Ha pasado mucho tiempo desde que se decía que la mujer daba mala suerte en el barco. Ahora ellas lo patronan. Aunque no son muchas y no por el trabajo en sí, como ellas mismas reconocen, sino por la maldita conciliación que a esas horas de la madrugada se hace muy difícil.

"Lo peor de la pesca son los horarios. Es muy difícil conciliar vida familiar con el trabajo porque a las 5.30 salgo de casa y tendría que tener una persona 24 horas disponibles si los niños fueran pequeños", reconoce Carmen Argudo (54 años), patrona de un barco en Gandía donde lleva 25 años saliendo a pescar a la mar. "En mi caso, mi suegra, que era viuda, se quedó con ellos, pero no todo el mundo tiene ese apoyo".

Carmen Navas (45 años) es propietaria de dos barcos y Patrona Mayor de la Cofradía de Pescadores de Velez-Málaga. De hecho fue la primera mujer en entrar en una Junta Central y la primera en dirigir una cofradía en toda Andalucía. "Al principio había que convencer de que podías hacerlo. Un hombre hiciera lo que hiciera estaba bien hecho pero yo tenía que demostrar día a día que era capaz de hacerlo".

Ella también reconoce que no son las olas las que echan para atrás a las pescadoras sino cómo organizarse con sus hijos. "Cuando mis hijos eran pequeños yo llevaba a la tripulación y a mi marido a otros puertos y me levantaba a las 4 de la mañana y tenía que dejar a alguien en mi casa durmiendo. Unas veces se quedaba mi hermana o mi padre. No los podía dejar solos y a esas horas no hay guarderías ni un sitio donde dejarlos", denuncia.

En tierra y sin cotización

Así que muchas mujeres optan por hacer el trabajo en tierra, una "ayuda" que consume sus jornadas laborales pero que ni se paga ni se cotiza. "Yo no salí al mar hasta que mis hijos no se hicieron un poquito mayores, con 6 o 7 años. Mientras, estaba a la sombra como todas las mujeres de este oficio, trabajaba en el puerto, cuando llegaba mi marido con el barco, desempescábamos, ayudábamos a sacar el pescado de las redes, a limpiarlas... Ellos se volvían al mar y tú a la casa. Entonces conciliabas más pero sin remuneración porque si no vas embarcada no cotizas ni nada de nada. Lo que se ha hecho toda la vida", denuncia Carmen Argudo, una de las cuatro pescadoras que ahora mismo navegan en Gandía.

"Hay una embarcación que van dos mujeres, aunque no salen siempre pero cuando navegan van dos mujeres, porque se jubiló el marido de la dueña. Y otra mujer que va con su pareja", aclara.

En total son algo más de 5.000 las mujeres en toda España que trabajan en un sector claramente masculinizado y la mayoría ha llegado al barco por una tradición familiar o por amor.

"Yo soy pescadora por mi marido. Cuando lo conocí, ya era pescador. Tenían un barco y festeando con él empecé a ver lo que era este mundo de la mar, que yo no tenía ni idea porque mis padres son castellanos, son de secano, y para mí el mar era la playa. Ahora no, ahora es todo lo contrario: no tengo playa, tengo mar", explica Carmen Argudo.

Carmen Navas lo es por tradición: "Mi padre era pescador, mi abuelos, mis tíos, mis primos, mi hermano...". Ella es la cuarta de cinco hermanos y recuerda todas las tardes en el puerto con su padre, con el que estaba muy unida y que le inoculó en el alma el amor por el mar. Ahora tiene dos barcos: "Uno de mi padre que soy socia, que es de arrastre, y otro de artes menores, con mi marido" y ella se centra en gestionar todo en tierra, a la vez que ayuda a hacer las artes de pesca.

Gandía

El barco de Gandía que patrona Carmen Argudo lo llevan ella y su yerno. "El otro barco, mi marido y mi hijo". Todos hombres menos ella. Reconoce que empezó de marinero competente para trabajar en la mar pero se dieron cuenta de que "si algún trabajador caía de baja el barco se tenía que amarrar". Así que decidió estudiar para patrón: "Y me saqué el patrón local, el de la zona, y luego el de costero polivalente que es para todo el Mediterráneo".

Carmen Argudo, patrona de un barco en Gandía.

Cuando Carmen se subió al barco hace 25 años de manera profesional pocas mujeres, por no decir ninguna, hacían lo mismo en Gandía ni en España. Fue la estrechez económica de este oficio, otro mal endémico del sector, la que le hizo dar el primer paso: "El barco era de los padres de mi marido y ya éramos muchos para vivir de él. Me dijo que si yo me atrevía podíamos tener barco nosotros. Y yo le dije que por supuesto". Y de ahí dos barcos, tres familias, un patrona.

