Una de las novedades del desfile de este 12 de octubre ha sido la imposición de medallas a seis miembros de las Fuerzas Armadas por su lucha contra la Covid y la pandemia en la llamada Operación Balmis. De los seis militares que la recogieron, sólo dos eran mujeres, un 33% de representación que casi triplica la que realmente tienen las militares en los distintos Ejércitos en España, un 13% en total.
Sin embargo, la labor de estas dos mujeres es especialmente significativa por las unidades a las que representan y por su trabajo a nivel personal. La primera en recibir ese honor de manos de Felipe VI fue la teniente coronel María del Carmen Ariñez Fernández, directora del Instituto de Medicina Preventiva de la Defensa y una de las artífices del plan de rastreadores que ha implicado a cientos de militares para tratar de frenar la pandemia en las distintas comunidades autónomas.
Por su parte, la segunda mujer que recibió la medalla fue María Teresa Cortés Fuentenegro, cabo de la Unidad de Emergencia Militar (UME) que se ha destacado por su labor en el traslado de enfermos a hospitales y en la desinfección de residencias de ancianos, lugares sanitarios, colegios y centros públicos para evitar más muertes por coronavirus en un sector de la población que ha sido el que más ha sufrido en esta pandemia.
María del Carmen Ariñez Fernández es una experta en la afección de la gripe y las enfermedades pulmonares en la población. De hecho, su tesis versó sobre las "Coberturas y factores relacionados con la vacunación antigripal y antineumocócica entre los pacientes con enfermedad pulmonar obstructiva crónica en España", una experiencia que le debe de haber valido de mucho a la hora de diseñar la estrategia que ha seguido Defensa, y el instituto, en la ayuda en la lucha contra el virus.
Es médico especialista en Salud Pública y doctora en Epidemiología, además de ser diplomada en Inteligencia Militar y tener un máster en Seguridad y Defensa. Su posición y su formación han hecho que haya estado trabajando codo con codo con el Ministerio de Sanidad durante todos estos meses, tal y como reconoció en la rueda de prensa del pasado 27 de agosto donde presentaron el plan de rastreadores militares que iban a trabajar a petición de las distintas comunidades autónomas. Una especie de alter ego de Fernando Simón pero a servicio de Defensa.
Rastreadores
La Operación Balmis, que arrancó en el mes de marzo, justo cuando se hacía evidente la gravísima situación que provocaba el coronavirus, movilizó a más de 3.000 militares de los tres ejércitos y de la UME para actuar en cuatro áreas claves en la mayor crisis de nuestro país: seguridad en los puntos más críticos; apoyo logístico con transporte terrestre y aéreo además del traslado de enfermos y de fallecidos; capacidades sanitarias con la desinfección de instalaciones y residencias; y la planificación e instalación de hospitales de campaña en varias ciudades de España.
Pero su actuación no se ha quedado en esos meses, el Ejército ha seguido trabajando dentro de esta operación, por ejemplo, ayudando al rastreo de positivos con la oferta de unos 2.000 militares para aquellas comunidades que no pudieran cubrir estas demandas por la incidencia alta del virus.
La idea de Defensa y Sanidad Militar es ofrecer militares que estuvieran muy pegados al terreno y, a ser posible, miembros de los destacamentos destinados en cada territorio para evitar que los focos se convirtieran en un contagio masivo.
Asistiendo a la ministra de Defensa, Margarita Robles, en el desarrollo de ese plan ha estado María del Carmen Ariñez Fernández quien, debido a su rango y experiencia, ha sido uno de los expertos que ha puesto a disposición del Ministerio de Sanidad toda su valía y su formación para ir luchando contra el virus.
Desinfección y traslado
La cabo María Teresa Cortés Fuentenebro es mucho menos conocida en la cúpula del Ministerio de Defensa pero la unidad a la que pertenece, dentro de la UME, ha sido clave, sobre todo en Madrid, en las labores de desinfección en los meses más duros de la pandemia y traslado de enfermos y fallecidos.
La UME, que fue creada en 2005 por el entonces presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, tras el incendio de Guadalajara donde murieron 11 personas, se ha convertido en una formación clave en la lucha contra la pandemia en los peores momentos.
María Teresa Cortés tiene mucha experiencia en cómo trabaja ese cuerpo, sobre todo en la organización asistencial. Como miembro del Regimiento de Apoyo e Intervención en Emergencias, con base en Torrejón, ha participado en numerosos simulacros, incluso de accidentes nucleares, en coordinación con distintas fuerzas de seguridad y financiados de forma internacional, que en estos meses se han visto superados por la realidad pero que los militares han sacado adelante con espíritu de sacrificio.
Todos los conocimientos adquiridos le habrán venido muy bien cuando su Regimiento de Apoyo e Intervención en Emergencias (RAIEM) asumió la misión, en los peores meses del coronavirus, de ser ellos los que trasladaban a los pacientes afectados por coronavirus entre diferentes centros hospitalarios o de las residencias de ancianos a los hospitales.
Esta unidad dentro de la UME también realizó el apoyo en el montaje de ocho albergues para personas sin hogar y hospitales de campaña, entre ellos los ubicados en IFEMA (Madrid) y en la Fira (Barcelona).
La cabo Cortés es una aficionada a las carreras por el asfalto pero sobre todo por la montaña, donde ha participado en varias pruebas de trail running. Un hobby muy unida a la fortísima preparación física que se les pide a los integrantes de la UME, que tienen como uno de sus lemas la abnegación.
Muchos recuerdan que éste es un cuerpo voluntario que es elegido por quienes están dispuestos a sacrificar todo por los demás, jornadas larguísimas y días sin dormir ni descansar cuando hay una emergencia en la que actuar. Y su sacrificio ha sido máximo en estos meses en los que muchas veces eran los únicos que se han atrevido a trasladar a fallecidos a la morgue, entrar en residencias con todos contagiados o ayudar a los enfermos que no podían llegar ni a un hospital debido al colapso. Un valor que el Rey ha querido visualizar en la medalla que cuelga del pecho de esta cabo.