"Escribo estrictamente para averiguar qué estoy pensando, qué estoy mirando, qué veo y qué significa. Para averiguar lo que quiero y lo que me da miedo", decía Joan Didion (Sacramento, 1934-Nueva York, 2021). En el siglo XX muy pocos conocían este nombre que ahora ocupa en lugar en la historia de la literatura. Su talento tardó mucho en aterrizar en nuestro país, pero sin duda fue El año del pensamiento mágico (Literatura Random House), obra cumbre de la escritora que le hizo ganar el National Book Award y con el que llegó a ser finalista del Premio Pulitzer, el que provocó que Didion, fallecida este jueves a los 87 años a causa del Párkinson, se hiciera paso en este sector masculinizado.
Con esta oda a la muerte, el duelo y la pérdida Didion se abría en canal tras el fallecimiento de su marido, el también escritor John Gregory Dunne. Para muchos esta terapia en prosa es uno de los mejores libros de la historia. Ahora llega Lo que quiero decir (Literatura Random House), un maravilloso recopilatorio de algunos de sus escritos más destacados. Un libro que reúne doce artículos y crónicas inéditos traducidos al español. La llamada gran autora americana nos muestra su mágica forma de contar historias, ese escribir "a partir de imágenes", que ella visualiza pero que también crea en su cabeza con una imaginación sin límites.
Si el documental Joan Didion: El centro cederá disponible en Netflix fue un magnífico retrato de la escritora, este libro que traduce alguno de sus artículos y crónicas es una forma estupenda de conocer sus trabajos más destacados y rendir cuentas a todos esos años en los que Didion solo era "una escritora de Estados Unidos".
Toda una vida
Ya en su aclamado El año del pensamiento mágico la escritora demostraba que no hay censura en sus obras, que ella vomita todo lo que tiene dentro, sin miramientos. En Lo que quiero decir encontramos hechos históricos, descripciones y alusiones culturales, nos encontramos con Orwell, Tony Richardson o Nacy Regan. Sus artículos y crónicas abordan desde reuniones de ludópatas anónimos, hasta algunas de sus experiencias trabajando para Vogue, o curiosidades de la sesión de fotos que realizó Robert Mapplethorpe a Yoko Ono. El glamour se mezcla con lo intelectual, porque en el caso de Joan Didion ambas cosas siempre van de la mano.
Algunas son anécdotas con estos personajes y celebrities, pero otros escritos son casi homenajes a figuras célebres, como su visión feminista del imperio creado por Martha Stewart. Su obsesión por la escritura de Ernest Hemingway no solo hace que le cite en varias ocasiones sino que le atrapa de tal forma que analiza cada coma, "the" o punto final que forma parte de sus obras preferidas.
De escritora a leyenda
Joan Didion se ha convertido en una de las cronistas indispensables de Norteamérica de la segunda mitad del siglo pasado, y dejó su personal huella en Vogue, Life, Squire, The New York Times o The New York Times Review of Books.
Además, es una de las embajadoras de lo que se llamó el "Nuevo Periodismo", una apuesta por narrar los hechos desde el "yo", la vivencia, alejados de la objetividad que se tenía como dogma en el sector. Ese narrador testigo que no solo observa, sino que se mete en el meollo, habla, dialoga y reflexiona sobre lo que está viviendo.
Aunque ella es una mujer de letras, su paso por Vogue y su elegante estilo característico la ha convertido en todo un icono en el mundo de la moda. En 2015 fue imagen de Céline, a sus ochenta años y con una delgadez preocupante que disimulaba en un jersey negro y unas ya míticas y enormes gafas de sol. Un look de luto que mantuvo desde que la pérdida azotó su vida, y que ya es un símbolo.
Pero también fue en Vogue donde aprendió a sentirse cómoda con las palabras, como ella misma relata en esta recopilación recién publicada: "Una forma de contemplar las palabras ya no como espejos de mi propia incapacidad, sino como herramientas, juguetes, armas que utilizar de forma estratégica en la página", escribe.
Joan Didion siempre ha tenido muy claro lo que quiere y sigue alzando la voz para contarlo: "No quería una ventana al mundo, sino el mundo mismo".