“La luz siempre me ha apasionado porque, al ser algo intangible, tienes que trabajar al máximo la imaginación para dibujar con luz en la mente y luego proyectarlo. Siempre ha sido una obsesión que, calibrada a través de la formación técnica y guiada por la intuición artística, se ha convertido en mi pasión”, explica a MagasIN una animada María Covarrubias (Madrid, 1980).
Madrid, Nueva York y Barcelona son las tres paradas del camino que hizo esta ‘experta en luz’ para estudiar Arquitectura de interiores en la Universidad Politécnica (Madrid, 2002), Iluminación, Teoría del color y Bellas Artes en la prestigiosa Parsons (Nueva York, 2003) y Escenografía e Iluminación en IED (Barcelona, 2005).
“¿El año 2003 en Parsons? Imagínate, llegué a un Nueva York apasionante, una jungla. Tenía unas amigas que bailaban ballet y me iba a pintarlas en vivo mientras ensayaban como ejercicio de bellas artes, profesores que nos descubrían teatros… He vuelto a ir, claro, pero aquella estancia sola, a esa edad, comprándome libros sobre luz en sótanos de Manhattan fue increíble”.
Covarrubias explica cómo a principios del siglo XXI no existía una gran documentación sobre el uso de la luz, “era sobre todo para teatro y para crear escenografías. También había en relación a capillas y monasterios, con lámparas y chandeliers, pero de la parte más técnica de la luz llevada a la arquitectura, no había casi nada y nada en absoluto en español”.
La luz era una obsesión personal de María Covarrubias desde siempre. Recuerda preguntar antes de algunos viajes cómo era la luz de, por ejemplo, Buenos Aires (“se parece a la luz de Cádiz”) o el sur de Inglaterra (“está filtrada por la niebla”). “La luz tiene un impacto en el estado de ánimo, no es sólo una cuestión estética, influye en cómo percibimos algo parcialmente o en su totalidad, en qué es lo que ves o en la decisión de qué quieres ver de tu alrededor”.
Trabajos con nivel
Se considera afortunada desde un principio, con trabajos como la iluminación de un jardín de Fernando Caruncho -paisajista internacional y filósofo minimalista- espectacular, “con una piscina ovalada que reflejaba magnolios y prunos y que, por la noche, era como una acuarela”. Aunque no ha realizado casi proyectos efímeros y está enfocada en las iluminaciones permanentes, reconoce que fue “un privilegio para mí”.
Con “sólo 25 años de edad, poder ejecutar el proyecto de iluminación de la inauguración de la ampliación del Museo del Prado de Rafael Moneo bajo la dirección de Miguel Zugaza y el diseño de Isabela Mora, que confió en mí. El Casón tenía una recepción para 500 personas -las decoraciones incluían cerca de 200 velas por mesa-, la llegada de directores de los museos de todo el planeta y las puertas naturales de Cristina Iglesias”.
Reconoce la dificultad de su trabajo y que “a veces, es difícil hablar de luz porque la gente no está acostumbrada a hablar de estos temas”, pero se siente guiada por la pasión y a veces por la inconsciencia. Recuerda el caso de un elegante edificio de oficinas “en la calle Fortuny, donde un empresario muy importante entendió enseguida la importancia de la iluminación”. También la exposición que iluminó de Cartier en el Museo Thyssen, “curada por Guillermo Solana, primera gran cita que relacionaba la joya y el arte en Madrid. Tuvo un éxito absoluto de público y de críticas y fue de gran complicación técnica”, se proyectaron sus acuarelas a escala real y los visitantes recordarán unas vitrinas sobre fondo negro “que concentraban el haz de luz sobre 400 piezas, cada una con una sombra única”.
El mundo del arte tiene sus propias obsesiones, pero Covarrubias consiguió también cambiar la iluminación clásica de una de las piezas de Ugo Rondinone (Suiza, 1963), en el centro de un fantástico edificio de Tuñón y Mansilla para Helga de Alvear, proyectando las sombras de las ramas de este árbol blanco sobre una cubierta blanca.
“He aprendido muchísimo de teatro y la danza”, menciona, “acostumbrándome, como en cualquier oficio, a pensar en luz, a ver cuáles son las posibilidades de un espacio y a notar detalles que son importantes y que no pasen desapercibidos, y al revés, a desdibujar las zonas de menor interés. Es un ejercicio constante de creatividad que disfruto intensamente”.
