Explosiones y fuego de ametralladora, largas caminatas con mochilas de 23 kg a la espalda y solo tres horas para dormir en toda la noche. No forma parte de una escena de película bélica, sino que es una de las pruebas de fuego para entrar en la Marina estadounidense más complicadas: El Crisol.
Entre una nube de polvo que dificulta la visión, varias mujeres emergen cargando a sus compañeros sobre los hombros, una de las técnicas para extraer bajas del campo de batalla. Nos encontramos ante una estampa histórica, ya que es la primera vez que un grupo de mujeres consiguen superar esta dura prueba.
La base montañosa de la Marina Camp Pendleton, situada a unos 65 kilómetros al norte de San Diego y que siempre había sido un terreno de hombres, ahora abre sus puertas a 53 nuevas reclutas. Mujeres que por primera vez forman parte de una de las ramas que más se ha resistido a la integración de figuras femeninas, superando el esfuerzo físico y el desafío emocional que suponen estas pruebas y demostrando que sí pueden realizarlas.
El Crisol
Hablar de El Crisol es hablar de una de las tres pruebas más duras del mundo, en la que durante 54 horas consecutivas no hay lugar para el descanso ni el error. Una muestra del gran reto que supone alcanzar la meta de esta formación es que de las 60 mujeres que comenzaron el entrenamiento en enero en San Diego, siete de ellas han tenido que abandonar por culpa de varias lesiones.
Hasta este momento, las reclutas y las instructoras estaban limitadas a otro campo de entrenamiento de los marines, situado en Parris Island, Carolina del Sur, que gradúa a 3.400 marinas al año, lo que equivale aproximadamente a un 10% del total de los nuevos marines en ambas costas.
Desde 1990, El Crisol ha sido parte del entrenamiento del Cuerpo de Marines, y aunque factores como la edad o el género determinaba diferentes estándares de aptitud física a lo largo de sus carreras, todos los reclutas se enfrentan a las mismas pruebas en este ritual.
Hasta ahora, cuando se rompe una de las últimas barreras de género en las fuerzas armadas de Estados Unidos al trasladar a las reculatas a San Diego para completar El Crisol con los cinco pelotones de hombres que componen la Compañía Lima.
Hombres y mujeres han hecho la misma caminata de 15 km portando rifles y mochilas de 23 kg, subiendo una última colina con gritos guturales hasta un pico con vistas al océano Pacífico.
"Vosotras sois parte de la historia de la Infantería de Marina", les ha dicho la sargento Amber Staroscik, instructora jefe de instrucción del pelotón de mujeres, a sus recién nombradas infantes de marina."Sabía lo que significaba esto cuando comencé. Siempre nos negaron. Ahora nos ven entrenando uno al lado del otro. Llevamos la misma mochila y caminamos la misma distancia. Ojalá esto borre algunos de los prejuicios de género", expresa Staroscik.
Staroscik también destaca a una de sus mejores reclutas, Abigail Ragland, de 20 años y proveniente de una familia de militares en Colorado."Con tantos ojos puestos en nosotras, no queremos que nos vean como fracasadas", explicaba Ragland, que afirma que decidió alistarse en el Cuerpo de Marines porque le dijeron que se formaba una hermandad especial.
Otra de ellas es Emily Zamudio, de 19 años, ahora soldado de primera clase en Camp Pendleton y parte de la infantería como fusilera, un puesto de combate."Quería inspirar a más mujeres a ocupar posiciones más masculinas", explicaba Zamudio. "Quiero que más mujeres sepan que no importa cuál sea su tamaño, pueden hacerlo".
Un camino minado
"Definitivamente hay una cierta presión para tener éxito. Hay muchas expectativas sobre nosotras", dijo Annika Tarnanen, de 19 años, de Minneapolis, una de las 60 mujeres que comenzaron el entrenamiento en enero, en San Diego.
Aunque este se considera un gran avance dentro de la Marina, no ha sido fácil llegar hasta aquí. Cuando el exsecretario de Defensa, Ashton Carter, ordenó en diciembre de 2015 que todas las funciones de combate estuvieran abiertas a las mujeres, la Infantería de la Marina fue la única entre los servicios que solicitó excepciones en áreas como infantería, ametralladora, apoyo de fuego y reconocimiento, según un informe del Servicio de Investigación del Congreso. Las excepciones fueron denegadas, pero la solicitud y su clara reticencia quedaron patentes.
Figuras invisibilizadas
Como en todos los sectores y a lo largo de los años, decenas de miles de mujeres estadounidenses han sido ocultadas e infravaloradas en sus espacios de trabajo.
Algo también presente cuando hablamos de la guerra y el ejército, ya que en 1991 muchas militares participaron en la Guerra del Golfo Pérsico o en las de Afganistán e Irak, aunque no se les asignaron roles de combate. Algo que no impidió que presenciaran las atrocidades que surgieron en la línea de combate e incluso formaran parte de la lista de fallecidos.