada, por hoy, su día ha acabado. Elipsis de palabras, voces en forma de limas.
—Alexa pon Provenza de Karol G —
Leticia Dolores Eyene es estudiante de la facultad de Periodismo en la Universidad de Málaga y participa en la sección La cantera periodística de la UMA a través de la cual EL ESPAÑOL de Málaga da su primera oportunidad a los jóvenes talentos.