Desde el relato de la escritora Stephanie Land que se ha convertido en el éxito de Netflix, La Asistenta (2021) hasta la doble perspectiva que nos ofrece Clara Roquet en su libro Libertad (2021). Cada vez se escuchan y leen más historias, experiencias y voces de mujeres que dedican su vida a los cuidados y al hogar. Un terreno en el que existe una preocupante desigualdad de género, raza y clase social, que se ve agravada por una precariedad e invisibilización constante. Hoy, Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar, destacamos su figura.
Rafaela Pimentel (República Dominicana, 1960) llegó a España hace 30 años para ser trabajadora en el hogar. Ahora, a sus 61 años continúa ejerciendo su profesión además de hacer activismo con el colectivo Territorio Doméstico. "Cuando comencé a conocer a mujeres feministas decidimos organizarnos para luchar por los derechos de las trabajadoras del hogar y los cuidados desde el activismo", relata durante su entrevista con EL ESPAÑOL.
Territorio Doméstico está formado por mujeres dominicanas, colombianas, salvadoreñas, ecuatorianas, rumanas, españolas, senegalesas, nicaragüenses, bangladeshies, bolivianas y marroquíes. Como ellas misma explican "mujeres que desafiamos las fronteras en busca de una vida mejor y que nos ayudamos a no olvidar quiénes somos y que tenemos una historia y un proyecto de vida valioso que es el que nos ha traído hasta aquí, aunque pase por muchos avatares”.
Además de su militancia en el colectivo, Rafaela Pimentel ha escrito el Prólogo de la traducción al español de Criada. Trabajo duro, sueldos bajos y la voluntad de supervivencia de una madre (Capitán Swing), el relato de Stephanie Land llevado a Netflix. "Hay muchas historias como la de Stephanie, son millones y millones las mujeres del hogar, los problemas con las ayudas...", denuncia la activista feminista.
En el prólogo dices que el título perfecto sería «Las casas que limpiamos y gestionamos las trabajadoras del hogar y cuidadoras y en las que no podemos vivir», ¿qué implica dedicar horas y horas a una casa que no es la tuya?
Llevo muchos años viendo una situación que se repite al volver en el tren tras trabajar por la zona de Aravaca, Pozuelo, Las Rozas... Siempre me encontraba en el tren a mujeres que los días que no había colegio estaban con las niñas y los niños, y pensaba: trabajamos en casas que limpiamos y gestionamos pero donde nunca vamos a poder vivir, ni podemos poner a nuestros hijos en los colegios de esos barrios. Al contrario, tenemos que vivir en condiciones pésimas. La vivienda es un problema gravísimo, cuántas tenemos que compartir... Yo pago mil y pico euros de vivienda, y vivo con mi hermana y mi prima porque el salario no me da, y eso que soy una de las afortunadas.
¿Qué diferencias hay entre las afortunadas y las que no?
Soy una trabajadora de hogar afortunada en su trabajo porque llevo 27 años trabajando con la misma familia, donde se me apoya y se respeta. La gente se asombra cuando escucha mi caso. Me dicen: "Pero qué suerte has tenido de encontrar esa familia". También en el empleo del hogar parece que no puedes formarte. ¿Por qué tiene una trabajadora del hogar que hablar en los medios de comunicación? Qué raro que una trabajadora del hogar esté escribiendo un prólogo en un libro o estudiando una carrera...
Muchas compañeras con el Covid tuvieron que vivir la enfermedad en viviendas compartidas con muchas mujeres, sin Internet en muchas ocasiones... Las que limpian en hoteles o en oficinas son las mismas que terminamos trabajando en residencias, casas o ayudas a domicilio, porque tenemos que hacer muchos trabajos para tener un salario en condiciones. En España hay una situación muy precaria, no se respeta el salario mínimo. Hay gente que paga por una interna 400 euros, sin seguridad social, sin paga o sin vacaciones.
¿Se escucha vuestra voz o sentís que se os sigue ignorando?
Creo que sí que se ha escuchado nuestra voz. El hablar del trabajo doméstico y que las propias trabajadoras alcen la voz y reivindiquen sus derechos para que se hagan visibles es una realidad. En 2011 conseguimos algunas cosas, como una baja laboral decente, las vacaciones y pagas reconocidas, descansos... Son logros y nos parece que sí que está cambiando, y que la voz de este sector sí que se está escuchando y cada vez está en más lados. Pero necesitamos más, las mujeres migrantes somos las que estamos sosteniendo este trabajo.
Muchas veces da la sensación de que para que una mujer se empodere, vaya a su puesto de trabajo y triunfe en su sector, necesita de otra mujer que le ayude en casa, ¿dónde está ahí la figura masculina? ¿Es la libertad y empoderamiento de una a consta de otras?
Efectivamente. Cuando las mujeres españolas salieron al ámbito público a estudiar o trabajar, vinimos otras a cubrir esos trabajos. Las cadenas globales de cuidados es un problema sin resolver.
El trabajo de los cuidados se deja en manos de las mujeres. Hay una situación sin resolver, el que los hombres y el Estado se hagan cargo de una cosa tan importante que hace que funcione la vida: los cuidados. Unas mujeres salen a trabajar y dejan a otras mujeres haciendo ese trabajo. Por eso luchamos, porque no es un problema de las trabajadoras del hogar y las migrantes, es un problema de todas.
