La historia está repleta de mujeres valientes, de un extremo al otro del planeta, de edades diferentes, de nacionalidades distintas. La periodista y escritora Txell Feixas (Barcelona, 1979) es una de ellas, porque además de reflejar la realidad de Oriente Medio desde la zona de conflicto y con una mirada feminista, también ha recogido la vida de trece mujeres luchadoras para dar forma a su libro.
Son trece, como nuestras "rosas" españolas, e igual de fuertes que ellas. Pero en este caso, su lucha no tiene lugar en España sino en Oriente Medio y con una carga gigantesca del patriarcado del siglo XXI sobre sus espaldas.
Leer el libro Mujeres Valientes te deja una sensación agridulce. A veces es duro y duele, pero también cura un poco, con un punto de esperanza en cada capítulo que te ayuda a seguir leyendo, tal y como lo explica la propia autora.
Txell Feixas recalca que con este libro no ha dado voz a mujeres, porque ellas ya tienen su propia voz, sino que ha actuado de altavoz. "Lo único que quieren es ser escuchadas", recalca.
La periodista tiene este mensaje muy calado, por eso en sus piezas informativas pone el foco en ellas, para oír sus opiniones y experiencias. "De estas zonas de conflicto siempre llega información de hombres para hombres, y a veces es necesario que nos expliquen las cosas las mujeres, su visión es distinta. Muchas veces las historias más interesantes están lejos del front line. Hablo de un periodismo más humano, y las mujeres tienen una capacidad única para hablar de un país, una región, una guerra sin geopolíticas, sin erigirse como protagonistas como hacen muchos hombres y con un lenguaje más rico a la hora de contarte estos capítulos", explica.
Su trabajo es la prueba de que un periodismo humano y cercano es compatible con un periodismo riguroso, con el objetivo de "contar una guerra como mujer, con mujeres y para mujeres".
¿Qué te hizo convertirte en corresponsal?
Mi recorrido laboral es un poco extraño, venia de Madrid de hacer doce años de economía y en 2017 tenía la sensación de que se había acabado un ciclo, y entré un poco en crisis. Me cansé de hacer información que sentía muy cíclica y repetitiva. Necesitaba hacer otro tipo de información, más humana, más de piel y salió la corresponsalía en Beirut y Londres. Todo el mundo pensaba que estaba clara la elección de Londres, pero lo que me hacía mariposas en el estómago era Beirut, Oriente Medio, y fuí a por ello.
¿Cómo es la vida de una periodista en Oriente Medio? ¿Notas obstáculos en tu trabajo por el hecho de ser mujer?
La vida de una mujer periodista si es extranjera es privilegiada. El hecho de ser periodista tiene ventajas, mucha gente se cuida de tratarte mal por ser un altavoz de lo que pasa allí, pero como mujer hay desventajas, sobre todo en las cosas rutinarias o diarias.
¿Por ejemplo?
Que en un check point te hagan esperar más por ser la mujer que lidera a un equipo, como es mi caso, y notes que no te lo ponen tan fácil como a otros. O que entrevistes a un señor y no quiera mirarte a los ojos, y todo el rato mire a tu compañero cámara o al productor y te ignore completamente.
Vives en primera persona situaciones muy complicadas, ¿qué es lo que más te llena de tu trabajo? ¿Qué te hace seguir ahí?
Para mí, inconvenientes como los que te contaba son pequeñísimos y me compensan absolutamente cuando pienso en la ventaja que me ofrece el ser mujer. Mujeres valientes ha sido posible porque soy mujer y porque tengo acceso a un universo de mujeres muy cerrado a los hombres. Puedo empatizar e intimar con ellas, y realmente si lo sabes ver y sacar partido, ser una mujer aquí te da mucha más información y capacidad de maniobra.
¿Cómo se escribe un libro tan crudo sin caer en la posición de superioridad europea de la que a veces abusamos sin querer?
Cuando la editorial me propuso el proyecto les dije que "no" porque soy periodista y no escritora, y tengo como buena mujer el síndrome de la impostora. Una cosa es hacer crónicas para radio y televisión y otra cosa es un libro con historias enlazadas.
