Tal y como se venía anunciando desde hace días, Amy Coney Barrett es la jueza nominada por Donald Trump para que ocupe el puesto dejado por Ruth Bader Ginsburg. Si todo sigue su curso y la nominación es aceptada por el Senado, Coney Barrett dará la mayoría a los conservadores en el Tribunal Supremo y cambiará por completo el panorama judicial de EEUU para los próximos años, o incluso décadas (ya que se trata de un puesto vitalicio).
Abiertamente católica, los demócratas temen que la llegada de Barrett a la institución judicial más importante del país suponga la marcha atrás de leyes como la del aborto. A pesar de que Barrett, de 48 años, siempre ha intentado evitar posicionarse públicamente en lo que respecta a este tema, su historial como jueza y el hecho de ser considerada la "heredera ideológica" del juez conservador Antonin Scala, han hecho saltar las alarmas de los demócratas.
Coney Barrett se convirtió en jueza del Séptimo Circuito en 2017, también por nominación de Trump, que ya entonces la consideró para el puesto, que finalmente se llevó Brett Kavanaugh. Mientras que su elección fue celebrada por los consevadores religiosos, algunos demócratas la criticaron hasta el punto de que la senadora de California, Dianne Feinstein sugirió que Barrett se dejaría llevar por sus dogmas de fe a la hora de dictar las sentencias.
“Tiene una larga historia de creer que sus creencias religiosas deben prevalecer. El dogma vive ruidosamente dentro de ti", afirmó Feinstein durante la audiencia de confirmación.
Este tipo de comentarios, que han sido repetidos en los últimos días con motivo de su posible nominación, han sido criticados por algunos senadores conservadores. “Estas feas difamaciones contra la jueza Barrett son una combinación de intolerancia anticatólica y estupidez”, aseguró el senador por Nebraska, Ben Sasse.
Su neutralidad, en entredicho
Su capacidad para ser neutral en los casos que puedan contradecir sus creencias religiosas se ha puesto en duda también por un artículo que escribió en 1998 junto a John H. Garvey, actual presidente de la Universidad Católica de América, en el que cuestionaban que los jueces católicos pudiesen dictar sentencias de pena capital por el "aprieto moral y legal" al que se enfrentarían.
"Si bien estos jueces están obligados por juramento, compromiso profesional y las demandas de la ciudadanía a hacer cumplir la pena de muerte, también están obligados a adherirse a la enseñanza de su iglesia sobre cuestiones morales", rezaba el abstract o resumen del artículo, publicado en la Universidad de Notre Dame.
Según apuntó el diario Denver Post, en otro texto publicado en The Texas Law Review de 2013, Barrett enumeró 10 casos que, según ella, son considerados "super precedentes" y que ningún juez se atrevería a revertir incluso si creyera que se decidieron erróneamente.
Entre ellos se encontraba Brown vs. Board of Education, que declaró inconstitucional la segregación racial en las escuelas pero no el caso Roe v. Wade, que en 1973 confirmó el derecho de una mujer a abortar. Entonces Barrett adujo que los académicos no lo incluyen porque la controversia pública que gira a su alrededor nunca ha disminuido.
A su historial sobre su posición con respecto al aborto, una de las que sin duda más preocupa ahora mismo a los demócratas, hay que añadir que formó parte de la Facultad Universitaria por la Vida, una organización cuyo objetivo es "promover la investigación, el diálogo y la publicación por parte de la facultad que respeten el valor sagrado de la vida humana desde su inicio hasta la muerte natural en el espíritu encarnado en el Evangelio".
No obstante, durante su interpelación con Feinstein, Barrett respondió que sus puntos de vista "habían evolucionado" y que estaba de acuerdo en que los jueces no deberían "seguir sus convicciones personales en la decisión de un caso, en lugar de lo que exige la ley" y aseguró que sus opiniones "sobre esta o cualquier otra cuestión no influirán en el desempeño de mis funciones como juez".
No solo es conservadora en el plano de los derechos reproductivos. Barrett también se ha posicionado a favor de invalidar el Obamacare (la reforma sanitaria promulgada por Obama en 2013 para dar una mayor cobertura a las personas sin seguro médico). También está en contra de que los condenados por delitos no violentos no puedan poseer legalmente un arma, según manifestó en un disenso en 2019.
Una familia querida
Más allá de las cuestiones jurídicas, en el plano personal se tiene muy buena opinión de ella. Oriunda de Nueva Orleans, actualmente vive en South Bend, Indiana, cerca de la Universidad de Notre Dame, su alma máter y donde además ha ejercido de profesora.
Su familia es muy querida y encarnan casi el ideal americano, tal y como contaba The New York Times. Casada con Jesse Barrett, un exfiscal federal que ahora ejerce en un despacho privado, la pareja tiene siete hijos -dos de ellos adoptados de Haití y uno con Síndrome de Down-. Para Barrett no es una novedad tener una familia numerosa, puesto que ella es la mayor de, justamente, siete hermanos.
La familia participa activamente en la vida del barrio: la jueza es voluntaria en el colegio de sus hijos y acuden habitualmente a los partidos de fútbol de Notre Dame. “Su familia es radicalmente generosa y hospitalaria”, dijo al Times Carter Snead, un viejo amigo de Barrett.
Aunque lo más probable es que el Senado refrende la propuesta de Trump, ya que hay una mayoría conservadora, no se sabe si tendrá tiempo suficiente para llegar al Tribunal Supremo antes de las elecciones del tres de noviembre. En caso de hacerlo, será la jueza más joven de los nueve que están en el cargo actualmente.