Me diagnosticaron cáncer de mama a los 44 años sin tener ni un solo síntoma: así cambió mi vida en un instante
- Como "no todo se acaba con la palabra cáncer", se postuló como una de las cinco mujeres participantes de esta décima edición del Reto Pelayo Vida.
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Desde que un día el cáncer de mama irrumpiera en su vida, Almudena Sánchez decidió que no dejaría que esa palabra definiera su historia. A sus 44 años, Almudena, farmacéutica hospitalaria y amante de la montaña, confiesa: "El diagnóstico cambió mi vida en un instante. De la frustración e impotencia del principio y del '¿por qué a mí?', pasé a entender que la enfermedad es parte de la vida y una lección de humildad. Y que lo único que está en tu mano es tu actitud para afrontarlo".
Nunca pensó que, con tan solo 41 años, le iban a diagnosticar cáncer. "Con la vida saludable que había llevado... Mi lema ha sido siempre mens sana in corpore sano. No podía creer que ahora ya no era yo quien daba los consejos sobre cómo tomar la medicación, sino que estaba en el otro lado…".
Sin embargo, reconoce: "Cuando hago balance desde que me lo diagnosticaron, siempre me inclino hacia el lado de todas las cosas buenas que me han pasado. Y aunque no sé el tiempo que me queda por vivir, creo que nadie lo sabe, sí sé cómo quiero vivirlo".
Hoy, mientras la goleta El Doblón navega de regreso al continente americano tras conquistar la Antártida en el décimo Reto Pelayo Vida, su relato inspira a quienes buscan encontrar luz en los desafíos.
"Esta aventura me está sirviendo para comprobar que la enfermedad me ha preparado para desafíos así, para afrontar retos. Me siento satisfecha también de que ahora mismo pueda encarar cualquier otra dificultad que venga en mi vida".
Más allá del espacio
Almudena no es una novata en las aventuras. Su vida en Alfacar (Granada), rodeada de paisajes montañosos, le ha permitido cultivar una conexión íntima con la naturaleza. Sin embargo, la Antártida, con sus aguas gélidas, icebergs majestuosos y fauna indómita, le ofreció una experiencia completamente nueva.
Estar aislados y desconectados del mundo es un lujo que invita a la reflexión: "No sé ni qué día es, pero siento mucha energía. Aquí la vida es muy simple, consiste en disfrutar cada momento, cada comida en equipo, de ver lo que la naturaleza ofrece… Y las compañeras, es impresionante lo unidas que estamos y cómo nos hemos complementado en todas las situaciones".
Destaca lo importante que es valorar lo que a veces se da por hecho en el día a día: "Una sopita caliente, una ducha... Cosas que a lo mejor no te paras a pensar, y aquí lo aprecias mucho más".
Una cocinera en aguas bravas
La primera gran prueba fue el Paso de Drake, el temido estrecho entre América del Sur y la Antártida. Almudena fue una de las pocas tripulantes que logró mantenerse firme en la ida. Frente a los temidos mareos, descubrió que el mar tenía sus propias lecciones que enseñar. "Tuve la suerte de no padecer muchos mareos, pero no fue fácil ver cómo el mar iba minando las fuerzas de la tripulación. Fue una lección de paciencia y trabajo en equipo", comenta.
Almudena ha destacado también por su habilidad en la cocina, convirtiéndose en la 'cocinillas' del barco. "Me encanta cocinar", comenta. Pero si alguien pensaba que hacerlo en la Antártida era sencillo, se equivocaba. Una de las anécdotas más curiosas ocurrió cuando decidió preparar un bizcocho para desayunar y, en medio de la tarea, las condiciones se tornaron extremas: olas de tres metros y vientos de 40 nudos.
"Fue complicado. Estaba batiendo los huevos y se me cayeron al suelo con el movimiento del barco. A pesar de todo, seguí adelante. Creo que es lo más peligroso que he hecho en toda la expedición", relata con humor. El bizcocho salió, no sin dificultades. "No fue mi mejor bizcocho, pero estaba bueno y todos lo disfrutamos. Había que asegurarse de que nadie se quedara sin desayuno", dice entre risas. Esto es un buen ejemplo del compromiso y el espíritu positivo de Almudena ante la adversidad.
Equipo con mayúsculas
Una de las anécdotas que más recuerda ocurrió cuando el barco quedó atrapado en el hielo. "Aquí cambia mucho el paisaje. Los hielos se van moviendo constantemente y, en principio, habíamos fondeado en una zona que no había casi, pero por la noche empezaron a llegar y quedamos atrapadas".
El equipo tuvo que trabajar en conjunto, utilizando el pequeño bote para despejar el camino. "Era impresionante ver cómo los bloques de hielo parecían moverse con vida propia, desafiándonos a encontrar un paso seguro", relata Almudena con admiración por el compañerismo que surgió en ese momento.
Para Almudena, esta expedición no fue solo una travesía marítima, sino una experiencia que le permitió reconectar consigo misma y fortalecer los lazos con las otras expedicionarias. El baño en aguas antárticas fue uno de esos momentos que describe como mágicos: "Saltamos todas juntas al agua, gritando y riendo. Fue un momento muy feliz, un recordatorio de que estamos aquí, vivas y más fuertes que nunca".
Otra experiencia inolvidable fue el primer iceberg que vio. "Fue impresionante. De la nada salió un iceberg enorme y resplandeciente, de todos los colores. Las olas lo iban golpeando y pasamos muy cerquita. Un momento único", dice Almudena. La naturaleza, en su estado más puro, le ofreció serenidad.
El significado del logro
El momento culminante de la expedición fue izar la bandera del Reto Pelayo Vida en la isla Cuverville al grito de "¡Reto conseguido!". "Fue la confirmación de que lo habíamos logrado juntas. Después de meses de preparación, después de superar nuestras dudas y miedos", afirma Almudena.
"Conocer el Reto Pelayo Vida supuso un punto de inflexión en mi actitud para afrontar el cáncer, y siento que estoy en deuda. Tengo necesidad de devolver lo que me ha dado, por lo que es un honor servir de ejemplo a otras personas que están viviendo una situación parecida a la mía y ayudarles a encontrar la motivación para seguir adelante, como me pasó a mí, transmitiendo el mensaje de que no todo se acaba en la palabra cáncer".
Este reto simboliza la capacidad de enfrentarse a lo desconocido y salir fortalecidas. Pelayo Seguros lleva una década inspirando superación personal y esperanza a mujeres que padecen o han padecido la enfermedad.