Hace 30 años, la sociedad polaca festejaba victoriosa la caída del Muro de Berlín y se posicionaba en contra de los totalitarismos. Hoy, una gran parte de esa misma sociedad se ha convertido en lo que los gobernantes del partido ultraderechista Ley y Justicia quiere que sea: Ultracatólica, ultranacionalista, ferviente defensora de la patria y heterosexual. En Polonia, los homosexuales son considerados “enemigos de la nación”, el Gobierno quiere prohibir cualquier tipo de manifestación LGTBI en los espacios públicos.
En ese clima de intolerancia, las mujeres lesbianas son doblemente castigadas: “por ser homosexuales y por no cumplir con su papel tradicional de madres”, así nos lo cuenta Hanna Jarzabek (Brzeg, 1976), la fotoperiodista polaca autora del proyecto Lesbianas y mucho más, en el cual fotografía a doce parejas de lesbianas que sufren a diario la discriminación y la violencia.
La muestra, que se enmarca dentro de la exposición Polonia-Siglo XX, nos traslada las historias de lucha personal de estas mujeres que han visto cómo el incremento de la homofobia ha mermado sus derechos. Fotografías que, a pesar de haber sido tomadas hace diez años, están más de actualidad que nunca: “ahora las parejas de lesbianas no se atreven ni a pasear cogidas de la mano, la situación ha ido a peor, la violencia se evidencia cada vez más en las calles”, explica la autora.
Jarzabek ha querido regresar al país que abandonó cuando tenía 20 años para poder retratar historias como la de Weronika -quien siendo adolescente sus padres la obligaron a ir a terapia para así curar su homosexualidad y acabó intentando suicidarse-, desde entonces ha recorrido el mundo con su cámara para fotografiar diferentes realidades en lugares como la Franja de Gaza, Irán o Filipinas. Hace 13 años recaló en España, lugar en el que ha establecido su residencia y en el que encuentra similitudes con su Polonia natal. “En España tendríamos que tomarnos más en serio la posible amenaza de la ultraderecha. Al principio sólo son palabras, luego vienen los hechos”, advierte.
La exposición, que se podrá ver en la sala EFTI de Madrid hasta el 12 de diciembre, también acoge otro de sus proyectos, Patriotic Games, el cual consta de una serie de fotografías que muestran cómo en las escuelas públicas polacas a los alumnos los militarizan a través de un programa marcial que tiene como fin hacer cantera de buenos patriotas para así asegurarse de seguir preservando esa ideología polaca ultraconservadora. Esa misma que se ha visto expuesta en las últimas semanas en la frontera que separa Polonia de Bielorrusia, escenario de un nuevo enfrentamiento migratorio.
¿Por qué decidiste poner la mirada en las mujeres lesbianas de Polonia?
Hacía años que no regresaba a Polonia y cuando lo hice me impactó mucho ver esa homofobia institucionalizada. La prensa, el Parlamento, los miembros del Gobierno se permitían, por ejemplo, comparar la homosexualidad con la zoofilia. En Polonia, los homosexuales son considerados casi monstruos que constituyen un peligro para la sociedad. Así que quise hacer un proyecto que fuese en contra de toda esta dialéctica. Lo grave es que ahora, casi diez años después de haber realizado el proyecto, la situación ha ido a peor.
Varias ciudades han promovido el lema “zonas libres de LGTBI” y la última campaña presidencial del actual presidente Duda estuvo marcada por el odio y el rechazo hacia la comunidad LGTBI. ¿Cómo es la situación actual?
La violencia en la calle se ha incrementado. Se vive un clima de rechazo brutal contra las personas homosexuales. Algunas de las protagonistas del proyecto ‘Lesbianas y mucho más’ me dicen que ahora no se les ocurre salir a la calle cogidas de la mano, sobre todo las que viven en ciudades más pequeñas, aunque ese miedo también está presente en ciudades grandes como Cracovia o Varsovia. Evitan este tipo de muestras públicas de su orientación sexual.
Como dices, hay ciudades que se declaran “zonas libres de LGTBI”, de hecho, hay un proyecto de ley que quiere restringir lo que llaman “propaganda de la homosexualidad”, la idea es prohibir cualquier tipo de manifestación LGTBI en los espacios públicos. Lo que consuela un poco es que Polonia se rige por las políticas de la Unión Europea, no es como Bielorrusia que se puede permitir otro tipo de leyes, con lo cual, esta especie de protección por parte de la UE hace que no se puedan prohibir las cosas directamente. Aún así, se está instaurando una manera de pensar en la sociedad que a la larga puede ser muy peligrosa.
Sin embargo, estamos viendo como en Europa se está viviendo un ascenso del ultraderechismo en los últimos años...