Pero después me dijeron que querían que lo contase con mi mirada desde la región. El tema de las mujeres es lo que más me ha sacudido, lo que me contaban. El reto era cómo contar estas historias sin caer en el paternalismo, amarillismo y en toda esta visión que dese occidente damos de oriente.
¿Has notado un gran cambio de mentalidad en estos años?
Cuando llegué aquí me di cuenta de que iba cargada de todo tipo de prejuicios y estereotipos de la región y tuve que hacer una limpieza y una cura de humildad a base de bofetadas metafóricas que me daba la gente de aquí. Entendí que solo siendo honesta y siendo consciente de las piedras que llevo en la mochila y sacándolas podría escribir una buena narrativa de las mujeres. Escuchar más que hablar y no juzgar es lo más importante.
En la introducción dices “no son víctimas del machismo, sino supervivientes feministas” algo que puede sonar contradictorio, pero que también me ha hecho recuperar textos de Katherine Angel que hablan precisamente de cómo nos excedemos con victimizar a la mujer en el feminismo.
Justamente eso, seguramente antes de conocerlas a fondo y escucharlas habría pensado que eran víctimas del sistema patriarcal que domina la zona. Pero una vez que te muestran como esquivan los obstáculos para sobrevivir te das cuenta de que son auténticas sobrevivientes.
Estas mujeres no son valientes porque lo decidan, sino porque para ellas es la única forma de sobrevivir. Hay mujeres que no son feministas porque lo escojan sino para no morir. Esto va más de supervivientes que de víctimas. Cuando tienes a estas mujeres delante no se erigen como víctimas, sino que son ejemplos de cambio, coraje y disidencia.
Hablas también de una sororidad clandestina entre ellas...
Es una sororidad discreta y clandestina porque si es más visible y tangible igual acabas muerta. Ellas han aprendido a superar el tabú, el estigma, pero de forma inteligente, no son suicidas. Han aprendido cómo hacer funcionar el activismo de una forma sutil, que vaya empujando el cambio pero sin que ellas se queden en el camino.
¿A qué deberíamos prestar más atención desde occidente?
Para mí, uno de los capítulos más duros es en el que conocemos la historia de Jadiya. Que una madre esté en la tesitura de decidir que si al dar a luz es una niña debe matarla y si es niño dejarlo vivir... Su historia evidencia que nacer es una cuestión de género. Pero ella en un momento puntual y clave toma el poder de su cuerpo y decide tener la niña pese a las consecuencias.
Lo que podría parecer un acto de mala madre, el cuestionarse si matarla o no, es en realidad una reacción de alguien que sabe lo que le sucederá a su hija cuando venga al mundo. Es tan cruel lo que podría pasarle que la prefiere muerta. Nos estamos perdiendo esta segunda parte, los porqués de sus decisiones, si no tienes ese contexto te quedas con titulares que no son reales.
¿Hasta que punto hablamos de feminismo cuando las mujeres forman parte de estas milicias kurdas, kaláshnikov en mano?
Es feminismo. Para mí, las milicianas kurdas combaten en dos frentes igual de importantes: el yihadismo y el machismo. Y el yihadismo si no es con armas es difícil combatirlo en el campo de batalla. Entienden la liberación de un pueblo como una liberación de género. La imagen que se ha dado de las milicias kurdas no es exacta. Nos hemos apoderado de su narrativa y lo hemos llevado a algo comercial, ellas decían: "no somos la chica sexy kaláshnikov a la espalda y sonriendo a la cámara".
Otra situación muy compleja de la que hablas en el libro es la de las asistentes del hogar, también llamadas "mujeres de la limpieza". Si ya en España tienen que afrontar situaciones complicadas, allí es terrorífico. ¿Por qué crees que hay esta desigualdad en torno al sector?
El problema es que son personas migrantes. En el Líbano los migrantes ocupan el eslabón más bajo de dignidad junto a los refugiados. Pese a que la sociedad libanesa ha sido, con todo lo que arrastra, muy generosa con los refugiados sirios (acogiendo a más personas que en España por ejemplo o en Europa), sí que hay un racismo preocupante en esta sociedad.
