En una protesta antigubernamental en Beirut Lilas y Shery se avistaron a lo lejos por su aspecto rockero, algo dark, que parecía desentonar entre las otras féminas que junto a una muchedumbre habían tomado las calles en el verano de 2015. Saltaron las chispas. Ninguna de las dos sospechó que en ese momento empezaría la historia de Slave to Sirens, la primera banda de thrash metal del Medio Oriente conformada exclusivamente por mujeres.
Siete años más tarde Lilas Mayassi y Shery Bechara, ambas guitarristas y compositoras, aún siguen saliendo a las calles en son de la protesta, como también continúan liderando esa agrupación que parecía destinada, no digamos a desaparecer, sino a no nacer. Después de una ardua búsqueda, a Mayasi y Bechara se les unirían la vocalista Maya Khaimallah, la bajista Alma Doumani y la baterista Tatyana Boughaba.
No traspasan la veintena, llevan piercings y tatuajes, cabelleras largas y en desorden, se maquillan de forma vistosa para salir a escena y nunca abandonan el negro ni alguna que otra indumentaria de cuero. Una imagen bastante alejada del tan globalizado estilo de Zara, con pelo y maquillaje como de filtro de cámara de móvil que uniforma a la mayoría de las féminas.
Las Slave to Sirens no sólo desafían en imagen, sino también en muchos otros aspectos. Precisamente el documental Sirens, de Rita Baghdadi, muestra cómo esas chicas osan salirse de las normas sociales que intentan encorsetarlas por ser mujeres y se empeñan en levantan la voz para lograr cambios en su país, como también dinamitan la estigmatizada escena metal que para colmo está dominada por hombres.
Sirenas sin corsé
Desde 2018 y a lo largo de tres años, la directora estadounidense-marroquí Rita Baghdadi puso su cámara en el día a día de Slave to Sirens. Tal como aquellos incautos marineros de la leyenda, se acercó a estas benévolas sirenas debido a la música. Desde el primer contacto con Lilas Mayassi y luego con las otras integrantes de la banda, cuenta Baghdadi que descubrió algo más que a unas chicas que hacían bastante ruido y que movían la cabeza al son de los atronadores acordes de las guitarras.
Rita vio la oportunidad de “desafiar la percepción que se tiene de las mujeres árabes y brindar una imagen diferente a la que estamos acostumbrados”, afirma desde la pantalla al otro lado del mundo, y acompañada por Mayassi y Shery Bechara.
En las músicas dice que se concretó “la imagen poderosa de ver a mujeres árabes como seres humanos complejos, con sueños, deseos, mostrando un amplio abanico de emociones y no sólo presentándolas quietas y calladas en un rincón, siendo la mujer, la madre, la hija o la hermana de alguien”.
Sirens, documental presentado en el Festival de Sundance, pone en primer plano a Lilas y Shery, las fundadoras y líderes de la banda, y parte desde un momento en las vidas de ambas que será el inicio de un crecimiento tanto personal como profesional.
En Líbano aún las expectativas hacia las mujeres están puestas en un itinerario que nos parece muy conocido: te echas un novio, vas a la universidad, te gradúas, trabajas, te casas, tienes hijos, puede que te conviertas en ama de casa o que en el mejor de los casos vuelvas al mundo laboral.
Lilas y Shery nunca han querido para ellas ese recorrido. Ni binarias, ni sometidas, ni calladas, ni dependientes. Ambas viven por y para la música donde han encontrado una parcela de libertad que defienden a capa y espada.
En Sirens se ve dos mujeres que se persignan e invocan a la Santísima Trinidad cuando Shery –de negro, cadenas, piercings, cabellera al viento- les pasa por el lado. ¿Es que así reaccionan todas ante ellas?
"Hay personas que cuando nos ven no entienden nuestro modo de vestir, tampoco nuestro estilo de vida"
“Hay muchos tipos de personas y eso se aplica también a las mujeres de mi país”, explica Bechara, “hay quienes creen en nosotras y nos apoyan, pero también existen otras personas que tal vez nos tienen miedo”. Ese temor, cuenta Shery, se hace palpable en ciertas acciones y reacciones, tal como aquella persignada. Lilas se anima a profundizar en la percepción femenina hacia ellas.
“Las normas les intimidan”, dice tajante. “Cuando nos ven no entienden nuestro modo de vestir, tampoco nuestro estilo de vida. Algunas reaccionan hacia nosotras de una manera muy agresiva, en particular las mujeres árabes, sobre todo las que tienen una orientación religiosa bastante fuerte”.
Pero como todo, ambas están de acuerdo en que la imagen errónea que se hacen de ellas se debe a un conjunto de elementos.
“También existen mujeres que nos ven como una inspiración”, retoma Shery, “constatan que somos capaces de expresarnos abiertamente, mientras que existen muchas que no lo pueden hacer debido a la familia, a las normas de conducta impuestas. Entonces tienen que seguir un patrón determinado, no pueden ser ellas mismas, lo que quieren ser, no pueden ser libres. Nos admiran por la fuerza que ven en nosotras y la inspiración para lograr una libertad personal”.
Sin dudas, Slaves of Sirens se ha convertido en un símbolo feminista, de empoderamiento, admiración y resiliencia. “El sentido de responsabilidad es muy importante”, comenta Mayassi, y recuerda que cuando se juntaron la única intención era hacer su música.
“No nos imaginábamos que al embarcarnos en este viaje musical terminaríamos asumiendo la responsabilidad de representar a las mujeres en el Oriente Medio, como también en general. ¡No es poca cosa!”, prosigue Lilas, “pero a la vez es un honor, nos sentimos agradecidas por todo lo que hemos conseguido y por la gente que nos ha apoyado”.