Polonia representa ese ascenso que se está viviendo en Europa, pero lo que marca la diferencia con respecto a otros países es que una parte de la sociedad polaca rechaza todo este aumento de extrema derecha y son criminalizados por el propio Gobierno polaco. Lo hemos visto en las manifestaciones contra la nueva ley antiaborto, incluso en la frontera con la crisis migratoria. Hay una parte de la sociedad que rechaza las políticas del Gobierno y el propio Gobierno intenta silenciar a esa parte de la sociedad o presentarla como los enemigos de la nación.
Según el Gobierno, ¿cuál es el ideal de persona polaca?
La verdadera identidad polaca debe ser una persona heterosexual, de familia tradicional, católica, ultranacionalista, paramilitar... y todo lo que no corresponde con este ideal se define como enemigo de la nación. Por tanto, la comunidad LGTBI sufre esas consecuencias.
¿Y dónde radica ese odio y rechazo a los homosexuales?
Hace años era un problema inexistente, en el sentido de que no se hablaba de ello. Yo recuerdo que cuando me fui de Polonia con 20 años el tema se evitaba, eso es muy típico de los países de Europa del Este. Después, se empezó a implantar la idea de que la homosexualidad viene de fuera y que es algo que representa un peligro para la identidad nacional.
Ese mensaje, que se vehicula a través de los políticos, y quizá cada vez más en las escuelas, es el que ha provocado que se haya convertido en un pensamiento generalizado de rechazo a la comunidad LGTBI. El propio Gobierno hace campañas en contra de la homosexualidad y muchas personas se las creen y las apoyan. A través del populismo, a la gente se la manipula hasta el punto de odiar a otra persona por el hecho de ser diferente.
¿Por qué eres doblemente discriminada si eres mujer y lesbiana en Polonia?
Porque la sociedad polaca dice que uno de los roles principales de las mujeres es el de ser madres, así que, si eres lesbiana, no podrás cumplir con ese papel tan importante. Por otro lado, la sociedad piensa que las personas homosexuales por definición son pedófilas, con lo cual, sería impensable que una mujer lesbiana pueda cuidar de un hijo. A su vez, el Gobierno utiliza estos discursos para retirar ayudas a organizaciones que luchan contra la violencia machista.
En Lesbianas y mucho más retratas la vida de 12 parejas de lesbianas de Polonia. De todas las historias, ¿cuál es la que más te ha marcado?
Una de las que más me marcó fue la historia de Weronika y Kinga. Weronika proviene de una familia muy religiosa. Cuando era adolescente, sus padres la obligaron a ir a terapia para así curar su homosexualidad. A consecuencia de eso, intentó quitarse la vida. Ahora tiene 40 años y todavía los padres se niegan rotundamente a reconocer, aceptar o respetar la orientación de su hija. Esta historia me marcó mucho. Cuando empecé el proyecto pensaba que la gente, cuando descubriese este tipo de historias, les haría reflexionar sobre su homofobia. Por desgracia, me di cuenta de que no es tan fácil, que cuando tenemos enfrente a una persona muy homófoba es muy difícil cambiar sus posiciones.
Algunas de estas mujeres no quisieron participar en el proyecto por miedo a las represalias. ¿Cuáles fueron los motivos?
Eran varias las razones. La principal, la de sufrir el rechazo de su en torno al enterarse de que es lesbiana. Después, a nivel profesional podrían poner en riesgo su puesto de trabajo. Las que decidieron participar en el proyecto tenían trabajos independientes como traductora, freelance, ese tipo de cosas… Así que sabían que no les afectaría tanto en su trabajo.
Tampoco tendrían que afrontar las miradas de los compañeros o recibir un acoso por parte de los jefes. También encontré una mujer que estaba en una relación con una de las chicas que sale en las fotos. Ella no quería participar porque tenía un hijo de su anterior matrimonio heterosexual y tenía miedo de que si revelaba su relación secreta con otra mujer, la familia del ex marido podía utilizar eso en su contra para intentar quitarle la custodia del niño. Por desgracia, eso es muy posible que pase en Polonia.
Hablando de la religión, en Varsovia y otras grandes ciudades se están organizando oraciones públicas contra la “ideología de género” y para disculparse por el pecado de la sodomía. Me llama la atención que en un país de tradición comunista la religión tenga tanto peso en la sociedad.
Precisamente, esto viene de la etapa del régimen comunista. El único sitio donde la gente podía expresar su opinión libremente era en las iglesias, por oposición al poder. La iglesia se arraigó tanto a esos movimientos disidentes que ahora va muy en consonancia con el discurso político. De la misma forma, todavía hoy es muy difícil proclamarse como una persona de izquierdas, los izquierdistas somos considerados casi unos enemigos de la patria, herederos de Stalin.
En tu otro proyecto, Patriotic Games, documentas los programas militares en las escuelas públicas. Esa idea de patriotismo está muy presente en los valores que se inculcan en las escuelas.
Estos programas están hechos por los paramilitares, organizaciones privadas en gran medida. En ellos se ensalzan una serie de valores como son el nacionalismo y el ultracatolicismo. El lema principal de esta enseñanza es “Dios, honor y patria”. Entienden el deber de defender la patria como el principal fin en su vida. Y en esta ecuación entra toda la lógica anti-LGTBI.
