Vendedora, escritora, profesora y madre. Esto es lo que quería ser de mayor cuando era pequeña. Me llamo Ana Belén Castrillo y trabajo como Directora de Marketing en Google Cloud para España y Portugal (¡Vendo nube!), tengo dos hijos que se llevan siete años y medio entre ellos, enseño cuando puedo y a quien puedo, incluyéndome a mí misma; y escribo por afición.
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Aunque haya hecho pinitos literarios en el mundo infantil, Todo lo que aprendí es mi primera obra "seria", escrita en primera persona y, como explicó a continuación, "a corazón abierto".
Cuando terminé de escribir Todo lo que aprendí, tras casi seis años de búsqueda de un segundo hijo, se lo di a mi marido para que lo leyera: "cuento nuestra historia a corazón abierto, léelo, por favor, y, si no quieres que lo publique, lo guardo en un cajón y se lo regalo a nuestra hija cuando llegue el momento".
Mi marido devoró las páginas del libro y, con lágrimas en los ojos, cuando terminó de leerlo, me dijo: "publícalo, hará bien a muchas personas".
Hasta ahora puedo confirmar, llena de agradecimiento, que así ha sido. A medida que la gente iba leyendo el libro, muchas mujeres se acercaron a mí para sumarse a mi lucha, para compartir, abriendo sus heridas, que ellas también habían vivido algo similar.
Y es que, la infertilidad secundaria es una gran desconocida. Mucho se habla de infertilidad, pero poca gente conoce a su hermana pequeña, la infertilidad que llega tras haber tenido un hijo sano de forma natural (y generalmente fácil), y encontrarse con años de infructífera búsqueda de un segundo bebé.
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En Todo lo que aprendí, relato mi historia de superación, frustración y humanidad. Una historia que comenzó con una maravillosa hija que vino al mundo casi sin esfuerzo, seguida de una búsqueda dolorosa y dura en la que aprendí muchísimas cosas sobre la fertilidad y el ser humano. Y no me refiero al aspecto más técnico y anatómico de un embarazo (que también), sino a un mundo lleno de resiliencia y de autoconocimiento interior del que creo que muchas mujeres pueden beneficiarse.
Frases como "Cuando te relajes, te quedas", o "No te preocupes por el aborto, ya tendrás otro", junto con la archirrepetida "¿Para cuándo el hermanito?", han resonado en estos últimos años no solo en mí, sino en la vida de muchas mujeres que viven la maternidad con un amor desmesurado, pero con un agujerito que late para un hermano/a que parece nunca llegar.
Hoy, escribo estas líneas en la baja de maternidad de mi segundo hijo (vivo), el quinto en la línea de embarazos. Sí, irónicamente, sigo luchando por romper el tabú sobre la infertilidad secundaria cuando he conseguido superarla, pero me parece importante hablar, compartir y gritar que las mujeres que se sienten madres (tengan o no tengan hijos), viven la infertilidad con un mundo de sentimientos sumergidos que hay que respetar y cuidar.
En el libro relato todo lo que he vivido estos años, desde diagnósticos de enfermedad autoinmune, hasta diagnósticos "blancos" en los que "todo estaba bien" y en los que nadie me conseguía explicar por qué no lograba tener otro hijo. Todo con cierto toque de humor y mucho realismo, como la vida misma.
Tres abortos (técnicamente dos y un embarazo ectópico) colorean la historia de luces y sombras. Luces que llenaron de esperanza unas cuantas semanas, seguidas de sombras de pena por la pérdida de unos bebés muy deseados.
Inevitablemente, con un puesto de responsabilidad y un ritmo de vida bastante acelerado, los sentimientos han fluido en todas las direcciones: ¿Es el ritmo de vida que llevo el que me impide quedarme embarazada? Si todo está bien, ¿por qué he abortado? ¿Estoy alimentándome como debo?
Imposible no autoculparse en todo este proceso. Y, aunque muchas evitemos conscientemente la autoculpa, ya se encarga la sociedad de recordarnos que esta gran carga "es nuestra".
En el capítulo "No hay malas intenciones, sino falta de sensibilidad", hablo sobre varios tipos de personas que se cruzan en la vida de las mujeres (y hombres) que se enfrentan a la lucha contra la infertilidad secundaria.
Están los asesores, esos que te dan consejo sin haberlo pedido, normalmente, sobre las líneas de "cuando te relajes, te quedas"; los asesores de diagnóstico, que suelen saber más que los médicos y te dicen que tu problema es que trabajas demasiado; los esperanzadores, que siempre tienen una palabra de ánimo en la recámara; y las personas antorcha, esas que logran darte luz en los momentos más oscuros. A estas últimas las podría incluir el propio Albert Espinosa en su mundo amarillo.
He de decir que, además de las antorchas que se cruzaron en mi vida, este libro me ha regalado mucho. Gracias a él he recuperado amistades del pasado que han vuelto levantando la mano para decirme "¡Qué alivio saber que no estoy sola!". He conocido a gente realmente interesante, he compartido vivencias con mujeres de todas las generaciones y creo que, en cierto modo, también he logrado poner la infertilidad secundaria en el vocabulario del pequeño universo que lo ha leído.
Animo a los lectores a sumergirse en una historia tan real como actual. Tanto si estás en un lado de la moneda (buscando un hijo), como en el otro, seguro que hay muchas mujeres a tu alrededor que, junto con sus parejas o solas, están viviendo algo parecido y necesitan antorchas para salir adelante.