Son mujeres unidas a una cruz verde por voluntad y tradición familiar. Llevan el amor a la botica, y a su paciente, en las venas y lo han demostrado durante los meses más duros que ha vivido nuestro país en muchos años. Cuando los médicos no cogían el teléfono, las tiendas apenas abrían unas horas, los ayuntamientos, dispensarios, oficinas estaban cerradas, sólo ellas mantenían la ventana abierta. Corriendo todos los riesgos para atender a sus pacientes, a sus vecinos.
Maribel, Marián y Ángela son sólo tres de las más de 53.000 mujeres que tiene una cruz verde encendida sobre su puerta. Según datos del Consejo General de Colegios Farmacéuticos, las mujeres suponen más del 70% de los 74.043 colegiados en nuestro país. Además, de los 90.000 puestos de trabajo directos que generan las farmacias, ocho de cada diez están ocupados por mujeres.
Caras, manos y voces que han tenido que pelear con sus propios miedos para calmar los de la sociedad que las necesitaba. Y siguen haciéndolo, porque mientras los centros de atención primaria siguen reduciéndose a una simple llamada por teléfono, ellas (y miles de personas como ellas) dan la cara.
Maribel de Andrés Martí (Sevilla)
Como tantas otras mujeres en esta profesión, María Isabel de Andrés Martí viene de una familia de farmacéuticos y creció en la rebotica. "Soy hija de farmacéuticos, mi abuelo lo era… Para mí la farmacia formaba parte de mi día a día, me gustaba y la disfrutaba desde pequeña. Incluso cuando acababa los deberes, ayudaba en lo que podía", recuerda esta licenciada.
Ella siempre supo que quería estudiar Farmacia, una carrera "muy completa" y en la que siempre ha habido "una proporción superior de mujeres frente a hombres". "Mi madre tiene 88 años y cuando estudió su carrera eran la mitad hombres y la mitad mujeres. Ahora somos el 70%, hace años a lo mejor eran el 40 o 50%, pero siempre ha sido una carrera que ha llamado la atención a muchas mujeres".
Maribel tiene claro que ese interés femenino se debe a su "vertiente asistencial": "Es una carrera en la que se está muy cerca del paciente". Y la presencia de mujeres no está solo detrás del mostrador: "También en el profesorado de la universidad, la administración pública, los analistas, la industria farmacéutica…".
Y eso que atender la rebotica no fue su primera opción. "Hice la tesis doctoral y estuve unos años en el Instituto Toxicológico de Sevilla. En 1992 también me fui a hacer una estancia en el extranjero. Hice óptica en Barcelona y a partir del 98 empecé en la farmacia. Llevo ya 20 años", cuenta De Andrés, que desde 2018 ejerce de Vocal Nacional de Óptica Oftálmica del Consejo General de Farmacéuticos.
En dos décadas de trabajo no se había enfrentado nunca a una situación pandémica como la que han vivido. Eso sí, el trato con los pacientes sigue siendo el mismo: "Ahora tenemos más protocolos y está todo más organizado e informatizado pero al final el paciente siempre quiere que lo conozcas, que seas cercana".
Recuerda cómo su cruz verde, encendida todo el día, se convirtió en el faro para muchos de sus vecinos durante el encierro: "Los únicos que estábamos abiertos por la tarde éramos nosotros, éramos referencia para el barrio. Se daba el aplauso grande de la 'tele' pero luego había vecinos que se quedaban hasta que salíamos, y nos aplaudían y gritaban desde los balcones", relata orgullosa.
La llegada de la "nueva normalidad" no ha cambiado el trabajo que estaban haciendo a la sociedad: "Aunque desde nuestras instituciones se nos ha ayudado bastante, los primeros 15 días todo lo tuvimos que hacer entre compañeros. Montamos las mamparas en dos o tres días, los protocolos de higienización de las farmacias… Los negocios del barrio cuando iba abriendo venían a preguntarnos qué protocolos seguir porque ellos no tenían ayuda. Hemos sido nosotros los que les hemos ido diciendo y aconsejando".
Marián García (Belmonte - Cuenca)
La historia de Marián García es un viaje de la farmacia más tradicional a la ventana del futuro. Dejó la bata hace unos años y se convirtió en una de las comunicadoras científicas más importantes de nuestro país en la lucha contra los constantes bulos que se difunden por Internet. Eso sí, antes probó lo que es abrir una cruz verde en un pequeño pueblo de Cuenca, Villaescusa de Haro.