Y esa ideología ultraderechista también se está viendo reflejada en las últimas semanas con lo que está ocurriendo en la frontera con Bielorrusia. ¿Quién tiene la responsabilidad?
La gran responsabilidad es de Lukashenko y Putin ya que crearon un problema artificial. Todos sabemos que estos migrantes fueron traídos por Lukashenko en aviones. Pero la respuesta de Polonia y de la UE me parece vergonzosa. La UE debería tomar una posición más firme porque Polonia lo que está haciendo es no respetar ninguna ley internacional de protección para los migrantes, la convención de Ginebra parece que no existe. Tanto la UE como Polonia deberían ante todo hacer lo posible para responder a una crisis humanitaria y otorgar por lo menos la ayuda más urgente a estas personas, porque dejarlas en un bosque, con temperaturas bajo cero, sin agua ni comida, es completamente inhumano.
Lo que pasa es que en Polonia se utiliza mucho el problema migratorio que hay en la frontera, primero a nivel internacional, porque les permite desviar la mirada de la UE sobre otros problemas de derechos humanos relacionados con Polonia. Y a nivel interno, el Gobierno lucha por reforzar su posición diciendo que estamos entrando en una nueva guerra contra Rusia, lo cual es una amenaza para la nación polaca. Así parece que el Gobierno quiere proteger a la nación, y mucha gente se lo cree. De la misma manera que Lukashenko ha enviado a los migrantes para sus propios fines, el Gobierno polaco no les quiere acoger por pura estrategia. Dicen que no pueden gestionar el número de los refugiados en Polonia, hablan de que son 400.000 refugiados y eso es falso, son alrededor de 4.000, según el último recuento, una cifra que para un país tan grande es casi ridícula. Además, es muy grave que el Gobierno polaco haya instaurado el estado de emergencia para prohibir el acceso a las ONGs y a los periodistas.
Viendo la situación actual, resulta increíble creer que hace 30 años Polonia fuese un país que luchaba contra los totalitarismos y celebraba la caída del Muro de Berlín.
Totalmente. De hecho, ahora es Polonia la que va a construir un muro en la frontera. Con lo que nos costó derribar aquel muro, ahora estamos construyendo otro y nos parece bien. Ojalá gran parte de la sociedad hiciera esta reflexión.
¿Cómo ves el futuro de Polonia de aquí a unos años?
Las últimas decisiones del Tribunal Constitucional contra la ley del aborto consiguieron movilizar a una gran parte de la sociedad, sobre todo a los más jóvenes, que hasta ahora no se implicaban mucho en contra del Gobierno. Tengo muchas esperanzas viendo todas esas manifestaciones multitudinarias. Quiero pensar que la gente joven no va a dejar que le quiten sus derechos. Sin embargo, me da miedo lo que está pasando en la frontera con Bielorrusia. Como te decía antes, el Gobierno está utilizando la crisis migratoria para polarizar a la sociedad implantando el miedo bajo el lema “la nación está en peligro”, un lema que Trump también utilizó.
En España, donde vives ahora, la ultraderecha también ha adquirido bastante notoriedad en los últimos tiempos, ¿ves similitudes?
Sinceramente, me preocupa mucho que un partido como Vox esté en el Parlamento, es muy peligroso dar espacio a este tipo de partidos e ideologías porque siempre se empiezan con las palabras y luego se acaban con los hechos. Hace diez años, jamás hubiera pensado que en Polonia tendríamos un problema con la división de poderes entre el poder judicial y el ejecutivo. Como tampoco hubiera pensado que pudieran dejar morir a una mujer porque los médicos tuviesen miedo a las consecuencias por ayudarla a abortar un feto deformado. Hace diez años esto era impensable en Polonia y ha sucedido.
En España tendríamos que tomar más en serio la posible amenaza que es Vox. Mientras no lleguen al poder no pueden destruir la sociedad democrática, pero una vez que estén allí es muy difícil dar marcha atrás. Su mensaje ultranacionalista cala rápido. Es lo mismo que pasó en Polonia. Me gusta pensar que haciendo una exposición como esta aquí en España, mostrando la realidad de lo que pasa en mi país, estoy ayudando a dar la voz de alarma.
A pesar de haberte marchado hace 25 años, decidiste volver a Polonia a retratar y denunciar lo que ocurre, ¿sientes como que tienes cierta responsabilidad moral con tu país?
Sí, y siento que lo he abandonado. Al haberme marchado, tengo muchas más posibilidades de desarrollarme como persona, puedo tomar decisiones que en Polonia hubiera sido imposible tomar. Pero también tengo una sensación de culpa. Aportar mi grano de arena haciendo este tipo de proyectos me sirven para aliviar esa necesidad de involucrarme con lo que ocurre en mi país.