Hoy ya sólo vigilan algún que otro toples, pero las torres de vigía, almenaras o atalayas que encontramos repartidas por el litoral de Málaga, y que son una pequeña parte del vastísimo legado histórico y patrimonial de la provincia (y que como tal, se encuentra en demasiadas ocasiones menospreciado), llevan siglos vigilando orgullosamente que no vengan malandrines por mar a saquear nuestras pertenencias.
Y, aunque parece que se dejaron de usar hace mucho, en realidad las torres vigías malagueñas son los hitos de un sistema de defensa marítimo que perduró hasta el siglo XIX. Son 42 las atalayas que podemos encontrar siguiendo la línea litoral de la provincia: la mayoría de origen musulmán, otras construidas por los cristianos, casi todas reconstruidas por unos y otros.
En cuanto al grado de conservación de estas infraestructuras, depende del interés de cada localidad por ellas, encontrando algunas en muy buen estado, aunque por desgracia la mayoría están abandonadas a su suerte. Y algunas se pueden visitar, mientras que otras adornan jardines particulares porque así es nuestra realidad: el urbanismo desaforado tiene razones que la conservación histórica no entiende.
Un poquito de historia
En cada municipio con costa ubicamos al menos una de estas edificaciones cuyo origen surgió de la necesidad de erigir un sistema de vigilancia que arranca en tiempos del Reino de Granada y que, tras la Reconquista (aquí lo seguimos llamando así), se mejorará durante la época cristiana. Porque en contra de lo que parecen opinar algunos políticos, es más práctico cambiar y actualizar algo que derribarlo para construir de nuevo.
El objetivo, por tanto, no era otro que mantener puestos de vigilancia que avisaran de la llegada de barcos enemigos, mediante un fuego de almenara, para así poder afrontar la defensa. Porque las costas andaluzas eran atacadas con mucha frecuencia por piratas y truhanes turcos y africanos. Y poca broma porque junto al mencionado saqueo, también capturaban a todos los que se les cruzaban por delante para venderlos como esclavos. Ríete tú del Black Lives Matter…
Viendo el panorama, lógico que la repoblación no fuera un gran atractivo para nadie sin corona. Pero para eso estaban las atalayas: una red de defensa desde donde se hacían señales de humo durante el día y luminosas durante la noche, o incluso tocando a rebato, cuando se divisaba alguna embarcación berberisca. Y gracias a ello uno tenía tiempo de salir por patas.
Torre de la Chullera, en Manilva
Arrancamos visitando la costa más occidental de la provincia de Málaga, el litoral de Manilva, donde encontramos la única de estas atalayas presente en la localidad: la torre de la Chullera.
Su conservación es, hoy por hoy, aceptable: aún mantiene la bóveda, parte del pretil, la puerta y la ventana de vigilancia.
Como su nombre indica, se localiza en punta de la Chullera, a levante del río Guadiaro y dentro de una finca privada. En 1497 ya ostentaba su nombre actual y seguramente fue construida para sustituir una torre más pequeña que había sido destruida por un rayo.
No se nos ocurre una forma más perita de que una torre almenara sea destruida que cayéndole encima un rayo y no sabemos si sirvió de inspiración a Fernando Arrabal para escribir su novela ‘La torre herida por el rayo’.
Torre de la Sal, en Casares
Más al este, en Casares, y desde que formara parte del sistema defensivo del Reino de Granada, viene vigilando la costa casareña la torre de la Sal o, más políticamente incorrecto, torre del Salto de la Mora.
Situada sobre un promontorio de la costa de Casares entre el río Manilva y el arroyo Camarate, es la única torre vigía del municipio y a diferencia del resto de almenaras del litoral malagueño, la torre de la Sal no sería, en un primer momento, un edificio de vigilancia propiamente dicho: tiene ese nombre por la salina que se instaló junto a ella y porque fue empleada como almacén.
Sin embargo, a partir del siglo XVI se integró en el sistema oficial de la marina para la vigilancia y defensa costera frente a los piratas berberiscos.
Cuenta con dos alturas, y además tiene la peculiaridad de poseer una planta cuadrada, lo que también diferencia del resto de torres que nos encontramos a lo largo de la costa.
Torre del Saladillo, en Estepona
Repartidas a lo largo de sus 21 kilómetros de costa, Estepona arropa con orgullo siete torres almenaras, seis de origen cristiano y una de origen musulmán, testimonios de este sistema de defensa que duró hasta el siglo XIX. De hecho, la localidad esteponera es la que más atalayas de estas características atesora en su litoral.
Una de ellas, la torre del Saladillo, se encuentra ubicada en la urbanización y al arroyo homónimos y data de la segunda mitad del siglo XVI.
Se encuentra junto a unos aparcamientos y, aunque es de libre acceso, no se la considera apta para actividades culturales, como mucho para hacerse una foto para Instagram.
