Fueron 12 horas de combate intermitente, pero intenso. El centenar de militares españoles, una compañía de la Bandera Ortiz de Zárate III de Paracaidistas, afrontaba las embestidas de los insurgentes afganos. El enemigo se movía con rapidez, disparaba con kalashnikov en aquel desierto que ya había visto demasiada muerte. Una ráfaga impactó en uno de los militares. La cabo María del Carmen le protegió y permitió su evacuación. "Sólo se actúa en lo que te han instruido", recuerda con nitidez para EL ESPAÑOL.
Es 29 de agosto de 2012. Afganistán es un agujero de violencia y sangre. Las fuerzas españolas desplegadas sobre el terreno lo tienen claro. No ha pasado ni un mes desde que un Super Puma del Ejército sufriese un accidente en Qala i Naw; el contingente español vivió su particular Black Hawk, derribado, pasando una noche a la intemperie bajo el fuego de los insurgentes. En una proeza técnica y militar, finalmente se rescataron a los militares y a la aeronave accidentada.
Probablemente alguno de los paracas que recorre este 29 de agosto el desierto afgano piense en esa intervención y en los riesgos que conlleva un escenario tan inhóspito. O quizá en los compañeros que ya han caído en una misión imprescindible para frenar la expansión de la violencia en la región.
Sea como fuere, la compañía compuesta por un centenar de paracas y varios vehículos empieza su misión de reconocimiento a las cuatro de la mañana. Parten desde la base avanzada de Ludina, con la intención de asegurar la zona para retomar unas obras en una carretera que une Qala i Naw con Bala Murghab, suspendidas momentáneamente por el Ramadán. Se trata de la ruta Lithium, construida con fondos españoles.
Empieza el tiroteo
María del Carmen Fructuoso Van Rooy es una de las integrantes de esa compañía. El Ejército de Tierra recordó su historia -y la de otras militares- en la presentación del calendario Mujeres con valor. Sus recuerdos son claros, como si reviviera de nuevo aquel combate tan duro. "Teníamos una patrulla a pie y en cierto momento, por la mañana, comenzamos a recibir fuego enemigo al que tuvimos que responder", detalla Carmen a este diario.
Son las cinco de la mañana y el fuego es, por ahora, ligero. El convoy va a buena velocidad. Los militares españoles responden y avanzan por la zona. "Era todo desierto, con montañas", afirma la militar. Un terreno en el que los insurgentes se mueven con especial comodidad, a bordo de motocicletas y por caminos invisibles que sólo ellos dominan.
Así lo demuestran a las 10.30. Algunos miembros de la compañía española han echado el pie a tierra y caminan junto a los vehículos; así lo requiere la misión en ese momento. Son más vulnerables, pero se multiplica su capacidad de reconocimiento. Los insurgentes ven esa brecha de seguridad y vuelven a arremeter contra los militares. "Cuando llevamos vehículo, tenemos ventaja. Pero este no era el caso".
Las balas alcanzan a uno de los militares españoles. Se trata de J.F.F., de 27 años y natural de Albacete. El disparo atraviesa su muslo izquierdo y le roza también la pierna derecha. "Tuvimos que tapar heridas para que no se desangrase", relata Carmen.
El enemigo, mientras, sigue moviéndose con rapidez. Van con motocicletas, disparan con sus kalashnikov. Evitan un enfrentamiento directo con los militares, mejor armados, pero su hostigamiento es constante. La situación se agrava, más aún con un compañero herido. No queda más remedio que pedir refuerzos: "En ese momento solicitamos un helicóptero para hacer el rescate".
Hay que proteger la llegada de la aeronave. Porque los helicópteros se mueven con rapidez y casi sobre cualquier terreno, pero son frágiles ante el fuego enemigo. La OTAN, además, envía un refuerzo aéreo que ataca a los insurgentes. El espacio está limpio, al menos momentáneamente. Llega el helicóptero y evacua al militar herido.
Pero el resto de la compañía tiene que salir con vida de allí. "Nosotros éramos unos cien. El enemigo... no sé". Carmen revive aquel episodio. "Fueron varias horas de combate; ellos, al ir en motocicletas, pudieron coger alturas, posiciones elevadas desde las que nos disparaban".
Los combates se prolongan al mismo tiempo que regresan a la base. Son doce horas de intercambios de disparos hasta que el convoy consigue alcanzar Ludina a las 16.00. Una misión difícil, pero crucial para asegurar la región.
Carmen no se siente ni más ni menos que el resto de sus compañeros. Es una más del centenar que integraban aquella compañía, aunque su nombre figure en el calendario Mujeres con Valor del Ejército de Tierra. Una iniciativa que sirve para reconocer a las mujeres integradas en las Fuerzas Armadas y que derriba ciertos mitos falsos, como que ellas no combaten en primera línea de fuego.
Doce horas de combate en la que Carmen, cabo, no tuvo tiempo de pensar. Sólo en actuar según lo instruido. Se reflexiona cuando ha pasado el peligro, en la tranquilidad de la base y comentando el suceso con el resto de compañeros: "Una se desploma... y se queda sin fuerzas".
*EL ESPAÑOL recoge las historias de mujeres militares del Ejército español que han combatido en primera línea de fuego, como la de Alejandra y Margarita, que lucharon en la batalla de Najaf (Irak); la de la soldado Manar, emboscada por el enemigo en Diwaniyah (Irak); la de la soldado Ángela, que rescató a un compañero herido por los talibán; la de la soldado Idoia, muerta en Afganistán tras salvar decenas de vidas; o la de María José, Almudena y Adelina, que aguantaron un asedio en una comisaría afgana. Puede conocer más historias pinchando aquí.
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