La guerra entre Rusia y Ucrania mantiene en vilo al mundo entero, y los efectos devastadores se hacen sentir en los campos económicos, militares y civiles.
A estos se suma una crisis religiosa en el terreno que ha dividido a la Iglesia ortodoxa rusa de Moscú y a la Iglesia ortodoxa ucraniana, independizada del patriarcado de Moscú en 2019 y proclamada autocéfala por el patriarcado de Constantinopla.
Ese “conflicto religioso” se iba a discutir en una gran reunión denominada “sobor” el pasado mes de noviembre de 2021, pero hubo de ser suspendido por la pandemia del COVID y pospuesto para mayo de este 2022. Ahora es casi imposible que con la situación beligerante existente se pueda llevar a cabo.
Dicho “sobor” iba también a servir para discutir un tema muy candente y que lleva ya 90 años de ser un “hueso de contención” entre la iglesia ortodoxa rusa y el Gobierno del país: el reconocimiento o no de los supuestos huesos de los Romanov.
Es posible que muchos desconozcan esta controversia. La “desaparición” de la última familia imperial rusa sigue siendo un misterio; un caso todavía abierto dada la cantidad de nueva información y documentos que han surgido durante los últimos veintitrés años y que ponen en entredicho la versión oficial de la "supuesta masacre”.
Conversamos con Marie Stravlo, periodista investigadora estadounidense, traductora y productora de TV. Ha dedicado más de veinte años a esta investigación, junto a un grupo de historiadores, científicos, expertos forenses y algunos miembros de casas reales, distribuidos en nueve países del mundo, logrando obtener resultados fascinantes que podrían darnos una versión distinta y respaldada por miles de documentos y pruebas científicas.
¿Masacre o evacuación?
La primera versión sobre lo ocurrido a la familia imperial rusa, que se mantuvo como oficial hasta el 89, fue la que recoge el Informe del Juez Sokolov (Francia, 1924), en el que se dice que toda la familia fue masacrada en la Casa Ipatiev, donde eran prisioneros de los bolcheviques.
Después habrían sido trasladados a un bosque a 20km y habrían sido descuartizados rociados con ácido sulfúrico y luego quemados hasta convertirlos en cenizas.
Historiadores y expertos forenses cuestionaron desde el principio esta teoría puesto que, como nos explica Stravlo, es imposible incinerar a tal cantidad de personas en unas horas y en condiciones abiertas. Además, en dicho sótano no habría espacio para tanta gente y los testimonios de los supuestos asesinos involucrados en la matanza eran todos distintos, según puede confirmarse en los protocolos de interrogaciones realizadas por los distintos investigadores del caso.
Igualmente, la investigadora cuenta que el telegrama que se envió unas horas después a Moscú confirmaba la ejecución solo del zar Nicolás II, agregando que la zarina Alejandra y sus hijos habían sido trasladados “a un sitio seguro”.
Durante las primeras investigaciones realizadas todo apuntaba a que la familia imperial había sido evacuada. Incluso varios testigos afirmaron haber visto a Alejandra Fiodorovna y sus hijas vivas pero prisioneras en Perm.
Desde 1918 hasta 1924 corrieron fuertes rumores por toda Europa y América de que la familia había sobrevivido y que fueron evacuados fuera de Rusia. Varios periódicos internacionales como el New York Times publicaron las noticias y miembros muy cercanos a la familia como el príncipe Felix Yussupov y el Gran duque Kirill Vladimirovich dieron declaraciones a finales de 1918 y en 1919 respecto a la supervivencia de los miembros de la familia de Nicolás II.
El gran duque Kirill aseguró, según cuenta Stravlo, haber recibido una carta de Tatiana, la hija del zar, informándole que todos estaban vivos. Incluso el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Giorgi Chicherin, lo hizo saber durante una entrevista que dio durante la conferencia de Génova en 1922, alegando saber que las hijas del zar estaban vivas y que las últimas noticias sobre ellas decían que estaban en los Estados Unidos.
Aparecen unos huesos
En 1979, el detective Alexander Avdonin y el cineasta Geli Ryabov dijeron haber encontrado una supuesta nota escrita por Yurovsky, quien fuera el comandante de la Casa Ipatiev y encargado de la suerte de los Romanov. En ella se describía el sitio de la tumba donde en verdad descansaban los restos de la familia imperial.
