Alabama 1953, en el pueblo de la famosa escritora Harper Lee. Elsie Leola Bodiford (18 años) era una cheerleader adolescente de una familia tradicional en uno de los estados más conservadores de EEUU que estaba viviendo un tórrido romance con el entrenador de fútbol de su instituto. El caso acabó en tragedia cuando la chica se quedó embarazada y el entrenador trató de que se casara con algún estudiante de su edad pero ella se negó.
Para William Henry Hamilton (25 años), cómo se llamaba el entrenador, la única forma "de no arruinar la vida era un aborto". Ilegal en aquella época y muy castigado por la ley. Junto con dos amigos llevaron a Elsie a un hotel y a la mañana siguiente, el cuerpo de la joven apareció desangrada con una percha llena de sangre junto a ella.
El entrenador fue acusado de homicidio pero Hamilton aseguró que Elsie se practicó el aborto ella misma. Aunque fue condenado en primera estancia, los tribunales superiores creyeron su versión y los tres acabaron en libertad. No pasaron ni un día en prisión.
La muerte de Elsie no fue la primera. Ni la última. Hasta 1973, gracias al polémico caso Roe V. Wade, el Tribunal Supremo de EEUU no declaró legal el aborto y las perchas, ganchos de hacer molde o cualquier alambre sucio se convirtieron en armas criminales presentes en escenas dantescas llenas de sangre, dolor y muerte.
47.000 mujeres muertas
Muchas mujeres los preferían a determinadas drogas o medicinas que, además, eran más caras y difíciles de conseguir. Por lo que las muertes por abortos ilegales producidos por una percha se cebaron con las féminas más pobres o con menos recursos.
Los historiadores del aborto ilegal en EEUU sólo se ponen de acuerdo en una cosa: es imposible saber cuántas mujeres murieron por esta práctica pero sí tienen registrados miles de mujeres al año que eran atendidas en todo el país por heridas derivadas de un aborto ilegal.
La OMS calcula que cada año se producen 22 millones de abortos inseguros, la gran mayoría de ellos en países en vías de desarrollo, que cinco millones de mujeres son hospitalizadas por complicaciones en estos procesos y que provocan la muerte de 47.000 mujeres al año, según datos de Amnistía Internacional.
Un símbolo hoy día
El dolor acabó mutando en símbolo y a finales de los 60, las manifestaciones feministas empezaron a llenarse de perchas en las que se colgaba un papel con un mensaje claro: "Never again" ("Nunca más"), sacado del titular que publicó la revista Ms. en 1973 junto con la foto de una mujer desnuda, desangrada boca abajo en la habitación de un hotel, que había fallecido nueve años antes por un aborto ilegal.
Las perchas se convirtieron en la visualización gráfica del peligro que supone una interrupción del embarazo con estos medios y en el arma de combate de quienes pedían una regulación sobre el aborto que salvara la vida de las mujeres.
Décadas después, el mensaje y la lucha siguen activas y las perchas no han perdido ni un ápice del dolor que transmiten.
Muchas activistas y políticas estadounidenses han vuelto a recurrir a este símbolo para llevarlo en su solapa y evidenciar su lucha ante las decisiones de algunos estados de ilegalizar completamente el aborto, como Alabama, o prohibirlo desde las seis semanas de gestación, cuando muchas mujeres ni siquiera saben si están embarazadas, como en Georgia, Ohio, Kentucky, Misisipi y Luisiana.
De hecho, la imagen de esta percha ha saltado las fronteras y el pasado año se convirtió en el principal símbolo del movimiento argentino que pedía permitir el aborto en uno de los países con una legislación más restrictiva de la zona, gracias también a una campaña de Amnistía Internacional que convirtió de nuevo el gancho en símbolo de la lucha de las mujeres.
Aborto con perejil
La ola verde con miles de activistas proaborto que recorrió Argentina llevaba camisetas verdes con una percha dibujada con las que querían significar cómo la muerte derivada de las malas prácticas en los abortos ilegales sigue siendo la principal causa de defunción entre las argentinas.
"Poco tiempo después de que el Senado rechazara la sanción de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, una mujer falleció por una septicemia después de intentar practicarse un aborto con perejil. En un contexto donde la prohibición obliga a las mujeres a elegir entra la muerte o la cárcel, la percha y el perejil ejemplifican por qué la normativa actual no frena la práctica de abortos sino que sólo los vuelve clandestinos", explica Mariela Belski, directora ejecutiva de Amnistía Internacional Argentina.
Muchas mujeres hicieron camisetas con este símbolo y lo utilizaron como foto de perfil en whatsApp, lo que dio una mayor visibilidad a la campaña: "La percha condensa como símbolo muchísimos de esos sentidos: la clandestinidad, el peligro y la ineficiencia de la normativa actual sobre el aborto", añade Belski.
Dos años antes que Argentina fueron las polacas las que la asumieron en su lucha. Con el hastag #CoatHangerRebellion (la rebelión de la percha) y portando estos alambres en todas sus protestas, trataron de que el Gobierno de Polonia no escuchara a la Iglesia Católica que pedía ilegalizar completamente el aborto, y eso que en el país sólo está permitido en tres casos muy reducidos.
De nuevo las perchas inundaron las calles de Varsovia en protestas masivas, donde se denunciaba que la percha podría acabar siendo de nuevo la única salida para aquellas mujeres con menos recursos que no pudieran viajar a países vecinos como Eslovaquia, donde es legal interrumpir el embarazo, o recurrir a otras fórmulas menos peligrosas pero más caras.