La vida de Tereixa Constenla (Arca, 1968) se derrumbó el 31 de agosto de 2018. Ese día murió Álex Bolaños, su pareja y el padre de su hija, después de luchar durante años contra un cáncer de páncreas. Tras su muerte, la periodista de El País encontró en la escritura la mejor forma de canalizar sus sentimientos y afrontar el duelo. Comenzó entonces un diario dirigido a Álex, en el que le contaba cómo era su vida sin él, "con todos los hechos cotidianos, la burocracia de la muerte, el día a día, la gestión de mi duelo y el de mi hija...".
Un diario que se acabó convirtiendo en un relato sobre la enfermedad y la muerte, pero lleno de vida. Una forma de recordar a Álex y mantener vivo todo lo que vivieron juntos. "Conforme avanzaba y pasaba el tiempo pensaba que nuestra relación no había sido solamente los tres años de la enfermedad y del dolor extremo que tuvimos, hay toda una etapa anterior maravillosa, luminosa. También la enfermedad fue luminosa en el sentido de que había amor y eso hizo que fuese un tiempo sombrío lleno de luz".
Para dar ese otro enfoque, fue añadiendo más información como entrevistas a los médicos que habían tratado a Álex porque "sentía curiosidad por conocerles" o diarios de sus viajes. "También cosas que Álex había escrito porque me parecía importante que hablase, no solo a través de mí, que era una visión sesgada, sino que tuviese su propia voz. Él había dejado algunas cosas de la enfermedad y también correos que me había mandado, o ese diario de París tan maravilloso que me encantó y que no conocía, que me dejaron sus amigos". Todo ello unido conforma Cuaderno de urgencias (Siruela) un libro que es "una suma de muchas cosas", mezcla de diario, ensayo, duelo, viajes... Pero, sobre todo, un canto a la vida.
Tereixa explica que la escritura formó parte importante de su proceso de duelo y casi fue una necesidad para superarlo porque "sentía que para poder avanzar tenía que cruzar el desierto". "La escritura me ayudaba a ser muy consciente de todo ese caudal de emociones instintivas que tienes, que no son gobernadas por la razón. Me ayudaba de alguna manera a entender las y reflexionar sobre ellas, pero al mismo tiempo era doloroso. Te enfrentaba a todo lo que habías tenido ya no, e incluso a todo lo que sabías que ya no ibas a tener y te habría gustado".
Al mismo tiempo, le hizo poner en perspectiva otros sucesos anteriores como su propia enfermedad, ya que ella sufrió un cáncer de mama del que todavía se estaba tratando cuando Álex recibió su diagnóstico. "Me obligaba a relativizar de una manera bárbara. Porque claro, mientras escribo esto leía el diario del cáncer, cuando a mí me lo diagnostican, y eso es todo lo malo que nos había pasado hasta entonces. Es un golpe fuerte, pero me parecía casi una cosa menor porque dices: ojalá todo se hubiera quedado en esa mini tragedia. No fue nada en comparación con todo lo que vino después.
Agradecimiento a la sanidad
Además de recordar sus vivencias con él y celebrar su vida, Tereixa también cavila sobre la atención sanitaria que recibieron. Sobre todo, prevalece "una sensación de gratitud porque a lo largo de este proceso casi todo fue profesionalidad, calor acompañamiento y buen trabajo", afirma. Sin embargo, apunta algunas cosas que empañaron el buen hacer de los profesionales sanitarios, empezando por la falta de recursos palpable que al final repercute en los pacientes.
"Lo que más nos molestaba era la falta de recursos, que es una cuestión política. Esas salas de espera oncológicas abarrotadas de gente, las consultas de los médicos en pésimas condiciones, los profesionales sobrecargados con unas agendas terribles... Así no pueden trabajar bien, están quemados y eso hace que su atención sea peor, aunque la culpa no sea suya", asegura.
"Otra cosa que observé fue que la sanidad o los profesionales tienen que dar el paso de empezar a tratar al paciente de otra manera. Te tienen que escuchar de alguna forma porque tú sí que sabes lo que te está pasando en el cuerpo y puedes dar muchas pistas. Está pendiente el dar ese salto de reconocer el empoderamiento del paciente sin que eso resienta el superior criterio profesional que tiene el médico".
Estar antes
Las páginas de Cuaderno de urgencias, aunque están atravesadas por el dolor, también rebosan amor y agradecimiento. Ella es completamente sincera: "Estuve rodeada de amor, de calor que me abrumó y me encantó". En base a su experiencia, defiende que "cuando muere alguien es cuando nos volcamos, sabemos reconfortar a los vivos". Pero advierte: "Fallamos en estar antes de ese momento, que es muy importante. Luego a mucha gente le genera muchísimos dolores adicionales al duelo, remordimientos por no haber estado, por no haber sabido acompañar, por no haber querido suficiente, por haber tenido rencor... Luego eso te va a pasar factura a ti, no a la persona que se ha muerto. Por eso creo que en la muerte sí que sabemos acompañar a los que se quedan, a los vivos, pero a ellos hay que acompañarlos antes y no después".
Sobre su propio duelo, Tereixa afirma que no sabe cuándo acaba. Eso sí, "si el duelo es dejar de recordar y llorar, yo sigo en él. A veces sigo llorando y recordando con una profunda nostalgia que va a estar toda la vida, pero sí que es verdad que estoy en una fase distinta. He salido de esa fase tan desgarradora, que iba todo el día con el granizo dentro y era un dolor extremo. Afortunadamente ya no estoy ahí porque creo que no se puede sobrevivir demasiado tiempo con ella. Sea como sea, sí que sigue siendo una presencia muy importante y tampoco me molesta. Quiero decir, si el duelo es recordar, no quiero dejar de hacerlo".