Esto quiere decir que la historia de la incineración de los cuerpos no sería cierta, pues según esa nota, los tras la masacre los cuerpos habían sido trasladados a este otro sitio. Avdonin y Ryabov localizaron la tumba y en ella unos restos que pensaron podrían ser los de la familia Romanov y sus sirvientes.
Desenterraron tres cráneos y los mantuvieron escondidos en sus casas. Aún bajo el Gobierno soviético y temiendo represalias los volvieron a enterrar tiempo después, hasta que cayó el régimen comunista, aseguran distintos medios internacionales. En 1989 durante una entrevista en televisión Geli Ryabov dio a conocer el hallazgo y eso desencadenó todos los demás acontecimientos que ahora están en disputa.
Los supuestos restos fueron desenterrados en 1991 por funcionarios del nuevo régimen que apresuraron una "exhumación oficial". Marie Stravlo nos explica que según varios testigos y expertos forenses todo se realizó de una manera “muy poco profesional”.
Un grupo de antropólogos estadounidenses, liderado por el Dr. William Maples, fue invitado a viajar a Ekaterimburgo, donde se guardaban los restos para estudiarlos. Esta investigación determinó que los restos podrían pertenecer a un mismo grupo familiar. Pero no consiguieron los huesos de todos los miembros de la familia imperial. Faltan los de un varón, Aleksei, y una de las hijas. Para los rusos faltaban los restos de la gran duquesa María y para los americanos los de la gran duquesa Anastasia.
Empiezan las controversias
En 1992, el Gobierno ruso autorizó una investigación oficial y nombró un equipo de historiadores y científicos para dicha tarea. Este primer comité investigador confirmó en 1993 que efectivamente eran los restos de la familia imperial; pero cuatro miembros no estaban de acuerdo y no firmaron el documento final.
Dos años después se realizó una investigación en Inglaterra, que utilizando muestras de ADN también aseguró que los restos correspondían a la familia de Nicolás II. Pero aún faltaban los restos de Alekséi y una de sus hermanas, por lo que no se pudo descartar que por lo menos ellos dos pudieran haber sido evacuados.
Paralelamente, en 1992, se formó una comisión independiente denominada Romanovs 1918, compuesta por miembros la Unión de Científicos de la Universidad de San Petersburgo, por el Dr. Yuri Abranovich Vinogradov (Academia de Ciencias de San Petersburgo), y algunos miembros de la antigua nobleza rusa.
Estos categóricamente negaron que esos huesos fueran de la familia imperial tanto en publicaciones en periódicos locales, como el Slovo e Delo, como en una conferencia magistral realizada en el Palacio de Invierno. Allí trataron de demostrar que los huesos no podían pertenecer a esta augusta familia argumentando que ellos tenían las pruebas de que al menos la zarina Alejandra y sus hijos habían sobrevivido.
La Iglesia ortodoxa rusa, por su parte, tampoco se prestó a reconocer los restos. En un sínodo (1995) elaboraron un listado de diez preguntas medulares y dijeron que “hasta que cada uno de los puntos no tenga una respuesta satisfactoria, ellos no iban a aceptar esos huesos como legítimos”, explica Stravlo.
Otras investigaciones realizadas durante 1997 y 1998 también fueron clave. El Grupo de Expertos Rusos en el Exterior (Russian Expert Commission Abroad), apoyando a la Iglesia ortodoxa rusa, invitó al Dr. Tatsuo Nagai, que en ese mismo año también descartó que fueran los huesos de Nicolás II.
Argumentaron que el zar Nicolás tenía una cicatriz en el lado superior derecho de su cráneo, producida tras un intento de asesinato con un sable mientras visitaba Japón en 1891 y conocido como el “Incidente de Otsu”.
La periodista e investigadora argumenta que es imposible que los restos encontrados se puedan considerar pruebas fiables para análisis forenses por las condiciones climatológicas a las que habían estado expuestos. Además, de haberse tratado con ácido sulfúrico y gasolina, el ADN se habría desintegrado también.
A todo ello hay que sumar miles de documentos descubiertos durante los últimos veinte años y de testimonios de personas que aseguran haber visto a la familia imperial viva después de 1918.
