Cuando en el póker te quedas sola y en el amor también: mi abrazo a Nuria González
Esta semana mis palabras no podían mezclarse con lo cotidiano, tenía que ser ella la única protagonista.
El Póker de magas tiene una estructura concreta. Hablo de lo que ha sucedido en mi semana a través de cuatro mujeres que han sido importantes en ella. Ya tenía encargada la ilustración con las fotografías de las cuatro personas que más me habían inspirado en los últimos siete días.
Cambié de opinión en el WiZink, cuando guardábamos un minuto de silencio en homenaje a Fernando Fernández-Tapias, antes de comenzar el partido de baloncesto Real Madrid-Barcelona.
Habíamos estado por la tarde en su funeral y el palco del Real Madrid tenía la tristeza condensada en el ambiente. La pérdida se adhiere a los tejidos y todos los presentes eran conscientes de que uno de los mayores madridistas y un gran compañero para Florentino nos había dicho adiós.
Yo no era capaz de concentrarme. El partido fue emocionante y muy reñido hasta que conseguimos ganar por un punto. Todo el mundo vibraba por la emoción y yo intentaba pensar en lo que sucedía en la cancha. Pero no podía. Mi mente se había quedado en la mirada triste de Nuria González.
Decidí que mis palabras a Nuria no podían mezclarse con lo cotidiano de una semana estupenda como la que he vivido, sino que tenía que ser ella la única protagonista. Espero sinceramente que no le moleste, porque no es una mujer a la que le guste el foco mediático.
Las circunstancias de la vida a veces te hacen escuchar historias de amor de la boca de hombres fuertes. Hace muchos años, Fernando me contó la suya con Nuria. Era tan ambicioso que quería que su relación conservara cada segundo la magia de sus mejores recuerdos de los primeros tiempos.
Y para él, la magia, era tener a Nuria abrazada congratulándose ambos por la suerte de haberse encontrado el uno al otro. Nunca voy a olvidar cómo se rebelaba contra la cotidianeidad y las responsabilidades que les impedían estar así cada día.
Él habría querido tener una burbuja en la que meterse a hablar de amor con Nuria, pudiendo dejar atrás todo lo mundano. Ayer la vi en sus ojos, en las lágrimas de una mujer triste arropada por sus hijos, su hermana Yolanda y una legión de amigos. Una mujer acompañada por Florentino Pérez.
El Madrid estaba ayer en la capilla del tanatorio de La Paz. Una bandera del club cubría su féretro, la foto de Fernando presidía la iglesia y el Padre Ángel ofició una ceremonia preciosa, de esas a las que pocas veces se asiste. En el banco derecho estaba Nuria flanqueada por sus hijos y, al lado, el 'presi' del Madrid.
Quienes conocemos a Florentino sabemos que su presencia siempre tiene un mensaje. El hombre que no concede entrevistas sabe muy bien dónde estar y dónde no. Verle allí, junto a ella, avala lo que les digo. Fernando se queda al lado de Nuria.
Ojalá todos estén en el mismo lugar, pero si alguien quiere crear bandos, Florentino dejó claro que Fernando sigue ahí, con Nuria, como lo ha estado en estas casi tres décadas de camino juntos, veintiocho años sin escándalos, subiendo y bajando juntos por la montaña rusa que es la vida.
Mi abrazo a Nuria es, por supuesto, también para su hermana Yolanda. Qué gusto da ver las familias unidas y las hermanas que se adoran. Y para todos sus amigos, que la van a arropar sin tregua para que la falta de ese gran hombre, de ese hombre grande, se convierta en los recuerdos entre risas de los momentos divertidos.
Insisto en lo mismo que digo siempre cuando hablo de la muerte. Nadie nos enseña a perder a quienes queremos, a quienes amamos. Yo confieso no haber aprendido. Y no sé por qué imagino que la bella Nuria tampoco lo ha hecho.
Aunque ella no lo sepa hoy, porque las lágrimas no permiten que vea más allá de su tristeza, en el funeral estaba lo que puede recoger tras la siembra de toda su vida. Allí estaba el respeto, el cariño, la protección de un grupo grande que contenía las lágrimas ante el Ave María a la guitarra y la voz grave masculina que le ponía palabras.
Allí estaban sus dos pilares, sus dos columnas, Iván y Alma, como el sostén de su vida con su marido. Y allí estábamos todos los demás.
¡Buen viaje, Fernando! Acompañaremos a Nuria en su travesía, a tu esposa, tu compañera, tu amante, tu amiga y tu confidente.
Omnia vincit amor.