Cuando la naturaleza dice "ahí lleváis belleza" es que lo dice en serio y nos vamos a hartar de pasmo paisajístico. Y el nacimiento del río Genal, situado en la localidad de Igualeja, es uno de esos lugares donde el medioambiente lo da todo de sí como si tratara de convencernos a los humanos para que luchemos por su conservación.
Otra forma con la que la Madre Tierra intenta persuadirnos para que reciclemos el papel y no dejemos las luces encendidas sería engalanando el Bosque de Cobre, pero hoy escribiremos sobre el río Genal y de cómo esta senda fluvial surge del interior de la tierra para llenar de vida el territorio que riega a su paso.
Y es que el Valle del Genal es el entorno de la provincia malagueña con una mayor calidad medioambiental, siendo uno de los espacios más singulares en cuanto a conservación de biodiversidad y de paisajes de todo el Mediterráneo. Algo que la influencia de este río ha logrado poblando unos terrenos agrestes con enormes masas de castaños, alcornoques, quejigos y, en definitiva, un sinfín de especies, tanto vegetales como animales.
Así, el Genal, tras discurrir por la Serranía de Ronda, vuelca su caudal en el Guadiaro y, a pesar de ser relativamente corto, no llega a los 50 kilómetros, ha hecho florecer a lo largo de los siglos quince pueblos, al tiempo que ofrece sustento y fuerzas a la naturaleza que se topa en su camino.
La tierra perfilada por el río Genal
El recorrido del Genal por su valle ha sido declarado Zona Especial de Conservación y su influencia es tal que su entorno supone una subcomarca dentro de la propia serranía rondeña. Además, el Valle del Genal se subdivide en el Alto Genal —donde se encadenan a su paso las localidades de Igualeja, Pujerra, Parauta, Cartajima, Júzcar, Faraján y Alpandeire— y el Bajo Genal —Atajate, Benadalid, Benalauría, Algatocín, Benarrabá, Gaucín, Jubrique y Genalguacil—, hasta llegar a Casares que es donde desemboca en el Guadiaro.
El territorio que marca el Genal es un mapa delimitado por quebradas tierras de castaños y olivos, donde la horizontalidad es una quimera. Cada loma confluye en el lecho del río, un hilo plateado que deja a su paso una salvaje frondosidad apenas marcada por algunos huertos que no logran domesticar el paisaje. De este modo, la vegetación ribereña es quien determina aquí la ley dibujando el discurrir del camino hídrico con olmos, álamos blancos, sauces, fresnos y alisos que se conjugan junto a juncos, adelfas, tarajes, mimbres, durillos y agracejos sombreando todos a una el cauce.
Tal vez este paisaje continúa siendo tan hermoso porque la presencia humana en el Valle del Genal no es muy elevada y, siguiendo la moda de la España vaciada, muestra síntomas de envejecimiento y despoblamiento. La economía del lugar se ha basado tradicionalmente en la agricultura y en una humilde industria artesanal, siendo ejemplos de esto la recogida de castañas, el uso del esparto y la elaboración de chacinas, de las buenas, de las que se pegan al riñón.
Una década como Monumento Natural
El Genal nace en Igualeja a partir de un manantial situado dentro de una cueva conocida como del Nacimiento, la cual fue declarada Monumento Natural en 2011. Es un afloramiento del acuífero de Sierra Blanca y sus aguas, que surgen a borbotones de las entrañas de la tierra en un paraje cargado de vida, saltos y destellos de luz, son cristalinas, frías y puras, libres de pecado.
El Genal también recibe aportaciones acuáticas procedentes de otros espacios naturales cercanos como Los Reales de Sierra Bermeja y la Sierra Crestellina y en su primer fluir, junto a un área recreativa, divide en dos las calles y las huertas igualejeñas en un trasunto invertido de la separación del Mar Rojo. Aguas herederas de un pasado moviendo molinos, en la década de los 60 del siglo XX se construyeron varias represas a la salida del Genal que permitieron repoblarlo con truchas.
Si últimamente todos miramos al cielo con la esperanza de que llueva, teniendo en cuenta que el Genal da lo mejor de sí en época de precipitaciones, lo haremos todavía más. Con la lluvia el cauce aumenta, lógica y considerablemente, y en este lugar se produce lo que los igualejeños llaman "reventar el nacimiento": una sonora e impresionante explosión de agua, ya que este brota forma lo que los geólogos llaman un sifón.
Una paseo por Igualeja para hacer las paces con la Creación
Aprovechando la visita al Nacimiento del Genal, vamos a dar una vuelta por Igualeja que es un municipio con mucho por disfrutar. La localidad que ve nacer este afluente del Guadiaro es un hermoso y laberíntico pueblo blanco serrano y vecino del parque natural de la Sierra de las Nieves, de vías empinadas y casonas que, cuando no se agarran a los abruptos paredones, horadan la roca hasta hacerla habitable.
Una tierra de leyendas, ya que en Igualeja nacieron tres bandoleros que llegaron a ser muy conocidos: El Zamarra, El Zamarrilla y Flores Arrocha (que no tiene nada que ver con el señor llamado Flor de Otoño).
Igualeja tiene el barrio del Albaicín, un intrincado dédalo de breves callecitas estrechas y muros de piedra que atesoran un encanto especial. Desde aquí, la calle principal nos conducirá hasta la iglesia de Santa Rosa de Lima y, un poco más adelante, llegamos a la plaza de Andalucía, el centro neurálgico de la localidad, que enlaza con otras dos plazas: la del Divino Pastor y la Embovedada, debajo de la cual discurre el Genal y que proporciona un agradable paseo en paralelo al río. Y, para rematar, nuestros pasos nos llevarán por el bien conservado barrio de Santa Rosa, señalado por sus casas blancas adornadas con flores.
Por último, hay que tener en cuenta que Igualeja tiene otros atractivos, pues su entorno es ideal para practicar actividades de turismo activo, como el senderismo o, para los más valientes, la escalada. A su alrededor encontramos rutas como la del Charco de la Cal y las Caleras, así como con una vía ferrata ubicada muy cerca del surgimiento del río Genal que, sin lugar a dudas, es donde la vida del valle nace.