Carlos Huesa vive en Pamplona y en los últimos días ha vivido los veinte días consecutivos de lluvia en los que el Arga anegó partes de la ciudad. Es malagueño, de El Palo, pero poco a poco se va acostumbrando al clima diferente del norte de España. Ha cambiado el sol por el txirimiri, pero lo ha hecho para poder desarrollar su carrera académica. Trabaja como investigador en la Universidad de Navarra tras haberse graduado como ingeniero biomédico en la UMA.
Huesa salió del colegio San Estanislao de Kostka (Jesuitas) y estudió en la UMA. Comenzó a investigar y pronto la Universidad de Navarra se fijó en su talento. Allí ha estado trabajando los últimos años dentro de una de las instituciones académicas más prestigiosas de España. Gracias a su pertenencia a esa universidad pudo disfrutar de una estancia de siete meses en el Centro Nacional del Cáncer de Países Bajos, en Ámsterdam.
En conversación con EL ESPAÑOL de Málaga relata que estuvo "desarrollando y aprendiendo nuevas técnicas para profundizar en el desarrollo de las metodologías en las que había trabajado en mi tesis doctoral" y añade que "durante esta estancia salió una conclusión clínica muy importante" y de ahí salió un artículo pendiente de publicación en una revista científica.
Es, precisamente, en torno a su tesis doctoral en donde está la clave de su trabajo. Titulada Cuantificación de incertidumbres dosimétricas en radioterapia corporal estereotáctica pulmonar, la investigación se centra en reconocer tres fuentes de incertidumbre y en desarrollar metodologías que ayuden a minimizar los efectos secundarios del paciente.
Según Huesa, su tesis se centra en "la radioterapia externa en cáncer de pulmón. El cáncer de pulmón, en la mayoría de los casos, necesita radiación para quitar el tumor, porque suele ser muy difícil operarlo porque está muy profundo". Así, indica que con esa radiación se eliminan las células tumorales. Sin embargo, indica el doctor Huesa, "el paciente respira durante el tratamiento por lo que el tumor se mueve. Para ello, tradicionalmente se han creado unos márgenes de seguridad y que aseguran que el tumor siempre esté dentro de esa zona". En este sentido, "el problema aparece cuando los márgenes son grandes: se queman tejidos sanos y se provocan efectos secundarios".
Esos tratamientos encuentran, según apunta Huesa, tres fuentes de incertidumbre: el movimiento del tumor por la respiración del paciente, el movimiento del tumor combinado con el movimiento de la fuente de radiación y la tercera es que cada día del tratamiento el tumor puede estar en una posición diferente, es decir, los cambios anatómicos.
"Lo que hemos estudiado en la tesis es desarrollar herramientas y metodologías basadas en las imágenes que se obtienen del paciente". Así, Huesa afirma que al paciente se le hace un seguimiento por imagen: "En primer lugar, se hace un TAC y se crean fotografías 3D del paciente que representan en ese momento dónde está el tumor".
Para ello, han creado herramientas que correlacionan las imágenes espacialmente entre sí, "eso nos permite hacer un cálculo de la dosis de radiación teniendo en cuenta las fuentes de incertidumbre. Es decir, se pretende crear una radioterapia más personalizada".
Pero, ¿cuál es el futuro de esta investigación? Huesa apunta a que pretenden acercarse "al tipo de radioterapia que se está implantando en España, que es la protón terapia. Este es un tipo de radiación que utiliza protones y que estos depositan el máximo de la energía de la radiación en la zona donde está el tumor". Esto ayuda a que la radiación no se disperse a las costillas o el corazón y los efectos secundarios disminuyan o desaparezcan.
En definitiva, la tesis doctoral de este malagueño busca mejorar la vida de los pacientes con cáncer de pulmón centrándose en la puesta en marcha de la protón terapia, un nuevo tipo de radiación que "requiere de mayor exactitud y en la que las fuentes de incertidumbre tienen más impacto: si el tumor se mueve y no se tiene en cuenta el efecto del impacto de la protón terapia será mucho más grave".