De planta circular, de mampostería y ladrillo, tiene forma troncocónica semejante a la del Padrón y Velerín, otras torres esteponeras. Su estado de conservación es perfecto y en su interior posee una habitación con chimenea y cúpula de ladrillos, escalera y terraza.
Torre Ladrones, en Marbella
En Marbella encontramos seis de estas construcciones en su costa. Torre Ladrones es una de ellas y se ubica en plena Senda Litoral, entre las pasarelas del monumento natural de las Dunas de Artola junto a la playa de Cabopino.
Hoy en día totalmente restaurada, Torre Ladrones es la atalaya más alta de todo el litoral malagueño y, por tanto, la de mayor alcance visual.
Ya se la conocía a finales del siglo XV con este nombre, debido seguramente a las aspilleras, llamadas ‘ladroneras’, que servían de observación y puesto de defensa ante los enemigos que se aproximaran a la fortificación.
De base cuadrada, desde esta atalaya se ejercía la vigilancia en la época musulmana de la parte oriental de la ensenada de Marbella y cuanta la leyenda que en sus proximidades, en 1365, Ibn Battuta estuvo a punto de ser capturado por los tripulantes de una galera cristiana.
Torre de Calaburras, en Mijas
En Mijas hay cuatro torres vigiás, siendo quizá la más famosa la torre de La Cala. Sin embargo, nosotros reseñaremos la torre de Calaburras, que se sitúa dentro de la urbanización El Faro.
Fue construida en 1575 y en un documento de 1571 se menciona a La Cala y la Estancia de las Burras, lo que ya indica la existencia por aquel entonces de un pequeño asentamiento militar en la zona. Pero no sería hasta 1574 cuando Francisco de Córdoba, capitán general del Reino de Granada, ordenara su edificación.
Torre Blanca, en Fuengirola
La torre vigía chora de Torre Blanca se localiza actualmente sobre una loma cercana al yacimiento romano conocido como Finca El Secretario.
Y, sorpresa, esta no es su ubicación original: se sabe que hasta los años 50 (desde 1765, cuando se cree que fue construida Torre Blanca) esta atalaya se encontraba sobre un promontorio en otra parte de la localidad, junto a la actual N-340.
No obstante, con la ampliación de dicha vía en los años 60 la torre «desapareció», para ser reconstruida en el lugar donde se localiza ahora, junto a la seria mirada del célebre Toro de Osborne. Hoy en día sigue vigilando que los cordobeses se doren al sol correctamente en las playas de la localidad.
Torre Bermeja, en Benalmádena
Tres son las torres almenaras de Benalmádena, pero escribiremos de Torre Bermeja ya que es un ejemplo de cómo extiende el territorio la mano del hombre: actualmente esta atalaya se sitúa al final de la avenida Alay en el puerto deportivo benalmadense, donde ya sólo puede vigilar la entrada del Sea Life.
Debe su nombre al propio color rojo del terreno ‘bermejo’ en el que se asienta y se estima que fue construida a finales del siglo XV por los musulmanes sobre un promontorio rocoso en punta Saltillo.
De forma cilíndrica, su emplazamiento estratégico permitía visualizar la costa del mar de Alborán y comunicarse mediante fuego y humo con otras torres y poblaciones cercanas ante la presencia de navíos enemigos frente a las costas del Reino de Granada.
Torre de Los Molinos, en Torremolinos
Torre de los Molinos o torre de Pimentel, como es obvio, da nombre a la ciudad y además supone otro ejemplo del crecimiento urbano costasoleño: se encuentra justo en medio de una de las calles más famosas de la localidad, en la cuesta del Bajondillo, en pleno casco urbano, donde ya sólo puede vigilar el paso de turistas achicharrados y, en la mayoría de los casos, beodos.
Es la única del municipio y es resultado del divorcio entre Málaga capital y Torremolinos: tras la ruptura, en el reparto de bienes, cada cual se quedó con una atalaya.
Tiene una forma casi rectangular, aproximadamente unos doce metros de altura y su cuerpo inferior, de la mitad de su altura total, es completamente macizo. Su entrada original estaba formada por un hueco que se abre en el centro de su muro oriental.
Este hueco permitía ingresar a una planta que se halla dividida en dos estancias: la menor tiene una gran ventana que permite vigilar el mar, mientras que la mayor tiene una escalera para llegar a la segunda planta y a la terraza.
Torre de las Palomas, en Málaga
Por culpa de Torremolinos, Málaga capital sólo dispone de una almenara costera: la torre de las Palomas.
De origen cristiano, fue construida por Francisco Vázquez en 1574, en pleno auge del Imperio español, el periodo predilecto de Arturo Pérez-Reverte. Situada en lo alto del pequeño cabo de punta Palomas, pegando a Rincón de la Victoria, fue empleada activamente en época de Carlos III
Realizada en mampostería de piedra bermeja, cuenta con una base circular de siete metros de diámetro y un alzado de diez. La estructura se cubre con una bóveda esférica de ladrillo y se corona con una azotea.