Cómo iluminar
Para ella, una ciudad “bien iluminada” es un concepto un tanto relativo y, desde luego, “la luz de la noche no puede pretender competir con la del día. Por ejemplo, cuando he viajado a Cuba, la luz de día es alucinante y el alumbrado público nocturno es débil, con lámparas que parpadean incluso, pero muy teatral… cada lugar tiene un encanto único. De la India no se me olvidarán en la vida los turbantes, aquellas telas naranjas y amarillas en el mercado rosa de Benarés, estar debajo de esas puestas de sol. Todo inspira, viajar te abre la mente, en este y en todos los sentidos, y yo desde muy joven, con cada proyectito que terminaba, me regalaba un viaje”.
Un edificio único sería el Louvre, pero recuerda, actualmente con el uso de la tecnología LED, para lograr sostenibilidad, “primero de todo, elegir lo que iluminas con cuidado, no hay que iluminarlo todo ni mucho menos. El hecho clave es dibujar con luz”.
Hace unos meses, leyendo un cuento en una actividad familiar, dedicó un tiempo a pensar sobre “el sentido principal humano de la vista y su relación con la luz, como decía Leonardo da Vinci”. Con esta inspiración, acometió su último gran proyecto en la capital, el diseño a medida del Palacio Hotel de Santo Mauro, colaborando en interiores con Lorenzo Castillo y en el paisaje con Fernando Valero. “Filtrando la luz a través de los castaños centenarios, realizando una instalación de lámparas equidistantes que reflejan luz dorada y crean una escenografía nocturna”.
Un detalle que resalta especialmente del nuevo Santo Mauro son las capotas parisinas de las ventanas, que se convierten en una especie de lámparas tenues de luz tamizada también para los paseantes que cruzan la calle en esta favorecida esquina con castaños de indias. “Embellecer algo bello es un privilegio”. Covarrubias menciona tres cotas que debían estar en equilibrio lumínico: la del jardín con las pérgolas, la cota de los castaños y la de las lámparas informales de la fachada, con la luz dorada que mana del interior.
“Pocas veces se juntan las tres cosas: un interior increíble, con una fachada exquisita, con un jardín magnífico, pero aquí sucede”. La sensación predominante de este ambiente es la paz, el sosiego, el equilibrio y la elegancia.
Proyectos en equipo
Ahora, su equipo está formado por varias personas y reconoce que está contenta porque por fin siente que coordina a profesionales que se dejan el alma en una actividad muy delicada. Junto con su equipo trabajan a medida y fabrican instalaciones lumínicas como focos de exterior con tonos de luz especiales, lámparas de cobre o estructuras para crear los ambientes, siempre escenográficos.
En relación a dibujar con luz, recuerda cómo “todo aquello que no se puede ver bien, es como si no estuviera; si no se ve, si no está bien iluminado, desaparece”. Esto es particularmente cierto en las fachadas que son observadas en cualquier paseo, “no puede ser que una fachada tenga cariátides, columnas corintias y un friso histórico y se vea todo brillante y plano, eso es una mala decisión siempre”.
Ya se trate de fachadas ornamentadas, de casas o fincas particulares, de interiores, oficinas, jardines, exposiciones o de incluso eventos privados, siempre desarrolla proyectos específicos ad hoc. Como en una casa particular el pasado mes, “donde ha encontrado personas con una poesía y sensibilidad especial”.
“A veces hay personas que creen que es magia porque no ven de dónde sale la luz o no conocen posibilidades técnicas que son ahora factibles”, señala. Tiene en su cabeza grabado también un exterior reciente de una casa privada de Menorca, “el cielo era como terciopelo, me acuerdo de cómo se reflejaban las palmeras en el agua, esa cero contaminación lumínica y dos toques de luz, que hacían al momento mágico”.
“¿Mi casa? [sonríe] Es bastante oscura, tengo pocas cosas. Hay que tener en cuenta que en un interior hay dos luces de noche, la integrada en la arquitectura y la luz decorativa”. Para ella, los interiores deben resolverse siempre “recordando que la luz se tamiza y se refleja”.
¿Un momento especial? “Cuando cambia el día a la noche, ese instante en el que se funde la natural con la artificial, ahora mismo entre las cinco y las siete de la tarde. Dependiendo de las estaciones, se mezcla la luz y esto puede estar previsto e incluso pensado: disfrutar de la fugacidad de ese momento que va cambiando progresivamente, hasta que entra la noche”. Y ahí, las luces emocionales de Covarrubias dibujan el lugar.