A pesar de la controversia, en 1998, el Gobierno ruso decidió efectuar un funeral de Estado con motivo del aniversario de la supuesta masacre. El patriarca de la Iglesia ortodoxa rusa Alexis II decidió no asistir, pues aún no habían reconocido los huesos de la familia, lo cual explica Stravlo fue “una bofetada al Gobierno”.
Únicamente asistieron dos obispos para oficiar la ceremonia pero en ningún momento se refirieron a la familia imperial como aquellos a los que estaban enterrando. Sus nombres no fueron mencionados, solo se habló de “mártires de la revolución”.
¿Son o no son los Romanov?
Ese mismo año, 1998, Stravlo conoció en Costa Rica al príncipe Alfredo de Prusia, sobrino nieto de la zarina Alejandra (nieto de su hermana Irene de Hesse) y también sobrino nieto del káiser Guillermo II de Alemania, pues su abuelo era el príncipe Enrique de Prusia, único hermano del emperador alemán.
Cuenta la periodista que este personaje de la realeza alemana le contó una versión muy distinta de lo sucedido a los Romanov, asegurándole que ellos habían logrado escapar con vida de Rusia gracias a las negociaciones de su abuelo y sus tíos alemanes.
El príncipe Alfredo le contó con detalles cómo su padre, el príncipe Segismundo de Prusia, y su madre, la princesa Carlota Inés de Sajonia Altemburgo supieron siempre la verdad y estuvieron en contacto durante muchos años con tres hijas del zar Nicolás II: Olga, Maria y Anastasia, mientras vivieron en el exilio.
Marie Stravlo asegura que pudo corroborarlo todo mediante cientos de cartas, testimonios jurados y fotos a los que ha tenido acceso, gracias a los contactos que Alfredo de Prusia le proporcionó, y muchos más a los que ha tenido acceso en distintas partes del mundo.
En 2007, “milagrosamente” aparecieron los restos de los supuestos María y Aleksei. Cuarenta y ocho pequeños segmentos de huesos, "ni siquiera suficientes para identificar una persona y mucho menos a dos". La Iglesia ortodoxa rusa tampoco los reconoció y siguen guardados en una bolsa esperando ser enterrados, aunque la Comisión del Gobierno desde 2008 dijo que sí eran ellos.
Dos años después, Marie Stravlo inició su investigación a tiempo completo, logrando reunir a un grupo de historiadores, expertos forenses, académicos y científicos en distintas especialidades y de varias nacionalidades que han aportado material todavía más controversial en esta historia. Historiadores rusos como Veniamin Alekseev y Vadim Viner, o Marc Ferro de Francia y Carlos Seco Serrano de España (ambos de grata memoria) han brindado su valioso aporte.
Desde 1993, la Iglesia ortodoxa rusa se ha mantenido firme en no aceptar esos huesos. Lo mismo piensan la Iglesia ortodoxa de Ucrania y la de Constantinopla. Por ello, tampoco aceptan la canonización de la familia imperial que hizo la Iglesia Ortodoxa Rusa fuera de Rusia (ROCOR) en 1981 en los Estados Unidos. Una decisión un poco apresurada según algunos expertos.
Una nueva investigación
En 2015, tras muchos años de insistencia por parte de la Iglesia , el Gobierno ruso autorizó abrir una nueva investigación, a la que se invitó a participar a algún representante eclesiástico. El anterior presidente, Dmitry Medvedev, escogió a la mayoría de los miembros de dicha comisión "a dedo".
Nuevamente surgen voces de protesta, opiniones bien basadas en estudios dentales, forenses y en documentos históricos que han sido dejados de lado pero que son importantísimos para aclarar esta historia y revelar la verdad.
Es así, según explica Marie Stravlo, como nace en 2017 el Grupo Independiente en Rusia que apoya la posición de la Iglesia ortodoxa y que ha presentado desde entonces pruebas contundentes de que esos no son los huesos de los Romanov.
Este es patrocinado por la Fundación de San Basilio El Grande, que preside Vasily Boyko-Veliky, el equipo está conformado por el Dr. Emil Agadzhanyan, Leonid Bolotin, Yuri Grigoriev, Andrei Manovcev, Piotr Multatuli, Alexander Bochkarev, Galina Ananyina, Mark Knyazev, A. Obolensky y otros expertos de gran renombre que aportan estudios y documentos sorprendentes.
