A sus 86 años, Vivian Gornick (Nueva York, 1935) sigue siendo una de las figuras del movimiento feminista más influyentes del mundo. Aunque su trabajo llegó a España con un preocupante retraso, es ahora cuando se están recuperando las ideas de esta activista que comenzó a militar en los años 70 y que ha sido todo un referente en Estados Unidos.
La autora recibe a la prensa española en una videoconferencia conexión Madrid- Nueva York, desde lo que parece su habitación, acompañada de su gato y con unas gafas que hacen aún más gigantes sus característicos ojos claros. La reunión se produce con motivo de la publicación de su nuevo libro: Cuentas pendientes. Reflexiones de una lectora reincidente (Sexto Piso). Vivian nunca ha escrito una novela y tampoco un ensayo convencional. La narrativa personal y la crítica literaria son los géneros que ella maneja, y que ahora utiliza para reflexionar sobre algunos de los clásicos de la literatura. "A veces hay que releer los libros para desentrañar los misterios", dice durante la rueda de prensa.
La autora nos invita a releer las obras que nos acompañan a lo largo de la vida, para ver estos escritos desde un punto de vista diferente, con la perspectiva que solo el paso del tiempo, la madurez y la experiencia brindan. "Hay libros que exigen una experiencia vital para ser leídos, por eso algunos no se les puede dar a los jóvenes", afirma.
También en este libro Vivian habla del amor que siente por la lectura, del placer de tener un libro entre las manos, haga frio o calor, se encuentre en el Caribe o en Los Andes. "¡Qué compañía me hicieron esos libros! Y todos los libros. Nada se le puede comparar", escribe Gornick en las primeras páginas. "Sin embargo, por encima de todo lo demás, lo que procura la lectura es un alivio puro y duro del caos mental. A veces creo que me infunde por sí sola valor para vivir, y lo ha hecho desde mi más tierna infancia".
Feminismo radical
Es casi imposible no preguntarle a una de las referentes feministas su visión del movimiento actual. Vivian, lejos de parecer una abuela cebolleta que cuenta sus "batallitas", nos ofrece experiencias y anécdotas que son joyas históricas.
"En el movimiento de liberación nos pareció normal dar testimonio, contar al mundo lo que éramos. Yo escribía desde la perspectiva de una feminista radical. La señora Dalloway es un ejemplo del choque cuando envejeces y te haces feminista. La señora Dalloway me parecía muy fría y asustada de la vida, no dormía con su marido, y ella rechaza la sensualidad porque nunca ha querido a Richard Dalloway (...). Unos años después, al leerla de nuevo, pensé 'está intentando salvar su vida, ¡qué matrimonio más espantoso!'. En los años 70 lo percibimos de otra manera", relata sobre la relectura con perspectiva de género que también recoge en este libro.
Aunque Gornick afirma encontrar relaciones entre la Segunda Ola y la actual, relata que fue el movimiento Me Too lo que la "sorprendió enormemente". "Estas mujeres jóvenes surgieron mucho más enfadadas de lo que estábamos nosotras, algunas con una rabia revolucionaria. Nosotras lo que intentábamos era escribir el manual, allanar el camino y descubrir qué significaba todo esto", relata.
Según explica, el movimiento feminista se reaviva cada 50 años aproximadamente, aunque "nunca vuelve igual". "A la gente de mi edad nos ha costado mucho entender que no va a suceder algo revolucionario de la noche a la mañana. ¿Sabéis cuántos trabajos era imposible que hiciera una mujer hace 60 años? Increíble, ahora las mujeres ocupan un montón de cargos que antes se nos decía que no podíamos. Esto solo se consigue con la protesta organizada y buscándolo de verdad, porque si al marido o al novio le dices 'esto no lo quiero hacer' y te contesta: 'buah, no sabes lo que quieres'. Tú debes responder: 'Perdona, pero yo sí se lo que quiero. ¿Qué vas a saber tú'?".
Para ella, la clave del feminismo es cambiar la cultura, alzar la voz: "Ya basta de una vida sometida, te tienes que reconocer a ti misma".