"Eché los dientes en la rebotica de una farmacia, en Belmonte (Cuenca). La farmacia era de mis padres y allí trabajaba todos los veranos. Cuando se planteó la hora de estudiar una carrera, por un lado me gustaba mucho Periodismo y Filología Hispánica pero como también me gustaban las ciencias y mis padres eran farmacéuticos decidí que tenía lógica seguir la tradición familiar y escribir en mis ratos libres. Lo único que no esperábamos ninguno era que esa afición acabara convirtiendo en mi trabajo", bromea Marián García o lo que es lo mismo, 'Boticaria García', como se la conoce en las redes sociales, autora de cuatro libros.
Esta boticaria tenía claro que se necesitaban fuentes profesionales sobre salud en Internet, ya que cada vez era más habitual que los pacientes llegasen a la farmacia habiendo consultado al "doctor Google". "Cuando terminé la carrera en 2005 internet o el doctor Google eran una cosa anecdótica, pero con los años me di cuenta de que los pacientes habían consultado previamente al doctor Google por sus dolencias, o que cuando yo les recomendaba preguntaban en Google qué era".
Así que, en 2013, hizo las maletas y se fue a Madrid. "Durante este tiempo abrí un blog, simplemente como hobby, sin intención de convertirlo en algo profesional. Era para dar respuesta a esas preguntas típicas que me hacían en el mostrador de la farmacia: si es mejor Paracetamol o Ibuprofeno, cómo se quitan los piojos, cómo buscar un buen protector solar… Así, la gente que buscara en Internet podría encontrar una respuesta que viniera de un profesional sanitario y no de foros o redes sociales".
A pesar de que ahora reparte consejos desde una pantalla, García insiste en homenajear la labor de sus compañeros en estos meses, entre los que se incluye su madre, que todavía sigue en activo. "Han estado a pie de calle desde el primer día, la luz de las farmacias no se ha apagado nunca. A ninguna persona le ha faltado su medicación. No han recibido quizá las ayudas o la atención necesaria por parte de las administraciones pero a pesar de eso, los farmacéuticos como colectivo nos hemos revuelto y hemos intentado dar lo mejor".
Si hablamos de mujeres farmacéuticas, ella está segura, también hay techo de cristal que romper: "Sí que es una profesión principalmente femenina. Pero muchas veces a nivel directivo, no se dan estas proporciones", lamenta con un atisbo de esperanza: "Afortunadamente esto va cambiando cada vez más".
Ángela Angoitia (Vizcaya)
Como sus dos compañeras, Ángela Angoitia se crió entre recetas y medicamentos dentro de una farmacia del País Vasco. Sin embargo, a ella no le atraía el mundo farmacéutico y tuvo que estudiar la carrera "casi por obligación". "Mi madre era farmacéutica, mi bisabuelo también… Yo quería estudiar Derecho, pero mi madre me dijo que Farmacia y ni lo pensé. La verdad es que me encantó". Pero lo que enamoró de verdad a Angoitia fue el ejercicio de la profesión. Ahí fue donde encontró su verdadera vocación. "Yo tenía claro que lo mío era la botica, como mi madre. Comencé esa trayectoria y llevo 33 años con oficina de farmacia, es mi pasión".
Angoitia ha sido una de las miles de farmacéuticas que mantuvo abierta su ventana durante la pandemia y cuenta emocionada el impacto que supuso que durante meses muchas personas tuviesen la farmacia como centro de referencia único. "Al primer lugar al que acuden los pacientes, sobre todo se ha visto ahora, es a la farmacia. Me he quedado impactada, estaban todos los centros de salud y ambulatorios cerrados en mi zona y casi no daban abasto con los teléfonos, solo atendían sobre la Covid. Había patologías, sintomatologías, dudas… Y bueno, al primer lugar al que iban era aquí. Y nosotros hemos estado siempre, con muchas precauciones y pocos medios, como todos los sanitarios al principio".
Angoitia sólo lamenta, como sus compañeras, que la sociedad no valore lo suficiente al sector en sí. "Siento que a nivel sanitario sí nos valoran, que el gremio sí considera que hemos sido un punto referente, pero a nivel de población no. Los aplausos no estaban nunca dedicados a las farmacias. Y es curioso, nuestros clientes o pacientes son muy agradecidos contigo en particular, con el farmacéutico, pero no con la farmacia en general. Supongo que es porque como estamos ahí y siempre hemos estado, lo dan por hecho".
Ella reconoce que siempre ha estado más rodeada de mujeres que de hombres en la botica pero las cosas están cambiando: "En mi época era una realidad, la mayoría éramos mujeres. Cuando mi madre se graduó en 1954 ya eran más mujeres en la orla. Pero, fíjate, creo que hoy en día no es así a nivel de estudios. Lo veo, por ejemplo, cuando buscas a alguien para que trabaje en tu farmacia. Actualmente tengo tantas solicitudes o más de farmacéuticos que de farmacéuticas. Los datos son los datos y colegiados habrá muchísimos menos que colegiadas seguro, pero creo que está cambiando", concluye.