Hace 40 años seis adolescentes aseguraban haber visto a la Virgen María en una aldea de la antigua Yugoslavia. Desde entonces, en ese mismo lugar se sucedieron varias apariciones con el paso de los años. Nunca imaginó Irene que su vida daría un giro tan radical y estaría vinculado a este santuario.
Esta joven canaria estudió Ingeniería de Telecomunicaciones, y tras visitar Medjugorje su historia ha dado un giro de 360º hasta convertirse en una de las organizadoras de las peregrinaciones religiosas a dicho lugar. Su relato se recoge en un documental que este viernes 1 de octubre se estrena en 50 cines de España: Medjugorje, la película. Una cinta que además muestra "por primera vez un caso de apariciones marianas en tiempo real".
Entre los protagonistas también se encuentran Tamara Falcó, el superviviente del accidente aéreo de Los Andes, Nando Parrado, o la escritora María Vallejo-Nágera. Aunque es la historia de gente que vivía en el anonimato como Irene y su actual marido, Nikola, los que dan fuerza a este documental.
Su historia
"Fue el tsunami que arrasó mi vida y la cambió por completo. Yo estudiaba una carrera en la que el 97% eran hombres, yo no vine buscando marido sino que precisamente huía del género masculino", relata Irene. Es en Medjugorje y cuando menos lo esperaba cuando conoce a Nikola, el que ahora es su marido y padre de sus hijos. No hablaban el mismo idioma, ni venían del mismo origen, pero ese encuentro significó algo inexplicable para ambos. "En ese momento el cielo me concede una gracia, y por eso a día de hoy intento corresponder donándome con lo que hago. Gratis se me dio, gratis se me ha cambiado la vida y por tanto gratis debo responder con ello", afirma.
Nikola llega a Medjugorje a través de un programa de rehabilitación por consumo de drogas, y aunque al principio no entendía la devoción que veía en sus compañeros, poco a poco fue comprendiendo que ese era el lugar en el que debía estar. "Peregrinar es muy peligroso, te puede cambiar la vida. Para una vez que lo hice encontré marido y he formado una familia. Algo impensable para mí hace ya 12 años", explica Irene.
Ambos llevan varios años en primera fila, siendo testigos de las sensaciones que experimentan los peregrinos que allí acuden. "Es una realidad muy tangible, en Medjugorje hay esa gracia de poder, hay que ser conscientes de cómo el cielo actúa en la vida". Ella misma pone de ejemplo su historia, un caso particular en el que dos perfiles muy distintos se unen. "Si no fuera por intervención divina nunca nos habríamos juntado. Tanto por latitudes como por culturas, físicos, idiomas... todo", afirma.
Ingeniería al servicio de Dios
Irene explica que con su labor quiere dar gracias a través de la oración y la acción, ayudando a que otros puedan acercarse y vivir ese encuentro divino. "Soy ingeniera. El rol que tengo es el de los previos a una peregrinación, el de la informática, el de la web, los medios. Recuerdo muy bien un profesor de carrera que me decía que en teleco te forman a saber apañarte y buscarte la vida, en realidad ese es mi día a día. Aunque nunca he ejercido como ingeniera de telecomunicaciones, ese no rendirme es lo que hoy uso", explica.
A pesar de llevar años organizando peregrinaciones, Irene cuenta que cada año se sorprende con detalles y con el tipo de peregrino que acude. "Gente de todos los lugares del planeta. La mayor parte de peregrinos que acogemos son españoles pero vienen de Argentina, México, Colombia, Sudáfrica, China... No tenemos ni límite en número ni condición más que el hablar el español y estar dispuestos a dejarse acompañar".
Las críticas externas
Aunque Irene afirme que vive una vida plena, y que ha seguido el camino que debía, lo cierto es que también debe hacer frente a las críticas de aquellos que no comprenden ese giro drástico que dio su vida.
"En el momento en el que empiezo a cambiar el rumbo de mi vida y decido dejar la carrera, es lógico que muchos no lo entendiesen. Yo apuesto por empezar con mi marido desde cero, incluso tengo amistades cercanas que casi me secuestran por así decirlo y quieren que evite dar cualquier paso porque creen que no estoy en mi juicio. Se enfadaban porque yo no me justificaba, lo único que podía decir es que el tiempo me daría la razón. Pero les entendía perfectamente, porque yo en su lugar habría dicho lo mismo. Ahora han ido comprendiendo, acompañándome y queriendo conmigo ese cambio. Quien no vive desde la fe considera una locura el dedicarme a lo que me dedico, que no tiene mucha garantía de futuro, pero quiero ser el instrumento de Dios, es lo que me da la felicidad".