A finales de julio de 1932, durante los compases iniciales de la Segunda República, María Domínguez Remón fue nombrada alcaldesa de la localidad zaragozana de Gallur. Se convirtió así en la primera mujer de la democracia española al frente de un ayuntamiento. Cuatro años más tarde, tras abanderar con su pionero ejemplo la lucha por una sociedad más igualitaria, la también profesora sería fusilada por los golpistas en las tapias del cementerio de Fuendejalón, muy cerquita de su localidad natal de Pozuelo de Aragón, en donde se había refugiado tras el estallido de la Guerra Civil. Fue otra víctima más de la represión franquista.
Este fin de semana, casi 85 años después de su asesinato, los restos mortales de María Domínguez, alcaldesa, maestra y periodista, también conocida como 'María la Tonta' —ese fue el pseudónimo que utilizó para firmar muchos de sus artículos—, han aparecido en una fosa común con un tiro en la nuca, según ha anunciado el Gobierno de Aragón. El cuerpo ha sido exhumado y será sometido a una serie de análisis de ADN para cotejarlo con el de los descendientes de la regidora y confirmar su identidad. Pero los arqueólogos dicen que todo casa: se trata del cadáver de una mujer de entre 50 y 60 años con la marca del crimen perfectamente visible. En el enterramiento se han identificado otros tres varones.
María Domínguez fue fusilada en septiembre de 1936, mismo destino que sufrió su marido. Su cuerpo y un sencillo objeto personal, una peineta, han sido recuperados gracias a la colaboración del Gobierno de Aragón, el Ayuntamiento de Fuendejalón, la Asociación de Familiares y Amigos de los Asesinados y Enterrados en Magallón (AFAEM) y la Asociación por la Recuperación e Investigación Contra el Olvido (ARICO). Los restos, sin embargo, no han aparecido en la tapia donde se creía y donde hay un memorial en homenaje a María Domínguez, sino unos metros más allá.
Carmen Calvo, vicepresidenta primera, ha celebrado la exhumación del cuerpo de María Domínguez, "gran luchadora socialista y feminista, asesinada en 1936". "Merece reconocimiento y que reivindiquemos su legado", ha asegurado en su cuenta de Twitter. También ha recordado que el Gobierno trabaja "para que no quede nadie en una fosa y recuperar su Memoria. Dignidad y Justicia".
Defensora de las mujeres
María Domínguez, nacida en 1882 en el seno de una familia humilde y campesina de Pozuelo de Aragón, educada de forma autodidacta, no lo tuvo nada fácil en su juventud: sus padres acordaron, contra su voluntad, un matrimonio con un hombre maltratador y borracho. Tras siete años aguantando continuas vejaciones, huyó atravesando el monte hasta Navarra y allí cogió un tren a Barcelona, donde trabajó una temporada como sirvienta y comenzó a escribir en sus ratos libres.
Tras mudarse a Zaragoza en 1914, empezó a estudiar en el turno de noche en la Escuela de Artes y Oficios mientras durante el día se ganaba un pequeño sueldo hilvanando medias con una máquina de coser que se había comprado con sus ahorros. Pero a su acecho siempre estaría el marido acosador, del que no se libraría definitivamente —en aquel momento no se había aprobado la ley del divorcio— hasta 1922, cuando falleció. Domínguez se casaría por segunda vez con un militante socialista, Arturo Segundo Romanos. El matrimonio se instaló en Gallur y al fin pudo abandonar sus tareas de sirvienta, dedicándose a la escritura.
En el verano de 1932, la inestabilidad política forzó al Ayuntamiento de la localidad a la dimisión en pleno. El gobernador civil tuvo que nombrar una Comisión Gestora y, al frente, a María Domínguez, que no militaba en ningún partido político. Se convirtió en la primera alcaldesa de la Segunda República —la primera de España fue Matilde Pérez Mollá en 1924, en plena dictadura de Primo de Rivera—.
María Domínguez fue una férrea defensora de los derechos de las mujeres y de la educación y de la cultura como principal motor del desarrollo del país. "La mujer en el Parlamento debe ayudar a legislar en favor de la clase trabajadora y aun de la misma mujer, que hasta hace poco tiempo ha estado postergada a las labores domésticas. La mujer debe laborar intensamente por mejorar la condición social de las demás mujeres", aseguró en una entrevista en 1932.
Su alcaldía, no obstante, sería breve, terminando en febrero de 1933 por una ley aprobada en el Congreso que sustituía a las comisiones gestoras y las forzaba a dimitir del cargo. En esos meses al mando del consistorio, la escritora trató de mejorar las condiciones de los trabajadores del campo para reducir el desempleo y adecentar el colegio de la localidad. Como pionera, creó una escuela mixta de niñas y niños. Terminadas sus responsabilidades políticas, regresó a la docencia y siguió escribiendo artículos en periódicos. Llegaría a convertirse en una reputada intelectual a nivel nacional. Hasta que la guerra, y los franquistas, acabaron con su vida de un tiro en la nuca.