Por eso en el movimiento feminista el tema de los cuidados nos atraviesa a todas y nos une a todas. ¿Quién no ha cuidado nunca? ¿Quién no ha tenido una madre, abuela o tía que les cuidase? Por eso estamos intentando politizar todo esto, para que podamos resolverlo. Nos estamos organizando, pero todavía hay una ausencia por parte de los hombres y del Estado. Esto no lo vamos a resolver las trabajadoras del hogar ni las mujeres solas, necesitamos esa parte de ellos.
¿Qué cambios son necesarios con mayor urgencia?
El objetivo es que tengamos de una vez los mismos derechos que los demás, pasar a régimen general. Tenemos un régimen especial que llevamos años diciendo al Estado español que no debe existir, el convenio 189 de la OIT, que va a hacer que este trabajo mejore y que la situación de muchas mujeres mejore. Es una de las cosas que exigimos.
Tenemos que depender de la voluntad de las personas para que se considere importante lo que hacemos. El empleo del hogar y los cuidados es un trabajo realizado por millones de mujeres y no puede depender de la voluntad de un empleador, tiene que ser reconocido como un trabajo y con sus derechos.
¿Cómo de precaria es vuestra situación a día de hoy?
Hay muchas compañeras que están realizando este trabajo en condiciones casi de esclavitud. Mujeres que trabajan sin documentación porque hay una ley de extranjería que no garantiza que puedan tenerla, hay unas trabas enormes. Después de pasar tres años indocumentadas, cuando llega el momento de poder tener una solución nos vemos con situaciones tan duras y crudas... Como compañeras que las echan de los trabajos al llegar a esos tres años, que es cuando te deben dar el contrato. Casi todas terminan con despidos improcedentes.
Ahí nosotras estamos luchando, es una situación insufrible, es una denuncia universal, se están violando los derechos como mujeres, como personas, como migrantes... Hay mujeres que tienen que pagar el día que van al médico a otra mujer para que haga su turno, cuando trabajan 24 horas, cuando te descuentan dinero por haberte cogido una baja laboral, son derechos violados.
Las ayudas son pocas. Durante la pandemia nos dejaron fuera de las ayudas y nosotras tuvimos que pelearlo desde nuestras casas, con los colectivos, para poder acceder a un subsidio de las trabajadoras del hogar. Pero cuando el Gobierno hizo las medias a nosotras nos dejaron fuera. Y después, solo podían acceder aquellas contratadas y con seguridad social. Todos y todas sabemos que ahí un montón de gente se quedó fuera. Porque muchas empleadas del hogar no están contratadas ni les pagan la seguridad social.
Son trabajos precarios con los que no se puede susbsitir. No se puede vivir con 280 euros si tienes hijos, y tienes que pagar la vivienda... Además de que los servicios básicos son cada vez más caros: la luz, el gas y el agua.
¿Tiene una trabajadora del hogar tiempo para el autocuidado? Algo esencial a día de hoy en el bienestar y la salud de la mujer.
No tienes tiempo de cuidarte. Cuántas trabajadoras del hogar internas están todo el día cuidando y a ellas ni siquiera tienen un día de descanso para cuidarse a sí mismas. A nosotras nos dan una baja laboral por enfermedad común, pero muchas tienen dolores de espalda, tendidits por las planchas y lavadoras, dolores ocasionados por levantar a las personas mayores que cuidamos o por los productos químicos que usamos. Y son enfermedades que cuesta muchísimo que se reconozcan.
Se trabajan tantas horas, que tienes que dar con personas que valoren tu cuidado, que valoren tu trabajo y que te cuiden, pero eso es muy difícil de encontrar. Cuando nosotras lo encontramos lo celebramos, porque hay muchísima gente que cuida a sus personas y trabajadores. Yo llevo 27 años en la misma casa porque tengo una relación impórtate, me valoran como persona y valoran mi trabajo.
¿Crees que llegará el día en el que no haya que celebrar algo que debería ser normal y justo?
Lo celebramos porque es algo escaso, ya hemos normalizado que nos traten fatal. Se viven cosas terribles, como no poder ir a hacerte una mamografía porque si vas tienes que pagar el día a otra compañera. Siempre decimos: "Querían brazos y llegaron personas". Nos ven como una mano de obra simplemente, y cuando estamos enfermas o mayores nos tiran.
Las mujeres de mayor edad son las que se ven más afectadas, sobre todo aquellas que llevan toda la vida dedicadas a este duro trabajo, ¿a qué situaciones os enfrentáis a la hora de la jubilación?
Hay muchas mujeres mayores de 70 años que han cuidado y trabajado y que ahora las han echado a la calle. Como no cotizaron, ahora tenemos la problemática de que no pueden acceder a una pensión. Pero igual que muchas mujeres españolas que durante años gestionaron las casas y cuidaron para que otra gente pudiera salir a estudiar o trabajar, y ahora se han quedado en el limbo, no tienen pensiones reconocidas. Nadie ha apostado por esas mujeres que hicieron ese trabajo durante años para que la sociedad funcionara y que los hombres y mujeres pudieran trabajar.
Todas las mujeres, madres, hijas, abuelas que han trabajado sin cotizar... Hay que visibilizar, tener alianzas. Hemos estado en el ámbito privado y ahora alzamos la voz y queremos que se nos escuche en el ámbito público. Por todas nosotras, y las que vendrán.