Los puntos en desacuerdo
Además de las condiciones no óptimas para análisis en las que se encuentra el ADN de esas osamentas encontradas, también hay problemas con las muestras usadas para realizar las comparaciones. Existen también muchas características óseas y dentales que no concuerdan para nada con las de los verdaderos miembros de la familia Romanov.
Estos son los principales puntos que probarían, a nivel fisiológico, que los huesos encontrados no son de la familia imperial:
- El esqueleto más largo fue identificado como el de Anastasia, cuando por retratos familiares se sabe que ella era la de más baja estatura.
- El cráneo de Tatiana presenta numerosos trabajos dentales, cuando apenas los necesitó, de acuerdo con sus diarios y reportes de gastos personales que se llevaba con detalles de cada miembro de la familia.
- El análisis biométrico de la cara de la zarina Alejandra tampoco concuerda con el cráneo.
- Falta la cicatriz que tenía zar Nicolás en el supuesto cráneo que se le atribuye.
- Ese mismo cráneo no tiene los dientes superiores y por lo tanto no se puede identificar tampoco el espacio que hay entre los paletos (diastema), que era característico en la dentadura del zar de Rusia.
- Además el cráneo presenta mordida cruzada (prognatismo mandibular), algo que no coincide para nada con las imágenes de Nicolás II.
- La mandíbula del supuesto cráneo de Nicolás II no presenta una protuberancia que si tenía el zar en el lado derecho. Varias fotografías así lo demuestran.
- Faltaban muchos huesos en esa tumba para armar los esqueletos de once personas.
Este grupo de investigadores independientes en Rusia ha realizado innumerables publicaciones en periódicos y en Internet, así como varias conferencias.
Asimismo, asegura Marie Stravlo, los miembros de su otro grupo de expertos en Europa, América y Rusia, RIFHS 1918, que nació desde 1992 en Rusia y España y re-nació en 2009 también ha seguido recopilando material histórico y pruebas científicas.
Su investigación se ha dedicado a demostrar que, en consonancia con la Iglesia ortodoxa rusa, los huesos encontrados no corresponden a la familia Romanov.
“Algunos de nosotros participamos en un excelente documental producido en Francia en 2012, que revela puntos muy interesantes apoyando la tesis de la evacuación presentada desde 1976 por los periodistas ingleses Anthony Summers y Tom Mangold. Francia parece estar muy interesada en el tema y en diciembre de 2018 fue difundido otro documental por un canal estatal”, explicó Stravlo.
“En dicho filme aparecen muchos expertos demostrando la falsedad de esos huesos, incluyendo agentes de la Sureté de Francia”.
En septiembre de 2021, el comité investigador del Gobierno ruso publicó en tres tomos los resultados de sus investigaciones con las conclusiones finales. Un documental también fue mostrado días después apoyando su trabajo. La respuesta del grupo de investigadores independientes rusos no se hizo esperar mucho y realizaron una lúcida conferencia el día 28 de noviembre de 2021 en el Hotel Cosmos en Moscú a la que asistieron más de cuatrocientas personas.
Nuevamente se expusieron con lujo de detalles todos los hechos controversiales tanto científicos como históricos que descartan por completo la identificación de esos restos como los legítimos Romanov.
¿Se reconocerán los huesos?
Por el momento, asegura la periodista investigadora, es muy difícil que todos los miembros de la Iglesia ortodoxa rusa se reúnan y lleguen a un acuerdo. Para que los huesos sean reconocidos debe existir absoluto consenso.
El conflicto en Ucrania está causando profundas heridas entre miembros de la Iglesia rusa con otras Iglesias ortodoxas que deberían participar en ese famoso sínodo o “sobor”. Mientras tanto los miembros de la RIFHS siguen viajando e investigando.
“Cada día aparecen nuevos documentos y recibimos información de fuentes muy confiables que apoyan nuestra teoría de que esos huesos son falsos y que la suerte de la última familia imperial de Rusia es muy distinta a lo que cuentan los libros de historia”, añadió Stravlo al concluir esta conversación.
Ellos están preparando tres libros que sacarán a la luz toda la verdad sobre lo que ocurrió en 1918.