Cuando Pinar Selek tuvo que preparar una maleta para dejar Turquía, supo que no era un simple viaje, suponía abandonar su hogar y aquellos a los que quería. "Recuerdo que durante un instante me senté frente a aquella pequeña valija. 'Llévate las cosas que son importantes para ti...', me había dicho mi padre. Pero eran tantas... ¿Cómo se puede deslizar toda una vida dentro de una maleta?", se planteó.
Era abril de 2009 cuando Pinar se encontró ante esa cuestión. Finalmente, decidió llevar consigo únicamente algunas fotos de sus seres queridos. "No importa: todo lo que dejé atrás posee una existencia independiente de la mía. La vida continúa, el agua fluye". En ese momento empezó su vida como mujer exiliada y su camino por encontrar un nuevo hogar. Un camino no exento de dudas y miedos y cuyas reflexiones plasma ahora en Mujer en el exilio (Ménades Editorial).
Este pequeño libro que no llega a las 70 páginas es un relato, una carta, un diario en el que Pinar Selek habla de su casa, de su infancia, pero en el que también visibiliza la historia y las dificultades a las que se tienen que enfrentar las mujeres exiliadas y las refugiadas de todo el mundo.
Condenada injustamente
El caso de Pinar Selek es de una flagrante injusticia. Nacida en Estambul en 1971, proviene de una familia de clase media politizada y opositora al régimen: su padre es abogado defensor de los derechos humanos y tras el golpe de Estado de 1980 fue encarcelado; y su abuelo fue militante de la izquierda revolucionaria y cofundador del Partido de los Trabajadores de Turquía.
Pinar decidió estudiar Sociología y durante años se involucró con grupos marginados de la sociedad. Por ejemplo, en 1995 cofundó el Taller de Artistas de la Calle en el que participaban prostitutas, personas sin techo y personas trans, entre otros.
En 1997 comenzó a investigar la diáspora política kurda en Turquía y "la extrema violencia sobre la población kurda que empujó al exilio a cientos de miles de personas". Debido a esta investigación, la policía turca la detuvo el 11 de julio de 1998 y le exigió su lista de contactos del PKK (Partido de Trabajadores de Kurdistán). Como ella se negó a revelarla, fue torturada y encarcelada acusada de complicidad con el PKK.
Semanas más tarde se enteró de que la acusaban de haber puesto una bomba el ocho de julio en el Mercado de Especias de Estambul que mató a siete personas y dejó más de cien heridos. Se pasó dos años y medio en prisión hasta que en el año 2000 el principal testigo de la acusación se retractó y declaró que había confesado bajo tortura.
Pinar Selek fue puesta en libertad provisional y a partir de ahí se la absolvió del delito en cuatro ocasiones, siempre seguidas de recursos por parte de la Fiscalía y anulaciones a la absolución. Todo ello incluso cuando se demostró que la explosión en el Mercado había sido accidental, causada por una bombona de gas, y que las pruebas que había contra Pinar eran falsas.
En el año 2013 el Tribunal Penal de Estambul anuló su propia sentencia absolutoria, en "un procedimiento inaudito en la historia de la jurisprudencia turca" y condenó a Pinar Selek a cadena perpetua y emitió una orden de arresto contra ella. Para entonces ella ya llevaba años exiliada, forzada por su inestable situación judicial, y había obtenido el asilo político en Francia.
La búsqueda del hogar
No obstante, Pinar nunca ha abandonado su lucha feminista y por la desmilitarización, a la vez que intenta encontrar su nuevo hogar lejos de Estambul. Un proceso que no es nada fácil. Tal y como cuenta en Mujer en el exilio, primero intentó seguir la frase de Virginia Woolf: "Como mujer carezco de país. Como mujer mi patria es el mundo entero". Sin embargo, "la teoría se desploma frente a la experiencia".
En este trayecto ha aprendido "un nuevo lenguaje, a divertirme, hacer el amor, fijar lazos con existencias que antes ignoraba". Aún se siente una "exiliada en el mundo", pero también ve el futuro desde una perspectiva más optimista: "La pérdida del sentimiento de seguridad también me ha amputado símbolos, lazos, motivos y costumbres que hasta ese instante me habían aportado seguridad. Aunque esta distancia me sitúe en la incertidumbre, de ahora en adelante mi mirada va más lejos y los horizontes de mi frontera se amplían", afirma.