"Más que a la enfermedad, tengo miedo a quedarme sin trabajo". María tiene tres trabajos como empleada del hogar. En dos de ellos no está dada de alta en la Seguridad Social. Su marido está en paro y, ahora mismo, cuida a la hija de ambos de siete años, que se ha quedado sin colegio. La prestación por desempleo de él cubre los gastos de alquiler, el sueldo de María, todo lo demás. "En uno de los trabajos ya me han dado tres semanas libres. Luego no sé. Si me despiden, no sé qué va a pasar con nosotros”.
Ana, por su parte, lleva trabajando diez días sin parar. "Trabajé el anterior fin de semana y me han pedido que me quede este también". Ana cuida de una señora de 82 años hace más de seis. El estado de alarma hizo que los hijos, que normalmente cubren los fines de semana, no quieran acercarse a casa de su madre para cuidarla. "Tienen miedo a contagiarla y me han dicho que me quede yo. A día de hoy no sé si me lo van a pagar, pero no me queda otra, porque si me quedo sin trabajo no sé qué voy a hacer".
María y Ana (nombres ficticios) son parte de uno de los colectivos más vulnerables ante la crisis provocada por la pandemia del coronavirus. "Nosotras somos las que estamos cuidando a uno de los grupos de mayor riesgo ante el coronavirus. Cuidamos a las personas a las que el Estado no puede cuidar y estamos totalmente desprotegidas”, denuncia Carolina Elias, presidenta de la Asociación Servicio Doméstico Activo (Sedoac).
"Tenemos a compañeras viviendo situaciones de abuso laboral por parte de los empleadores, que no les dejan disfrutar de sus horas de descanso ni sus días libres y tampoco se los pagan. Otras que no pueden ausentarse para cuidar a sus hijos, o a sus familias porque les da miedo perder el trabajo y quedarse totalmente desamparadas. Además del miedo a contagiarse con el virus”, cuenta.
La escasez de material de protección hace mella también en este colectivo que tampoco tiene acceso a guantes, mascarillas o geles de desinfección. "Estamos cuidando de un grupo especialmente vulnerable y no tenemos manera de protegernos. Les cuidamos de la manera más segura que podemos pero sin material de protección estamos expuestos todos: nosotras y ellos", dice.
Subsidio especifico
Hasta esta semana, las empleadas del hogar estaban excluidas de todas las ayudas puestas en marcha por el Gobierno para paliar la crisis que se avecina por el coronavirus. A día de hoy son el único colectivo sin derecho a paro y en una situación como la que se vive actualmente tampoco se pueden acoger a un ERTE. Esto significa que un despido supone que estas trabajadoras se vayan a casa sin derecho a ninguna prestación.
Este miércoles, sin embargo, el Ministerio de Trabajo dio a conocer que está ultimando un subsidio para las empleadas del hogar que coticen a la Seguridad Social y hayan perdido su empleo o reducido su jornada. Este subsidio será el equivalente al 70% de la base de cotización, al igual que lo que ha estipulado el Gobierno para otros sectores de actividad. No se sabe si se aprobará este mismo viernes en Consejo de Ministros o si se aplazaría al próximo martes, pero el Gobierno asegura que se hará en los próximos días.
"No hemos visto el texto todavía y nos cuesta opinar. Por supuesto que es un buen avance, pero queremos ver la letra pequeña", señala Elias.
Se estima que el colectivo de empleadas del hogar está integrado por cerca de 600.000 personas. De estas, según lo datos de afiliación, solo unas 400.000 están dadas de alta en la seguridad social, por lo que esta ayuda, aunque extraordinaria para un colectivo que nunca ha tenido derecho a paro, seguiría sin llegar a todas.
"Hay muchas compañeras que no están dadas de alta, que no tienen papeles pese a que llevan años en España trabajando y cuidando a sus mayores y que ahora se ven en una situación muy difícil, sin ingresos y sin derecho a ningún tipo de ayuda", explica Carolina Elias.
Para acceder al subsidio diseñado por el Gobierno uno de los requisitos es estar dada de alta en la Seguridad Social y cotizando. Además, la trabajadora deberá demostrar que ha perdido el trabajo a causa de la pandemia del coronavirus. Teniendo en cuenta que muchas de ellas trabajan en más de un hogar, si perdieran el trabajo en una de las casas podrían acceder a la ayuda sobre la parte de ingresos perdidos correspondiente.
Desde Sedoac celebran la medida pero insisten en que "no se pueden dejar atrás a tantas mujeres que no están dadas de alta". "Muchas son inmigrantes y la ley obliga a que estén al menos tres años en el país, trabajando de manera demostrable, para que puedan regularizar su situación. Mientras tanto no tienen otra opción sino trabajar en la economía sumergida, porque no tienen papeles. Pero no se puede ignorar su situación. Sin ellas muchos mayores estarían desatendidos", denuncia.
Carolina Elias dice que esta situación supone, además, un riesgo añadido desde que empezó el estado de alarma. "Muchos de esos empleadores, como no tienen a las trabajadoras dadas de alta, rechazan firmar cualquier tipo de certificado que acredite que ellas están yendo a trabajar. En el caso de que las pare la policía de camino al trabajo, no tienen nada con lo que demostrar que se desplazan para trabajar. Se están arriesgando a que las multen además", explica.
Desde Sedoac esperan que esto sirva para que el Gobierno tome medidas efectivas de ayuda a este colectivo en cuanto termine el estado de alarma. "El Gobierno tiene que ser consciente de que todas estas mujeres que no cotizan podrían ser aportaciones a las arcas del Estado si fueran dadas de alta. Pero para ello necesitan tener los papeles en regla. Una opción sería regularizar a todas las que ya están trabajando a día de hoy".
Cuidar a quienes cuidan
Pese a todas las denuncias de situaciones irregulares, la presidenta de Sedoac señala también que no todo son historias de abuso, y que "en todo esto hay empleadores que se están portando muy bien".
Es el caso de Laura. Araceli, la cuidadora de su madre, enfermó, con todos los síntomas de coronavirus, a los pocos días de entrar en su casa como interna. Lejos de despedirla, Laura permitió que se aislara en una habitación y los papeles se invirtieron: durante unos días a Araceli la cuidó la familia que la había contratado para asistir a su madre.
Es también la situación de Luis. Su madre murió esta semana con coronavirus. Su cuidadora, Doris, está posiblemente infectada y presenta ya los primeros síntomas. Ante la posibilidad de que salga a la calle y propague el virus –Doris vive en una casa con seis personas más-, Luis ha decidido que, por ahora, Doris se quede en la casa que era de su madre y guarde ahí los 14 días de aislamiento recomendados.
Porque en una crisis como esta también hay que saber cuidar a las que siempre han estado cuidando a los demás.