Elena Gómez-Diaz (40 años) o Pilar Marco (58) son científicas del CSIC, expertas y directoras de proyectos que buscan soluciones para la pandemia que nos asola por el coronavirus que, curiosamente, fue descubierto por primera vez por una mujer.
Elena Gómez, una de las 'sabias' de la malaria en nuestro país, quiere ver cómo actúa el coronavirus cuando se mezcla con otros patógenos y, al mismo tiempo, comprobar si algunos antipalúdicos que se están testando en el Covid-19 serían efectivos. En su investigación, que sería de un año, se apoyaría en una de las virólogas más prometedoras de nuestro país, Nerea Irigoyen, experta en coronavirus y que dirige su propio equipo en la Universidad de Cambridge.
Pilar Marco es una de las afortunadas que ha llegado al rango más alto de la carrera científica, profesora de investigación. Bajo su batuta se coordinan cinco grupos del CSIC de tres institutos diferentes (Instituto de Química Avanzada, Centro Nacional de Microelectrónica e Instituto de Ciencias de Materiales), además de dos hospitales, el del Mar y el Germans Trias i Pujol, en un proyecto clave.
El resultado de su investigación pueden ser los dispositivos que más usaremos en la próxima pandemia del coronavirus, que todos advierten de que va a venir. "El proyecto tiene como objetivo pruebas de diagnósticos que sean más fiables, que proporcionen más información sobre el Covid-19 de una manera rápida y que funcionen".
Es decir, dispositivos de bajo costes que podrían decir en 15 o 30 minutos no sólo si estamos infectados de coronavirus sino otros biomarcadores más.
"Hemos aprovechado tecnologías que ya estaban desarrolladas en el CSIC de anteriores proyectos para conseguir más información con estos tests. El proyecto desarrolla varios tipos de dispositivos, uno que dará una señal óptica y otro que dará una señal eléctrica. Unos que detectaran un sólo biomarcador y otros, varios", explica.
"Al pie del cañón"
Tanto Pilar Marco como Elena Gómez-Díaz hablan de igualdad y conciliación con la serenidad de quien analiza cualquier dato dentro de un contexto de acción-reacción. Ambas se muestran gratamente sorprendidas de que más de la mitad de los proyectos que ha tramitado el CSIC contra el coronavirus estén dirigidos por una científica pero saben que no es lo habitual.
"Lo que hemos visto es que en el Instituto de Salud Carlos III, el porcentaje es muy diferente: a día de hoy hay 79 proyectos financiados, y de ellos 55 los lideran hombres y sólo 31 mujeres (y 3 compartidos). Ahí sí hay un sesgo importante que no sabemos si es en la concesión o en los proyectos enviados", asegura Elena Gómez-Díaz.
Esta experta asegura que el CSIC es, en general, ciencia básica y, en otras instituciones, hay más clínica, que es donde el número de mujeres que ocupa un puesto de responsabilidad es muy bajo.
Para Pilar, "en esta convocatoria estamos igualados porque han podido competir mujeres y hombres de todos los rangos científicos. El problema viene cuando se busca a profesionales con un cierto nivel de responsabilidad, donde claramente hay más hombres que mujeres", reconoce alguien que está en ese pequeño porcentaje.
Esta experta en nanobiotecnología del diagnóstico advierte de que en esta pandemia se demuestra que "las mujeres somos muy luchadoras y estamos ahí al pie del cañón y cuando ha salido esta oportunidad de poder colaborar, aportando soluciones pues, al igual que los hombres, nos hemos puesto manos a la obra".
Lo que sí es una realidad es que muchas científicas se van quedando por el camino conforme avanzan en su desarrollo profesional: "Al inicio de las carreras estamos más igualados, incluso hay más mujeres que hombres, pero luego la evolución se cruza y cuando llegamos al rango más alto, donde estoy yo, podríamos hablar de un 70% de hombres y un 30% de mujeres. No podemos avanzar con la misma velocidad y ellos llegan mucho antes a esos puestos", aclara Marco.
Menos visibilidad
Elena tiene claro el diagnóstico de esta desigualdad científica: hay menos mujeres en puestos de responsabilidad y, además, tienen menos visibilidad.
"Es importante desde las instituciones y desde los medios de comunicación hacer un énfasis para lograr un lenguaje inclusivo. No son expertos. Son expertos y expertas los que están liderando esta respuesta contra la pandemia. El lenguaje sugestiona mucho la imagen que nos hacemos de aquellas personas que son líderes científicos", reclama.
En el propio CSIC el número de mujeres jefe de grupo no pasa del 30% y ascender en la carrera científica resulta muy complicado porque "progresa más quién más horas dedica, quién más visible es, quién más publica, quién más está dispuesto a sacrificar y choca con la implicación de las mujeres en el cuidado en casa".
"Además no estamos presentes en los círculos de influencia. Muchas veces te encuentras en paneles con solo hombres y cuando preguntas por qué no hay mujeres te dicen que no hay. Y sí hay pero los círculos de influencias y de conocidos son tradicionalmente masculinos y lo primero que se viene a la cabeza es un hombre", relata Elena.
Sin embargo, esta pandemia podría ser también una oportunidad de fijar la atención en cómo las líderes mujeres de algunos países están combatiendo mejor la crisis que sus compañeros o cómo algunas de las soluciones claves para combatir la temida segunda oleada saldrán de la cabeza de una mujer.
"Nuestra estimación es que el primero de los test esté en desarrollo y analizado antes de tres meses. Y entre los tres meses y el año, iríamos aportando dispositivos con mayor número de complejidad, que nos proporcionarán mayor información sobre la enfermedad", adelanta Pilar Marco.
Ella es consciente de que en este tiempo, cualquier empresa medianamente ubicada en el sector se ha lanzado a hacer test sin ninguna fiabilidad y advierte de que el desarrollo científico es esencial y necesita tiempo: "Según los últimos estudios, hay más de 170 tests en el mercado y no todos han pasado por los filtros de validación. De hecho, sólo un 10% cumple unos mínimos", advierte.
Un cambio internacional
En el Instituto López Meira donde trabaja Elena Gómez-Díaz ya tienen todos los permisos en su laboratorio de seguridad para empezar a trabajar con el cultivo de los dos patógenos. En cuanto llegue el último 'ok', esta especialista en genómica de malaria podrá comprobar si el coronavirus también se asienta en los glóbulos rojos y lo usa como escondite donde quedar patente hasta la siguiente oleada.
"La última fase sería en Burkina Faso y Guinea Ecuatorial donde veríamos cómo actúa el Covid y la malaria juntos. Teniendo en cuenta que la mitad de la población mundial convive con este patógeno, estaría bien adelantarse a ver cómo reacciona con el coronavirus", añade.
Como mentes sabias ambas ven en las crisis momentos de oportunidades. Elena Gómez-Díaz advierte de que este confinamiento ha demostrado que no es necesario tanto viaje y las reuniones internacionales de científicos pueden sustituirse por una conferencia virtual.
"Ahí creo que va a haber un cambio que va a beneficiar a las mujeres científicas porque permite una mayor conciliación con horarios más flexibles, trabajos remotos... que es lo que estábamos pidiendo".