Levantar la voz
Líbano es quizás uno de los países más liberales del Oriente Próximo y Medio, que desde fuera luce cosmopolita, abierto, tolerante, diverso. En Beirut, la capital de unos tres millones y medio de habitantes, bullen la modernidad y la concordia. Sin embargo, sometida esa ciudad a una lupa, se detectan la corrupción política y un descontento generalizado que suele lanzar a la calle a miles de personas clamando por una revolución con el puño en alto.
“Desde el día en el que nacieron mis abuelos, este país está jodido”, dice Lilas Mayassi en Sirens. “Guerra, inestabilidad, desempleo. Todo ese dolor, toda esa rabia. Hay algo de lo que huimos, pero yo no quiero vivir en el miedo”.
La cámara de Rita Baghdadi capta los grafitis que abogan por un Fuck the System y que condenan la homofobia (Homophobia is a Crime). Retrata las cicatrices de guerras del pasado que contrastan con la ebullición de la ciudad, como también es testigo de la explosión en el puerto de Beirut sucedida en el verano de 2020 en plena pandemia, la cual derrumbó la moral y la esperanza de los libaneses.
Cuando la lupa de observación entra en detalle es cuando salta a la vista el catálogo de cosas de las que no se habla. “En Líbano existen muchos tabúes ”, afirma Lilas, “uno de ellos es el colectivo LGTBQ que el gobierno siempre intenta silenciar. En ese sentido, lo más importante es unirnos, plantar cara y sobre todo no guardar silencio. Esa es la manera para lidiar con tabúes”.
“Guerra, desempleo. Ese dolor, esa rabia. Hay algo de lo que huimos, pero yo no quiero vivir en el miedo”
En este contexto viven y se han desarrollado las integrantes de Slave to Sirens. Al otro lado de la pantalla desde la casa de Rita Baghdadi en Los Ángeles, Lilas y Shery se miran cuando se les pregunta cuándo se dieron cuenta de que tenían que levantar la voz.
“Nunca he sido una persona que se queda callada”, afirma Lilas, “al percatarme de lo cruel que puede ser el mundo en el que vivimos, las injusticias que vemos y padecemos, la tristeza que produce ver el sufrimiento de muchas personas; pero también constatar que prevalece la ignorancia de cierta gente que vive en sus propias burbujas, todo eso hizo que creciera en mí la rabia y a la vez sentí la necesidad de encontrar una manera de expresarme. Ahí estaba la música como el mejor instrumento para hacerlo”.
De hecho, apunta Shery que “desde el principio el objetivo de formar este grupo fue precisamente no permanecer en silencio”. Tenía que ser en clave de metal, del cual ambas eran confesas seguidoras. No sería tan fácil.
La revolución por dentro
En el panorama musical libanés predominan el pop, la música oriental y árabe. Además, en los años 90 el metal fue prohibido, se le relacionó con el satanismo, y tanto a sus ejecutantes como adeptos les persiguieron y hasta les metieron en la cárcel. Acabada la prohibición, el recelo continúa, tanto en Líbano como en la región la escena de metal en general sigue siendo pequeña, carente de sellos discográficos que apoye a los artistas, con limitados sitios para actuar y para colmo de males todavía continúa estando muy dominada por hombres.
A Maya Khaimallah, la cantante de Slave to Sirens, los sonidos guturales propios del trash metal parecen que le salen del fondo de las entrañas. Los acordes de las dos guitarras son fieros y vertiginosos, la batería se siente como si la tuvieras metida en el pecho, el bajo acelera las pulsaciones.
"Sentí la necesidad de buscar una forma de expresarme. Estaba la música como el mejor instrumento para hacerlo"
La descarga, el volumen, los movimientos de las cabezas y la rudeza de la voz parecen conformar el arsenal perfecto para sacar la ira del cuerpo y darle de bofetones a la desesperanza que poco a poco carcome a una generación sobre todo de mujeres que intenta romper con viejos patrones sociales, económicos, culturales y políticos.
Tal como cantan en Congenital Evil (EP, 2018): Siempre alimentándose de tu dolor/ Haciéndote su juguete/ ¿Por qué siempre tienes que obedecer? (Always feeding on your pain/ Making you his toy/ Why do you always have to obey?).
“Plasmamos en nuestras canciones todo aquello que nos afecta a diario, desde el entorno hasta la política”, apunta la también compositora Lilas Mayassi. “En nuestra música está todo aquello de lo que queremos hablar, expresamos nuestras ideas y opiniones, lo que nos pasa”.
Si bien es cierto que el trash metal tiende a abordar temas políticos, Shery Bechara asegura que al principio no fue intencional seguir esa línea, “pero es inevitable”, muestra contundencia, “estamos rodeadas, sumergidas en temas que nos afectan diariamente por lo que no puedes controlar que calen en nuestras canciones”.
Sonríen al recordar aquel verano de 2015 cuando se conocieron en la multitudinaria protesta contra la mala gestión gubernamental de la basura. El eco de la Primavera Árabe retumbaría en varios países como la voz profunda y áspera del trash metal. Líbano entre ellos.
“Fueron momentos intensos e inspiradores”, dice Lilas Mayassi con las ilusiones puestas en la grabación de un nuevo álbum y los conciertos venideros después del parón de la pandemia. “Nos llevará tiempo, energías y esfuerzo para que aquel movimiento vuelva a coger cuerpo, pero la revolución está ya dentro de cada una de nosotras”.