Lamentablemente, sus alrededores están muy poco cuidados y la propia torre está llena de pintadas por culpa de esos vándalos oligofrénicos que tanto abundan y que tan aficionados son a pintarrajearlo todo a su paso con espray.
Torre de Benagalbón, Rincón de la Victoria
Dos son las torres rinconeras: del Cantal y de Benagalbón. La torre de Benagalbón se encuentra dentro del casco urbano, por encima de la carretera N-340, en una zona ajardinada, así que es perfecta para el desarrollo de actividades culturales o para ir a recrear nuestras escenas favoritas de ‘Juego de Tronos’, ‘El Señor de los Anillos’ o cualquier otra frikada anti casadera por el estilo.
De factura árabe, fue realizada en mampostería, con forma troncocónica, y presenta un cuerpo inferior macizo sobre el que se levanta la cámara de vigilancia, cuya entrada está a unos seis metros del suelo.
Su peculiaridad, según los estudiosos, es que parece que representa un modelo de torre importada a la península por los árabes durante el siglo XI, conservando algo de su revestimiento, cuatro aspilleras y el vano o ventana de acceso que se sitúa hacia el este.
Torre de Manganeta, Vélez-Málaga
En Vélez-Málaga, concretamente en Almayate, nos topamos con la torre de Manganeta, una de las cinco torres almenaras de la localidad veleña.
Situada junto a la desembocadura del río Vélez se levanta esta torre que recibe también el nombre de Toscanos por encontrarse cerca de este minúsculo núcleo urbano y que fue edificada en el siglo XVI con planta circular.
Alcanza una altura total de ocho metros algo raro, pero se cree que su baja altura se debe a que parte de su base se encuentra bajo el nivel del arenoso suelo. De hecho, en el momento que se edificó, el mar llegaría casi a sus cimientos, pero el aporte del río habría hecho que se fuera alejando de las aguas.
Torre Derecha y torre Ladeada, en Algarrobo
La localidad de Algarrobo, a pesar de su limitado litoral, acoge con orgullo dos de estas atalayas: Torre Derecha y Torre Ladeada. Y como se complementan la una a la otra reseñaremos ambas.
En esta ocasión, sus nombres no dejan lugar a equívocos: una está derecha y la otra ladeada. Torre Derecha o Torrenueva fue reconstruida fue reconstruida a mediados del siglo XVIII, bajo el reinado de Fernando VI y bajo la atenta mirada del ingeniero Juan Zahoras.
Ubicada actualmente dentro de un parque público, al contrario que la gran mayoría de las torres vigías del litoral malagueño, su entrada se realizaba a través de escaleras macizas que se sitúan frente a la puerta, y no con escalas de madera que se retiraban en caso de peligro.
Por su parte, Torre Ladeada o Portichuelo cuenta con cerca de nueve metros de altura y en sus orígenes esta construcción musulmana se encontraba situada de forma aislada sobre la arena de la playa. Sin embargo, actualmente está rodeada por una urbanización, lo que, como vemos, dice mucho del crecimiento inmobiliario de unos siglos a esta parte.
Torre Ladeada se sitúa frente a Torre Derecha y llama la atención por su inclinación, causada por la poca profundidad de sus cimientos y a la influencia del mar.
Idea para los ‘instagramers’: se debería poner de moda acudir a hacerse fotos a Torre Ladeada y, jugando con la perspectiva, simular que se sostiene, como suelen hacer los turistas con la torre inclinada de Pisa. Pensamos que sería algo un poco más novedoso que subir por enésima vez nuestras anodinas caras poniendo morritos.
Torre del Morche, en Torrox
La torre del Morche o torre Güi o Guil, es una de las dos atalayas torroxeñas y se erige sobre un alto promontorio de 25 metros de altura sobre el nivel del mar, cerca del barranco de Güi o Huit (¡qué gran variedad de nombres!).
Consta que se construyó antes de 1497 y su estructura troncocónica, presenta una gran circunferencia basal. Hasta el año 1998 presentaba graves desperfectos por su pésima conservación, pero ha sido restaurada y acondiciona, por lo que se puede visitar sin mayores problemas y disfrutar de este pedazo de historia.
Torre de Maro, en Nerja
Y llegamos al final, a Nerja, la costa más oriental de la provincia donde hay seis torres vigías repartidas entre sus 13 kilómetros de litoral.
De entre todas ellas, escribiremos sobre la torre de Maro que se enclava al oeste de la vega de Maro, sobre un altozano de 120 metros sobre el nivel del mar, lo que le proporciona unas vistas y una panorámica del Mediterráneo impresionantes.
Construida en el siglo XVI, es troncocónica con plataforma cuadrada y una altura de once metros. Y, como todas las que hemos visto, formaba parte del sistema defensivo de la costa ante los ataques berberiscos que pretendían llegar a las ensenadas y calas de la comarca para desembarcar y dedicarse al pillaje y a hacer cosquillas con las espadas.