Teníamos otros titulares como ‘Pon el culo en la arena donde lo posó Jennifer Lopez’, ‘Luce palmito en las calas donde las estrellas se quemaron como una gamba’ o ‘Ponte morena donde más morena se puso Grace Jones’, pero incluso a los profesionales del clickbait nos parecían demasiado escandalosos.
En cualquier caso, ese es el sentido: recordar algunos de los famosos que han pasado por el extenso litoral de la provincia de Málaga en el discurrir de los milenios. Obviamente, esto es una gota en el mar (Mediterráneo, en este caso), porque el fuerte bagaje patrimonial e histórico de esta tierra, unido al ‘boom’ turístico que vivió a mediados del siglo pasado, hace que reseñar a cuanta celebrity ha asomado su nariz por estos lares sea cuanto menos un imposible.
Famosos de una época en la que sabíamos quiénes eran los famosos. Porque hoy en día con tanto tiktok, instagrammer, influencer y youtuber metido a periodista, a saber quién es la verdadera celebridad. Antes todo el mundo sabía quién era Camilo Sesto o Carmina Ordóñez pero, ¿quién sabe qué hace el instagrammer Manu Ríos? Carmina no es que hiciera mucho tampoco, pero era oficialmente famosa y con eso era más que suficiente.
Queridos excéntricos
Sin embargo, hay quienes han intentado realizar ese largo listado de famosos, como son los autores José Luis Cabrera y Carlos Pranger con su libro ‘Excéntricos en la Costa del Sol’. Editado por La Térmica, el centro de cultura contemporánea de la Diputación de Málaga, esta obra detalla más de 150 microbiografías de personalidades destacadas que visitaron o residieron en la provincia malagueña durante el siglo XX como fueron John Lennon, Orson Welles, J. G. Ballard, Jane Bowles, Tomás Egea, Lucian Freud, Alvin Karpis, George Best… un auténtico quién es quién de la farándula patria e internacional.
El paso incansable de deportistas, artistas, cineastas, escritores, músicos, diseñadores, chefs estrellitas, políticos de alto nivel, dictadores varios, reyes, emperadores y demás rangos monárquicos, estrategas militares, buscavidas y vendehumos… hace que el litoral malagueño sea un polo de atracción en sí mismo. Lo que provoca, además, que en estos instantes haya un futuro famoso remojándose en el mar sin saber que llegará a ser conocido y amado en todo el globo.
Hippy Hulk
Esto es lo que le pasó al actor Mark Ruffalo. Mucho antes de ser conocido mundialmente por dar vida al superhéroe Hulk de las cansinísimas películas de Marvel, Ruffalo vivió en Málaga y, según ha declarado en varias ocasiones, le gustaba tanto la ciudad que casi se queda en la capital para siempre.
La historia es que el actor llegó con 22 años tras recorrer Europa en tren y su plan era disfrutar de unos días de sus playas antes de regresar a EE.UU. Pero la cosa se alargó y vivió un periodo de lo más hippy: junto con dos argentinos, Ruffalo se ganó la vida yendo de playa en playa vendiendo brazaletes y haciendo trenzas. Y, claro, el asunto le encandiló, llegando a pensar que así podría ser su vida para siempre…
Por fortuna, el nominado tres veces al Oscar no siguió los cantos de sirena de una juventud descerebrada y no se convirtió en un pedigüeño más. La profesión actoral tiró de él hasta convertirlo en uno de los interpretes más apreciados y respetados del Hollywood actual con películas en su haber como Spotlight, Begin Again o Infinitely Polar Bear. Quizá en su partida también tuvo algo que ver el compartir la vida con dos argentinos...
Sin embargo, puede que Mark Ruffalo imagine, en los descansos entre toma y toma de alguna de las bestiales producciones Marvel, mientras escucha a Chris Hemsworth desgranar su tabla de ejercicios para tener esos monstruosos brazos, cómo sería la fábula de la vida que dejó pasar en las playas de Málaga.
Al César, lo que es del César
Otra vida que podría haber acabado, en este caso algo mejor, si su protagonista se hubiera quedado en la provincia, es la de Julio César. Porque sí, Julio César es el otro gran Julio que ha pasado por las playas malagueñas (con permiso de Julio Iglesias), en concreto la de Casares.
Y es que, según relata la leyenda, en el año 61 antes de Cristo, Julio César visitó los casareños baños de la Hedionda cuando tan sólo era un pretor raso que sufría un herpes causado por una vida sexual alegre. Parece que el agua sulfurosa surtió efecto porque, como bien sabemos, la ETS no fue la causa de su muerte.
El nombre de Casares deriva de César quien se encargó de dar fama a las aguas curativas de la Hedionda por toda Roma, siendo quizá la primera campaña publicitaria de la que fue objeto la Costa del Sol como lugar de descanso y recuperación.
Julio César se marchó de Casares y ligó su nombre a la historia para siempre. Pero si se hubiera quedado por aquí, bañándose en el mar, comiendo espetos tranquilamente y siguiendo con su alegre vida sexual, quién sabe, puede que nadie conociera su nombre y Casares no sería Casares, pero a lo mejor no hubiese muerto traicionado por su propio hijo. Aunque esta especulación la dejaremos para un capítulo de la falsa serie documental de historia-ficción titulada What if...?.