Lo que más me impactaba es que sucede en una de las sociedades más liberales de Oriente Medio y que para que la mujer se independice y salga a trabajar lo hace a costa de poner una esclava del siglo XXI en su casa. Yo me libero, pero a cambio esclavizo a otra mujer. Esto me chocó mucho y me costó entenderlo. La sociedad libanesa sabe que está pasando pero no hace absolutamente nada, pese a que hay suicidios semanales por parte de estas mujeres. Aquí el gobierno no mueve un dedo para parar este fenómeno porque se mueve mucho dinero con esto.
Me impresionó que una mujer pudiera ir a la agencia y pagar más por una mujer trabajadora doméstica si era fea, porque así el hombre no tendría la tentación de violarla si era guapa. Y pensé: "uff que nivel de brutalidad".
¿Qué opinión te merece la polémica en torno al velo o el burka? ¿Es machismo? ¿Ha cambiado tu percepción desde que estás allí?
Este es un tema delicado, es un debate extensible que tiene muchas corrientes. El debate se está dando dentro de la comunidad musulmana y sobre todo de las mujeres, lo cual es importante. No me siento con derecho a opinar qué deben o no vestir, pero sí que puedo decir que he visto que el velo sigue siendo un símbolo de opresión sobre muchas mujeres.
Lo que he aprendido de estas mujeres es que no por llevar el velo se puede juzgar a las que no lo llevan, o descartar que si llevas velo no puedes ser activista o defensora de los derechos humanos. No hay contradicción entre llevar velo y ser feminista. Subrayo que estoy a favor de un feminismo sin etiquetas, sin blanco, ni negro, ni islámico, ni laico, ni colonial. Al final todos sumamos y el enemigo que tenemos delante que es el machismo no tiene etiquetas ni adjetivos, se llama patriarcado y machismo y va unido.
El feminismo es uno, tiene que ser inclusivo y hay que aprovechar esas corrientes internas que a lo mejor no acabamos de compartir o entender. Hay mujeres en el Estado Islámico que quizás se pueden acercar a estas mujeres que tienen alrededor que yo no podría, y todo el trabajo que ellas hagan en esta corriente será bienvenido porque es una lucha compartida.
¿Qué opinas de la crisis en la valla de Ceuta con Marruecos?
Esta crisis me ha hecho recordar uno de los capítulos del libro, el de Diala, la dibujante de guerra. Cuando la entrevistamos me sorprendió la rabia que le generaba que los medios de comunicación nos fijásemos solo en el momento en el que la persona llega nadando o en patera, y nos olvidásemos de contar qué problemas les llevaba allí. Qué cosas les llevan a poner en riesgo su vida. Ella tenía una ilustración de una familia en una ciudad gris y llena de cemento, con chalecos salvavidas naranjas puestos. La gente que está en las ciudades y que aún no han saltado al mar también necesitan un salvavidas y que los acojan, como los que sí han saltado.
¿Ha enturbiado la pandemia el avance feminista en Oriente Medio?
La pandemia ha borrado muchos focos informativos porque estamos más centrados en nuestras vidas cotidianas, además la pandemia en la región ha hecho retroceder el movimiento feminista. Las revueltas que empezaron en el 2019, y que ganaban terreno en las calles, que crearon un feminismo más trasversal en edad, en confesión religiosa, con exigencias de justicia y políticas de género, que era un "basta" al sistema político, patriarcal y machista se está frenando.
En situación de crisis la mujer es la que hace un paso para atrás porque le empujan a hacerlo, y cualquier excusa es buena para parar el movimiento. “Ahora no que hay guerra, ahora no que hay pandemia”... La mujer siempre se encuentra delante de un hombre que le dice que "no es su momento", como si fuera egoísta pedir cambios "ahora". El feminismo es de supervivencia no es una ideología que puedas escoger en occidente. Como decía antes, es una manera de sobrevivir, la gente no se plantea si lo es o no lo es.