Hace seis años que un "desequilibrado" piloto alemán decidió asesinar a más de 149 personas al estrellar el vuelo de Germanwings que había salido de Barcelona con destino a Düsseldorf. Era un 24 de marzo de 2015, a las diez y cuarenta de la mañana cuando el avión se estrellaba en los Alpes franceses.
En ese vuelo iba, por un cambio de última hora, Cristina Muñoz, una prometedora bióloga y neurocientífica barcelonesa que trabajaba para Bayer. Ahora, el libro El vuelo de Cristina. Vidas perdidas en un atentado aéreo (Comanegra), de Marçal Girbau, reivindica no sólo su trayectoria truncada, sino también los serios interrogantes sobre si las medidas de seguridad en los aviones son las correctas, las investigaciones, los intereses de la compañía Lufthansa, la imagen del Made in Germany, y una interesante reflexión sobre las leyes aplicadas para el reconocimiento de las víctimas en este accidente.
Cristina tenía 32 años cuando tomó su último vuelo. Licenciada en Biología y doctora en Neurociencia trabajaba en Alemania, pero estaba pensando ya en volverse a Barcelona. Estaba especializada en el estudio del estrés humano y no pudo tener peor final con los 10 minutos más perversos para quienes vieron cómo el avión no paraba de descender mientras el primer oficial gritaba para que su auxiliar, con problemas psicológicos diagnosticados, le dejara entrar en la cabina.
La joven, una gran planificadora y muy ordenada en su vida, no tenía previsto volver a Düsseldorf ese martes 24 de marzo, sino un día antes. Sin embargo, había solicitado un trabajo en una empresa en Barcelona y la querían ver el lunes para hacerle una entrevista. Un "un inesperado cambio de planes" que le costó la vida.
"Este no es un libro de fotografías. Es un ensayo periodístico o una crónica con tintes de biografía, con algún elemento de reflexión filosófica. Y es un homenaje a Cristina y a las 148 víctimas restantes del atentado de Germanwings", reconoce su autor quien advierte de que también trata de denunciar que seis años después todo sigue igual.
"Evidentemente, está el factor fortuna pero la cuestión de fondo que busca este libro es denunciar que hoy podría pasar exactamente lo mismo porque no ha cambiado nada en lo que se refiere a protocolo. Después del 11-S se tomaron unas medidas muy concretas en materia de seguridad aérea, después de Germanwings no ha cambiado nada. Mañana podrías ser tú".
La muerte de estas 149 personas está considerada, legalmente, como un accidente de tráfico y no de víctimas de un "atentado terrorista" que es lo que las familias reclaman: "Justamente lo que digo en el libro es que nuestro país hay según qué víctimas y según de qué atentados terroristas que desde las instituciones públicas se les recuerda y está bien. En este directamente no se les considera ni víctimas de un atentado terrorista, sino que legalmente está catalogado como accidente de tráfico. No hay nada más involuntario que un accidente y encima de tráfico, y no cuadra con la realidad. De voluntario no hubo nada".
Llega a escribir entre las páginas de este libro que "nunca me había percatado de que nuestra vida valiera más o menos en función del nombre que recibe nuestra muerte: natural, suicidio, homicidio, genocidio, asesinato, atentado…".
Una cinta de vídeo
El vuelo de Cristina. Vidas perdidas en un atentado aéreo es también el ejercicio personal de su hermano a quien se le ocurrió la idea de que se escribiera como la mejor forma de atravesar el infierno que supone su pérdida. "A mí, Sergio Muñoz Abellán, hermano pequeño de Cristina, se me ocurrió que la mejor manera de pasar página era, efectivamente, hacer un libro, para que todo el que quisiera pudiera conocer cuatro pinceladas de su vida, tan corta como intensa. También para que quienes la queremos y la conocíamos lo hojeáramos como quien, inesperadamente y por azar, tropieza con una antigua cinta de vídeo familiar en un cajón olvidado de casa".
Pero Marçal Girbau muestra las consecuencias que siguen sufriendo las familias por el simple el hecho de que se vea como un accidente: "Si fuera considerado un atentado el Estado español tendría unas obligaciones que no ha asumido y para las familias significaría unos derechos que si bien es verdad no le devolverían las vidas de sus seres queridos, los podrían tener".
De hecho, el hermano de Cristina también es protagonista de una de las partes más duras que muestra el libro. Es él quien lo cuenta, pero pueden ser las palabras y los pensamientos de padres, madres, hermanos, hermanas, mujeres, esposos, hijos o hijas de quienes murieron por las ideas suicidas del piloto de Germanwings.
"Nos concentraron dentro de una sala de un hotel de Castelldefels como si fuéramos un equipo de fútbol y, mientras los medios de comunicación sentenciaban que no había ningún superviviente, los del aeropuerto nos decían que no nos podían confirmar ninguna información. Fue un momento desesperante. Una de las peores escenas fue cuando nos confirmaron la lista de pasajeros. Fue durísimo. Por un lado, te confirman que tu ser querido va dentro del avión. Por el otro, no te quieren reconocer que está muerto. Aunque, en realidad, cuando te ofrecen hotel y asistencia psicológica la misma noche, ya puedes deducir que estás perdido; la verdad es que me fui a dormir sin saber si podía mantener la ilusión de tener hermana", recuerda en el libro.
Alemania no es garantía
El autor también se cuestiona qué hubiera cambiado si el avión no hubiera sido alemán, un país que parece garantía de seguridad absoluta, sino de otra nacionalidad. De hecho, en estos seis años que han transcurrido desde el "atentado", la compañía ha hecho desaparecer del mapa Germanwings para cambiarla, poco a poco, por la matriz: Eurowings. El último derribo durante la pandemia que cerró el tráfico aéreo.
"La pregunta del millón es qué hubiera pasado si fuera un avión de Vueling con un copiloto de Barcelona lleno de alemanes. ¿Qué tipo de recepción y tratamiento hubiera tenido en Alemania? El libro también pretende reflexionar sobre eso. Te das cuenta de que en la Unión Europea, cada pasaporte tiene un valor distinto".
En ni una sola línea de las páginas del libro aparece el nombre del "asesino de Cristina". Aquí tampoco. Simplemente porque su "nombre no nos apetece recordar". Las familias, como la de Cristina, siguen batallando para que se reconozca que falló el sistema: "Con todos los honores, quede claro que lo que les robó a sus seres queridos no fue un accidente azaroso, sino el más puro descuido, la desidia y la dejadez de un mundo corrupto y corrompido".
Marçal Girbau lo confirma a MagasIN: "Yo he intentado escribir un libro que fuera de acuerdo con lo que me pedía la familia, pasar página para volver a pasarla las veces que haga falta y poder recordar, un homenaje, pero también en clave social para todos los públicos y especialmente de reflexión crítica. Y me encantaría que el ministro Ábalos se lo leyera porque serviría para reflexionar sobre cuestiones como la seguridad aérea".