Un turista con mucho cuento
Para fábulas las que se montaba Hans Christian Andersen, otro famoso que a punto estuvo de quedarse a vivir por Málaga y que incluso cuenta en la ciudad con una estatua en su honor. No es la única celebridad que tiene efigie honorífica: Picasso, que estuvo por aquí unos cinco minutos tras nacer, también disfruta de la suya.
El escritor danés visitó la ciudad en octubre del año 1862, y si bien es cierto que octubre no es un mes de playa, seguro que se dio un chapuzón playero si tenemos en cuenta que en su país de origen una temperatura de 15 grados es un día de verano abrasador. Y si además hizo suya la máxima ‘a donde fueras, haz lo que vieras’ y siguió el ejemplo del malagueño medio que considera que si hay sol se puede bañar en el mar, el remojón estuvo más que asegurado.
Tampoco estamos seguros de que se inspirara en nuestra costa para escribir La sirenita pero Andersen sí dejó escrito en su libro Viaje por España que Málaga fue la ciudad española donde más a gusto y dichoso se sintió. Tal vez porque por primera vez en su vida disfrutó del calor del sol en su cara.
La animalista torera
El cine como entretenimiento más el ‘boom’ turístico dio como resultado que cualquier cineasta quisiera rodar en la provincia de Málaga a mediados del pasado siglo XX. Rodar y disfrutar de la Costa del Sol, todo es uno, y en 1957 Málaga arropó a los artífices de Los joyeros del claro de luna, una producción franco-italiana dirigida por Roger Vadim cuya protagonista era la actriz francesa Brigitte Bardot, quien compartía pantalla junto a otros actores como Stephen Boyd, Alida Valli y Fernando Rey.
Un hecho histórico que fue recogido hasta hace poco en la salas de exposiciones de La Térmica en una muestra fotográfica que aglutinaba imágenes de una Bardot en el apogeo de su fama y del rodaje de esta película que se desarrolló entre Mijas, Torremolinos, Alhaurín el Grande, Málaga, El Chorro y el Desfiladero de los Gaitanes, la finca El Retiro de Churriana.
Entre las fotografías aparecían, entre otras localizaciones, la plaza de toros mijeña (donde Brigitte toreaba una vaquilla, algo que a lo mejor la empujó a su actual animalismo militante) y varios puntos torremolinenses como el apeadero del tren del Pinillo y la playa de La Carihuela donde la actriz pasaba mucho de su tiempo libre remojando su cuerpo ante la mirada de pescadores que no eran conscientes (o sí) de que todos, actualmente, somos hijos de Torremolinos.
No disparen a la Voz
También en el mismo lugar, cerca de una década después, durante el rodaje de algunas escenas para el film El coronel Von Ryan (1965) de Mark Robson, el mítico cantante Frank Sinatra daba el do de pecho en el hotel Pez Espada. No era la primera ocasión en la que el artista visitaba España, pero sería la vez que le llevaría a exclamar «Nunca volveré a este maldito país».
No fue porque las playas de Torremolinos le parecieran mal, más bien al contrario: se lo estaba pasando divinamente en su estancia, mezclando trabajo, placer y malas caras con el director de la cinta. El motivo de su enfado no fue otro que un altercado que tuvo lugar en el hotel que finalmente acabó con la detención de Sinatra por la policía.
Antes de que la Voz fuera un infumable programa televisivo, este apelativo le correspondía a Sinatra a quien, después de liarla parda con un fotógrafo que le sacó una instantánea mientras pegaba la hebra con una actriz cubana, la visita al cuartelillo no le hizo mucha gracia. La cosa acabó en denuncia y los titulares recorrieron el globo: ‘Sinatra, detenido’.
El cantante montó un show sin cantar y la cosa se saldó con una multa de 25.000 pesetas de las de entonces por desacato a la autoridad ya que en un primer momento se negó a acompañar a los agentes, quienes al fin lo llevaron de la comisaría hasta el aeropuerto desde donde partió... a su manera. (¿es este el peor remate de la historia?).
La mujer es un buen negocio
No lo decimos nosotros (que haya calma en el palco de los ofendiditos), sino que es el título de una película de 1977 dirigida por Valerio Lazarov y protagonizada por Manolo Escobar (por fin un famoso patrio, leñe).
Rodada entre Mijas, donde Manolo monta un negocio de burros taxi, y otras localidades costasoleñas como Benalmádena, este film cero políticamente correcto es un apaño bastante liberal entre la copla tradicional, el destape pop por la cara y lo psicodélico que se llevaba por aquel entonces. Los folclóricos en ese momento sólo podían hacer una cosa: reinventarse. Y el experimento sólo podía terminar de un modo: petándolo.
Que Escobar bajó a refrescar sus españolísimas pantorrillas en la playa es un hecho: tenía que descansar de tanto interpretar las aventuras y desventuras de un pícaro ya madurito que hacía las veces de limpiabotas.
