Rozalén es de esas mujeres que se llevan bastante bien con el "-ista". Es lista, artista, feminista, optimista y ahora, también, ecologista. O al menos, ha optado por una metáfora verde para llamar la atención de que si no cuidamos el árbol, pronto nos quedaremos sin bosques.
"Me he dado cuenta, y por eso he hecho este disco, del descuido que tenemos hacia el árbol, hacia el individuo, el que cada uno lleva encima. Todo parte de ahí, si sabemos cuidar cada uno nuestro árbol, el bosque va a estar mejor. Si sabemos querernos, si estamos bien, lo que ofreceremos será de mayor calidad".
Reconoce que su disco tiene mucho de "terapia para la mujer", porque no se puede aparcar las bases de feminismo, de respeto y de igualdad que destilan sus letras. Pero también mucho de terapia colectiva, donde se reflexiona sobre la amistad, el amor, la inmigración o el papel del artista, con una versión muy personal de 'La Maza', del cubano Silvio Rodríguez. Un gesto, sin duda, que demuestra el poco miedo que tiene a que se malinterpreten sus símbolos o sus letras cuando en España hay quien habla de gobiernos socialcomunistas.
"Estoy de acuerdo con todo lo que dice esta canción. Si no creyera en mi camino, en mi sonido, en quien me escucha... son todos los secretos que siempre esconden las canciones de Silvio. En Latinoamérica dicen que habla de revolución. En mi caso, cuando estaba pensando qué versión hacer, varias personas me la enviaron y había que grabarla. Yo creo en las señales".
Si se habla de revolución, esta albaceteña lo tiene claro: "Quedan demasiadas revoluciones en España" por hacer y la música tiene que poner sonido y letra a esas reivindicaciones. "Silvio es uno de mis referentes, igual que Violeta Parra y Víctor Jara. A la mayoría de los cantautores se les ha relacionado con la revolución, pero a mí me da igual, pienses como pienses, si no ves la poesía que tiene esta canción, a lo mejor es que no tienes que escucharla".
Ha bebido con sed profunda de los manantiales más tradicionales, de coplas, de historias orales, de dichos y hasta de sonidos populares que, a modo de juglar, sigue cantando en cada puerta, en cada esquina con una guitarra como compañera y las manos de quien le sigue siempre para hacer de su música algo inclusivo.
Quizá por esa misión divina de mantener viva una memoria histórica y musical se revuelve cuando se le pregunta por los símbolos y sus apropiaciones. "A ver cuándo dejamos de ser un país de enfrentados. Parece que será eterno en España, que es imposible que nos llevemos bien. Siempre hay dos bandos y eso puedo entenderlo por un lado, pero por otro me entristece".
Por eso, salta cuando ve que se están repartiendo carnés de españolidad: "Me duele el hecho de que parece que soy menos española que otros. Yo soy superpatriota y me duele que se hayan agenciado diferentes banderas, unos y otros. Porque yo amo mi tierra y cada vez que salgo fuera me doy más cuenta de lo maravilloso que es este país, de los paisajes, de cómo se come, de la multiculturalidad, de las lenguas... y que no pueda usar una bandera porque parece que no me pertenece es injusto. Deberíamos todos empezar a usar más la bandera de España".
Feminismo
A lo largo de su carrera, Rozalén no ha negado nunca ser una mujer feminista. Debería ser una redundancia pero la experiencia demuestra trágicamente que no. Por eso tiene claro que era "necesario un Ministerio de Igualdad y viendo que, por ejemplo, Irene Montero ha tenido que decir que no iba a dar explicaciones de con quién se acostaba... Lo dice todo. Yo tengo muchas más facilidades que mi madre o que mi abuela pero también queda mucho por hacer", advierte.
Sus letras han denunciado la violencia de género, la tiranía de la imagen incluso para mujeres célebres, la falta de libertad... "Yo hago una alfombra roja y salgo en todas las revistas criticada por cómo voy y todo el mundo opina. Y eso no pasa con los hombres".
Y asegura que el machismo está hasta en esos paternalismos "sin querer" que aparecen en cualquier ámbito, también en la música: "Por qué mis compañeros tienen conmigo ese paternalismo, y sé que me quieren, que me respetan, pero a mí siempre me dicen 'bonita', 'cari'... Y entre ellos no pasa. Muchos me han venido a decir: "He escrito la canción de tu vida"... Pero si yo soy cantautora. Y no se lo dicen entre ellos".
Reconoce que hay que luchar contra muchas estructuras del patriarcado que tenemos tan asumidas socialmente que ni las mujeres somos conscientes de ellas: "Yo también me tengo que poner alertas cuando estoy teniendo actitudes machistas. Me veo mirando la tele y diciendo 'qué fuerte esta, mira cómo va...' Y luego digo, ¿qué hago yo criticando a otra compañera? Las mujeres no podemos ponernos zancadillas unas a las otras".
Rozalén no quiere escapar a ningún tema polémico y más si afecta a las mujeres. Lo piensa, lo medita y responde con el corazón.
Pregunta.- ¿Qué es para usted ser una mujer?
Respuesta.- "Simplemente sentirlo. Quien se sienta mujer, es mujer. No entiendo la polémica ni sé por qué a algunas feministas les molesta la Ley trans. Las mujeres transexuales que yo conozco para mí son mujeres, porque así se sienten, así me hablan y así les hablo yo. Claro que hay una cosa orgánica que no es igual, pero a mí me da lo mismo. Es más importante la identidad. No sé por qué impedimos sentir lo que sienten. Aunque debería leer más sobre el tema".
Más tajante se muestra con el peligro de negar la violencia de género o los dardos de las palabras cuando no se usan bien. "Yo no tengo ninguna de mis amigas, y somos nacidas en el 86, que no hayan vivido una situación fea en este aspecto. A lo mejor existe gente que de verdad ha conseguido la igualdad y todo es de color de rosa. Mi realidad no es así".
Y denuncia el peligro de usar "puta" o "feminazi" como sin importancia. "Verbalizar las cosas es superimportante para bien y para mal. Me importa ir cambiando conceptos pero para bien. El término feminazi es muy hardcore, precisamente el feminismo es lo contrario al nazismo. Para mí el feminismo es la búsqueda de la igualdad pero no sólo entre mujer y hombre, entre todos".
Por eso juega busca poesía en las letras de las canciones y advierte de la importancia que tienen en quien la escucha. Ahí, ella sabe, no siempre la música le hace un favor al feminismo con expresiones que cosifican a la mujer, que muestran relaciones de desigualdad o que exponen el cuerpo femenino como si fuera una posesión más.
"Tengo un conflicto con eso porque ahí entra la censura. Por un lado a mí no me gusta que se censure nada, ni siquiera lo que nos hace daño, pero quizás, deberíamos de trabajar esas letras. Yo no las escucho, me parecen horribles y que no tienen nada poético. Yo escucho trap y reguetón pero con otro tipo de letras".
A veces es cuestión de frases, a veces, cuestión de mimo. "C Tangana tiene producciones que me molan mucho y luego... Rosalía también tiene algunas contradicciones. En la última que hizo con J Balvin soltaba unas frases que decías ¡ay no por favor, que tú eres ejemplo! Pero no quiero que callen la boca a nadie".