Lo que más disfruta de su trabajo es la sensación de libertad, de estar con la naturaleza pura y dura. "Es un trabajo que parece peligroso pero para mí ya es rutina. Pillar mal tiempo es normal y los días de viento lo pasas fatal pero es como una droga", aclara. Casi ningún día es igual al otro. Trabaja de lunes a viernes, salvo que vayan a la red o al palangre, cuando el domingo por la mañana hay que repostar los aparejos para el día siguiente, pero varían en métodos y en pescados.

Su época favorita es está, la del pulpo: "Salimos a las 6 de la mañana y llegamos al puerto sobre la una o una y media. Es un pesca comodísima para nosotros porque se nos da muy bien y tienes todo el día para ti", habla Carmen como si las siete horas o siete horas y media que echa cada día en esa temporada no fueran una jornada completa ya en muchos trabajos. "Es que con el palangre sí que echas horas y horas en el mar", advierte.

La pesca ya no es igual a cuando ella se subió al barco pero aún así resulta un trabajo muy duro. "Cuando yo empecé hace 25 años era más. Ahora ha cambiado todo en los aparejos, en los aparatos que tienes para recoger la red, en las pulperas, es hidráulico y te ayuda mucho. Antaño todo era a mano. Ahora es más fácil para que esté una mujer al frente".

En su barco la paga sigue siendo a partes, como toda la vida. "La captura que hace el barco a la semana se reparte entre la embarcación y los que van a bordo. Si vas de marinero ganas muy poco y la gente quiere tener titulación de patrón o motorista porque ya tienes más partes".

Carmen sabe que la mala suerte y las mujeres en España es cosa del pasado, pero no en otro países: "Tuvimos un Congreso hace dos años que me quedé anonadada de lo que decían. En Senegal, no cuadraba que una mujer fuera patrona y si tenía la regla es que ni subía al barco porque era un horror".

Ahora, "cualquier niña que quisiera puede ser pescadora o patrona" aunque hay que solucionar el tema de la conciliación de alguna forma: "Muchas mujeres abandonan, prefieren su vida privada y trabajar en tierra y no sacrificar esto". Y es que "como no tengas a una persona de tu entorno que esté en la pesca, una mujer sola es más complicado", concluye contenta de que aún le quedan al menos 8 años más de salir a la mar todos los días antes de la ansiada jubilación.

Carmen Navas, patrona de la Cofradía de Pescadores de Vélez-Málaga.

Velez-Málaga

Carmen Navas compró su barco en 2002 junto con su marido. También tenía participaciones en el de su padre, pero aún siendo patrona tenía claro que no podría salir al mar siempre que quisiera por sus hijos. "Dos".

"Yo no salía porque el horario no es compatible con la familia y me quedé haciendo todas las tareas en tierra. Además, tampoco es un trabajo que te dé dinero para poder tener a una persona cuidando a tus hijos". Eso sí, es el alma de un negocio que, al final, tiene mucha logística que gestionar.

"El mundo de la pesca ha cambiado bastante. Yo he estado habitualmente en el puerto con mi marido haciendo las labores en tierra y lo he llevado a un puerto y lo he trasladado, he recogido el producto y lo he puesto a la venta y me respetan como uno más", asegura.

De hecho, su puesto de primera patrona de una cofradía andaluza de pescadores lo ganó con los votos de sus compañeros, un respeto que sabe mejor cuando viene del reconocimiento del resto. "Aquí es por votación, cada cuatro años, con el censo de afiliados que son tanto los trabajadores como los armadores", aclara.

Carmen Navas, patrona de la Cofradía de pescadores de Vélez-Málaga.

Ella reivindica la pesca como una tradición "de toda la vida", "lo único que he conocido" y lo defiende a capa y espada. Pero reconoce que el que se echa al mar es porque le gusta, no porque sea el trabajo más rentable o más sencillo del mundo.

"Los barcos han mejorado bastante con las nuevas tecnologías y ya no se necesita tanta fuerza física, pero los horarios siguen siendo lo peor. Lo habitual es ir al mar a las 5 o 6 de la mañana hasta las 5 o 6 de la tarde, eso cuando trabajan a un arte. Cuando trabajan al otro es desde las cinco de la tarde a las 8 de la mañana. Difícil tener familia así".

Carmen lamenta que lo peor es cuando se trabaja y no se pesca nada pero su suerte es que van variando de peces y de tarea: a veces pulpo, a veces con el trasmallo, con la licencia para el atún... Pero aún así ni en el confinamiento ha sido una tarea fácil: "Hemos estado pescando pero no hay sido muy rentable, porque hemos notado una caída del precio ya que dependemos mucho de la hostelería y la restauración que ha cerrado. Eso nos ha matado".