Y entre música, bailes, negocios prósperos, ligereza de ropa y una esperanza puesta en un futuro mejor, Manolo Escobar (¡ALERTA SPOILER!) triunfaba cantando y se quedaba con la chica. Menudo era él.
De Marbella al cielo: si me queréis, ‘venirse’
Si hemos llegado al turno de escribir de famosos nacionales que se tostaron bajo el sol de Málaga, entonces quien escribe sobre Manolo Escobar lo hace sobre Lola Flores, Carmen Sevilla, Rocío Jurado, la Duquesa de Alba, El Fary… Esto es, de la farándula que llenó páginas y páginas de papel cuché en el Franquismo tardío, la Transición y los primeros años de la democracia y que hizo soñar al extinto ciudadano de clase media con una España en desarrollo llena de bodas entre folclóricas y toreros sin final a la vista.
Y entre todas estas estrellas (la mayoría, ay, difuntas ya hace mucho) la querencia absoluta por un lugar que llegó a convertirse en el epicentro del lujo, la clase, la distinción y lo cool: Marbella.
Lola Flores fue una enamorada absoluta de la ciudad y, de hecho, en ella tuvo una de sus casas de veraneo: Los Gitanillos. Figura imprescindible en las noches de farra marbelleras, la cantante todavía cuenta con una avenida que le rinde honores inaugurada en tiempos de Jesús Gil (alcalde mágico que siempre obtenía mayorías absolutas, a pesar de que si preguntas a los marbelleros resulta que nunca nadie le votó…).
Pero no sólo la Faraona salía de pindongueo por la localidad: un joven saudí, juerguista y mujeriego (de los que pagan), llamado a hacer historia y llamado Osama Bin Laden, disfrutó de las noches de discoteca y las playas soleadas pre 11-S de la localidad más 'chic' de España.
La lista de famosos (y muchísimos con pedigrí) que han paseado por las arenas de Marbella es cuasi infinita: los príncipes Walter Rupprecht von Einsiedel y Alfonso de Hohenlohe, Cayetana y Jesús Aguirre, el actor Sean Connery, Beatriz de Hohenlohe, Gunter Sachs (el playboy que se llevó de calle a la ya mencionada Brigitte Bardot), la condesa Anne Marie y su esposo Otto von Bismarck, Ira de Furstenberg… Para qué seguir si hoy en día no recordamos ni a la mitad de esta gente que montaba sus tertulias y saraos en mitad de la playa: el conde Rudi organizaba fiestas temáticas cada semana, desde la búsqueda del tesoro a disfraces en la arena.
Otro ‘mafioso’ en la Costa del Sol...
Como vemos, todo lo ya referido se entremezcla sobre el litoral de la Costa del Sol: negocios, rodajes, famoseo y atractivo turístico. Una retroalimentación que actores como el gran Robert de Niro han sabido ver y aprovechar.
De Niro acudió a Málaga junto a la actriz Kathy Bates en el año 2003 para rodar la infumable El puente de San Luis Rey (2004) y, amén de interpretar un papel nada memorable en la cinta, se dedicó, según las crónicas de entonces, a pasear por la ciudad en chanclas, calcetines blancos y sotana. De esta visita parece que el oscarizado actor se quedó con la idea de que las playas de la provincia son la caña.
Porque el pasado 2018 De Niro regreso a la provincia para inaugurar en la Milla de Oro marbellí, una de las zonas más exclusivas de la localidad, el Nobu Hotel Marbella, un nuevo establecimiento de su cadena hotelera que se extiende además por Ibiza, Madrid y Barcelona.
Es elevado el éxito que Robert de Niro tiene como magnate de los negocios, pero creemos que, si en lugar de montar una cadena de restaurantes y de hoteles, la llega a montar de casinos ahora mismo De Niro tendría una residencia de verano en la luna.
Una primera dama rendida al Mediterráneo
Se dice poco que Michelle Obama pasó unas vacaciones entre Benahavís y Marbella. Algo así únicamente podría haber sido superado por la visita de Beyoncé, aunque sólo sea porque para muchos Beyoncé es la verdadera, exclusiva y perpetua Primera Dama estadounidense.
Pero que Michelle Obama remojara sus morenos pies en las playas marbelleras supuso en 2010 un impacto brutal a nivel internacional. La atención mediática global se posó sobre el hotelazo Villa Padierna Palace que desde la visita de la señora Obama mantiene en su club de mar una placa conmemorativa que recuerda su papel como madrina del lujoso espacio a orillas del Mediterráneo.
Un glamuroso hotel al que la organización Seven Star and Stripes le pone seis estrellas del mismo modo que el amplificador de los Spinal Tap alcanza hasta el nivel 11 de potencia.
Como decíamos al principio, son innumerables los famosos que han paseado sus bodies por el extenso litoral malagueño, por lo que nunca estaremos seguros de cuál será la cifra exacta. Pero de lo que sí tenemos una certeza absoluta es que la Costa del Sol y el resto de la provincia seguirán atrayendo a estrellas y estrellados hasta que el cambio climático nos sumerja bajo las aguas del Mediterráneo. Y entonces, puede que incluso nos visiten con submarinos.