Vida de escritora
Al preguntarle a Vivian sobre la mujer soltera y los estigmas que la rodean nos recomienda, con un toque de humor, que nos mudemos a Nueva York. "Hay muchos lugares en el mundo donde no hay estigma, en las grandes ciudades como Londres, París... No sé Madrid o Barcelona, quizás en España no. Pero entonces lo tenéis que trabajar para que sea así. Cuando nosotras empezamos hace mucho tiempo, cuando abrí la boca como feminista, claro que había un estigma asociado a estar sola, a no estar casada, no ser madre y no pensar que el amor era lo más importante para la vida de una mujer. Es cultural, algo que vosotras podéis cambiar. El estigma solo terminará cuando se levanten y digan: 'esta soy yo y no me vas a hacer sentir inferior'", afirmaba Vivian Gornick a El Español.
Gornick, que se ha declarado fan de la soltería y ha eliminado la idea del matrimonio de su vida, nos cuenta que "lo que hay que hacer es ser una misma, y encontrar un lugar bajo el sol".
Algo, que según cuenta, se consigue con el esfuerzo propio: "Crecí rodeada de mujeres independientes que decían: 'es un mundo de hombres y yo no quiero saber nada de él'. Pronunciar esa frase significaba ser una mujer rebelde. Había muchas cuando yo era joven, crecí teniendo una visión romántica de estas mujeres como si fueran algo inalcanzable para mí. Pensaba que esa no iba a ser yo, que era una excepción brillante. Pero el feminismo no es para las excepciones brillantes, el feminismo es para las mujeres ordinarias y estupendas, que somos todas. Es para la mujer de a pie, la que quiere experimentar la vida en las condiciones en las que ella no se sienta exiliada de sí misma", afirma la escritora.
Gornick y el amor
Quizá una de las confesiones más impactantes de la autora es que no lee novela contemporánea. Es por eso por lo que las obras que recoge en Cuentas pendientes son todas "antiguas" donde se "venera al amor" como ella cuenta. "Siendo yo misma y leyendo desde el momento actual me siento obligada a criticar estos libros, ver cómo ahora suena de lo más anticuado porque hablan del amor de una forma distinta a la que yo hablaría. Aunque les atribuyo el mérito de escribir con pasión, con la belleza del momento", expresa.
La pasión sexual mitificada es otra de las reflexiones que han ocupado el tiempo de la escritora feminista. "Con 20 años esa idea me afectó de forma profunda. No creo que ninguna mujer joven a día de hoy pueda sentir al leer a Colette que una gran pasión sexual va a ser el pilar de su vida", añade.
"En los primeros años del feminismo y en mi generación de feministas vi muchos matrimonios que se fueron a pique. No porque el hombre o la mujer fueran malas personas, sino porque había tanto conflicto con las cuestiones que ella planteaba que el matrimonio no aguantaba. Entre la ideología que era sencilla y la realidad emocional, que es muy complicada, existe esa brecha. No hay manera de sortearla ni hay una receta mágica. Cuando yo tenía 30 y él tenía 40 mi marido me dijo: 'mira, me ha llevado 30 años aprender las reglas, ¿y ahora esto ya no vale?'. Y resultó que aquello no era suficientete para mantenernos juntos", confiesa la escritora.
Escribir desde el "yo"
A finales de los 70, una redactora del Voice donde trabajaba le dijo, tal y como relata en el libro: "¿Hay una concentración de las del movimiento de liberación de la mujer en Bleecker Street. ¿Por qué no te acercas a investigar?". Y así comenzó todo. "Allá donde miraba veía sexismo: crudo y brutal, ordinario e íntimo, antiguo y omnipresente", escribe sobre los primeros años de activismo en este nuevo lanzamiento.
Sobre su obra cumbre, Apegos Feroces (2017) afirma que aún sigue siendo emocionante. "Nunca creí que viviría para ver cómo las mujeres devolvían el golpe. Yo quería que los grupos de mujeres hablaran entre ellos y se reconocieran las unas con las otras. No podía abandonar a mi madre porque me había convertido en mi madre. Yo no escribía para expresar mis sentimientos sino para perfilar esos apegos feroces", dice.
Ahora, Vivian Gornick lee cuatro horas al día, al lado de su gato y con vistas a una de las calles de Nueva York más bonitas de la ciudad. Desde allí recuerda y recoge en Cuentas pendientes. Reflexiones de una lectora reincidente cómo un día en el barrio de clase obrera inmigrante del Bronx, su madre la llevó a la sucursal de la Biblioteca Pública. Un paraíso donde Gornick se perdió y de donde nunca más salió, atrapada por la magia que la rodeaba: la de la literatura.